La semana arrancó (o si se quiere: el mes/semestre terminó) con una jornada "difícil", donde lo más destacable fue la renuencia de las blue chips a entrar en lo que la tradición bursátil define como un "bear market" (mercado bajista). A poco de iniciarse las operaciones, el Promedio Industrial retrocedía 0,52%, ganaba 0,80% para el mediodía y volvía a caer en territorio perdedor cinco minutos antes del cierre. Más por casualidad que por verdadero convencimiento, cuando sonaba la chicharra de cierre el indicador bursátil subía 0,03 por ciento estacionándose en 11.350,01 puntos. Podrían esgrimirse muchos argumentos para explicar lo acontecido ayer, pero ninguna que no contemple el tradicional "window dressing" ("vistiendo cortinas": la estrategia mayorista de vender lo que más retrocedió y comprar lo que más subió, buscando convencer a los inversores de que las carteras están "bien armadas") y el reposicionamiento de carteras de finales del semestre será cierto.
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En esta oportunidad, estas actividades han tenido una importancia mayor que lo habitual, ya que el mes que acaba de terminar no sólo marcó la mayor baja en seis años, sino que ha sido el junio más perdidoso desde 1930. En los próximos días, debería de "asentarse" el polvo (las distorsiones inducidas por estas actividades) que levantó el derrumbe de junio. Pero esto no significa que el panorama vaya a estar mucho más claro. A pesar de 10,19% que perdieron las blue chips en los últimos días, la atención de los inversores pasó más por otro lado. Si bien ayer el crudo retrocedió a u$s 140,15 por barril, durante la rueda marcó un máximo de máximos al rozar u$s 144, avanzando 9,74% en el mes (46% en el año), casi lo mismo que el oro, que ganó 9,26% (17% en el año) y algo más que el cobre, que avanzó 7,37 por ciento. En la suba de los commodities influyó (aunque los números finales no lo sugieran) el retroceso del dólar, que cedió 1 por ciento frente a las principales monedas durante junio, pero también razones más puntuales como los problemas en el suministro de crudo y un creciente temor a la inflación (la tasa a 10 años quedó en 3,973%).
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