Sin mucho esfuerzo, el mercado perdió ayer lo costosamente ganado en las últimas cinco ruedas. Esto se puede explicar de varias maneras. Una, puntual, tiene que ver con los fuertes rumores de que un "hedge fund" radicado en Londres estaría liquidando sus tenencias, obligado a cerrar por las fuertes pérdidas que le impuso la caída de los bonos y la suba de las acciones de General Motors o, según una versión menos segura, por las pérdidas incurridas apostando a bonos convertibles (a no asustarse que esto no tiene ni de lejos la magnitud de lo que ocurriera con el LTM a fines de los '90). Lo interesante de este caso es que ejemplifica mejor que ninguno el otro argumento para explicar la baja: el que podemos llamar "macro". Este tiene que ver con un mercado mucho más peligroso, incierto y volátil que lo que marcan los meros números de precios y volúmenes. Un mercado en el cual casi todas las "relaciones" que parecen existir entre los diferentes activos y entre los distintos plazos de un mismo activo parecen haberse roto, y que explica por qué los inversores se muestran tan nerviosos frente a lo que pasa. A esto sumamos ayer la suba del petróleo a u$s 53,1 (cerró más abajo, en u$s 52,07 por barril), el consiguiente anuncio de Delta Airlines sobre su posible quiebra, los nuevos problemas en AIG, el impresionante paso al costado que dieron los inversores (apenas se alcanzaron realizar operaciones con 1.300 millones de acciones en el NYSE y una cantidad idéntica en el NASDAQ) y entonces 0,99 por ciento que perdió el Promedio Industrial al cerrar en 10.281,23 puntos, casi parece una victoria.
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