10 de julio 2002 - 00:00

Cupones bursátiles

Parece que tiene mucho éxito en el mundo, ese sistema de apuestas que se emplea para el Campeonato Mundial de Fútbol. Cifras fabulosas, jugadas que provienen de todo el planeta, y esto es solamente la punta popular de un iceberg que no deja casi actividad sin que detrás de ella aparezca: una apuesta. Con epicentro en Londres, el asunto es que se explota el flanco humano, que suele manifestarse aún en personas que ni creían que lo poseían tan a flor de piel. El del riesgo, del juego, del juego y el riesgo. Del juego por la codicia. De la codicia por la ganancia. Y, de última, esa extraña unión de las puntas: después de jugar y ganar (la aleación ideal), lo mejor es jugar y perder. El axioma superior, del vicioso del juego. Pero, un axioma que les cabe a muchos más, de los que se puede creer...

Pues bien, dentro de las apuestas, lo que aparece como más seductor y ya hasta retorcer el morbo, es indagar a qué nivel puede llegar el dólar: si gana fulano, o zultano. Con solamente esto, un buen banquero de apuestas podría organizar la «polla» más exitosa del país, entre julio y diciembre primero -por quién gana las internas- y con el Mundial, a jugarse en marzo, con la general.

Un intenso miedo al porvenir se puede vislumbrar con esto, porque en lugar de querer averiguarse por situación de raíz y que posibilite salir de esta decadencia atroz, solamente parece atravesar la solución, o no, de los problemas: según esté más arriba, o más abajo, el dólar.

Las eternas simplificaciones pueden habar sido, en gran parte, responsables de lo que hoy vivimos. Pero, peor todavía que eso, se nos plantea ante lo que sigue. Que la simplificación sea todavía más grave, suponiendo que el termómetro del país pasa de forma casi exclusiva, por dónde se acomode la divisa. Si nos preparamos de este modo para enfrentar la que puede resultar «La Elección» (con mayúsculas) de la historia argentina, aquella que sea bisagra y corrección gloriosa de nuestro derrotero, o simple envión final al vacío y la disgregación. Podemos agregar la frase realista, más cruel y directa, que se haya gestado para aleccionar a pueblos de la región. El «sentimental» de George Soros, siempre tan delicado y sensible para con los países en problemas, expresó una idea que fue para Brasil -en trance de elecciones cercanas- pero que nos la podemos ir probando, porque seguimos en el cronograma. Y nos quedaría así: «El argentino no vota, vota solamente el norteamericano en el mundo globalizado».


En tal caso, tendremos un segundo problema mayor: acertar con el candidato que juegue un reto para nosotros, pero que sea digerible, para la gente que manda desde afuera. O se encargarán, eso es seguro, en confabular para que todo lo que no les gusta, explote. No faltará ocasión en que aparezca, aunque sea de modo clandestino, ese régimen de apuestas sobre candidato o precio del dólar. Por ejemplo: Bilardo-$ 1.000. (Nuestro pálpito.)

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