El Presidente abrió el período de sesiones

Discurso obviamente confrontativo, pero sin el nivel de otros. Sobre todo no fue triunfalista por el logro con la deuda, y eso está muy bien. La mayor precisión fue en la discusión con las privatizadas. Flojo en cuanto a enunciados económicos que visualicen un camino que favorezca las inversiones que reclama. La pieza oratoria tuvo párrafos poco creíbles, como que debe considerarse hoy íntegramente reestructurada la deuda argentina. No es así, aun cuando haya una aceptación de canje de 80%. También son de desconfiar las cifras de desempleo y creación de puestos de trabajo (que ubicó en 70% en la actividad privada que sabe que no es así). Hay que meditar, además, las cifras de baja de la pobreza e indigencia que se adjudicó para su gobierno. No podía faltar un dardo a los que llamó «escribas» (prensa). No iba a dejar pasar otra estocada a «los gurúes vernáculos», por los economistas, aunque en verdad tuvo mayoría de buenos pronósticos a su gestión de deuda. Estuvo bien en pedir que no haya pujas extremas entre capital y trabajo, y mencionó el equitativo principio de la productividad que genere mejores salarios sin devorar empresas o las mande a actuar «en negro». Habló de algo no muy entendible: «competitividad genuina». Tampoco se entiende que hable de «riesgo empresario» cuando alienta estatismos con dineros públicos. Ratificó principios de su gestión discutibles como «consumo motor de nuestro crecimiento» cuando al tener ahora la mitad de la deuda refinanciada en pesos -algo positivo- se arriesga a que un brote inflacionario le devore parte considerable de la quita que logró con el canje. También habló Kirchner de «tipo de cambio realista», pero nadie interpreta que lo dijo en el sentido económico correcto, que es que lo fijen la oferta y la demanda porque por los apoyos que prometió en el discurso a la producción nacional se avizora que mantendrá un tipo de cambio alto, aunque no sea «realista» precisamente. Dijo algo cierto aun con todas sus intemperancias como presidente de la Nación: «Cuando nos decidimos a ser nosotros mismos es cuando el mundo más comienza a valorarnos». Claro, eso no significa que inviertan en la Argentina. Más cuando intimó a las privatizadas a invertir más. Es lo ideal, pero no fácil de conseguir. Y le dijo con claridad: «No nos va a temblar el pulso para tomar decisiones. No obligaremos a nadie a quedarse en la Argentina. Tenemos desigualdad, pero nos defenderemos con uñas y dientes». No razona mal si con dureza le fue bien en el canje de deuda y cree que es el camino. Sobre la tragedia de Cromañón y el escándalo de Southern Winds centró todo, en ambos casos, en la «falla de los controles». En este concepto suyo no sorprendió y nadie esperaba que agregara culpas hacia gente de su confianza. Pero aquí afectó a Aníbal Ibarra y se atrevió a cargar directamente contra directivos de Southern Winds y Walter Beltrame, el hijo del comodoro. Pero al decir que contrabandos como el de Ezeiza «de hecho suceden en todas partes del mundo», acentuó la impresión de que no piensa escarbar más en su entorno. Anunció que ningún docente ganará menos de 700 pesos en el país. Mantiene inclinación por este gremio o les teme a sus huelgas, porque también le concedió el privilegio de 82% al jubilarse que no tienen otros trabajadores. Se alabó por la ESMA-museo. No dijo una palabra de la elección de Santiago del Estero, ni como reafirmación de la democracia, y expresó una frase de vuelo con raro efecto buscando un sayo a quien le quepa: «A veces pienso que uno no puede equivocarse tantas veces y hacerlo siempre de buena fe. Intuyo que algunos, que nunca han logrado construir un éxito propio, sólo se reconocen a sí mismos en el fracaso del otro».

Néstor Kirchner

El tono serio y adusto de Néstor Kirchner ayer en su mensaje a la Asamblea Legislativa no alcanzó para frenar el ímpetu con que senadores y diputados oficialistas aplaudieron el tramo del discurso donde se anunció el final del default. Fue el único momento de euforia destacable, en medio de un mensaje, considerado opaco por muchos, que propuso cinco ejes fundamentales de negociación y conflicto para el futuro de la administración Kirchner. Pero si un hilo argumental pudo encontrarse durante la hora y media -un lapso más largo que lo normal para estos mensajes-fue el sistemático ataque a quienes critican las medidas del gobierno, a sus antecesores en el peronismo, a economistas, medios de prensa, neoliberales, la década del '90 y operadores del mercado. No terminó de convencer a los legisladores el tiempo de discurso dedicado a referirse al caso Southern Winds, ni tampoco las explicaciones sobre el futuro del sistema de seguridad aeroportuario, sobre el que no se aportó mucho más que lo conocido. Sí hubo una fuerte señal acerca de la renegociación de contratos de concesión, tarifas y marco regulatorio de empresas de servicios públicos privatizados, aportando dos datos clave: se abre formalmente la negociación, y al mismo tiempo el gobierno reimpulsa la votación del polémico proyecto ya presentado por el Ejecutivo y que en noviembre se dio la orden de congelar por oposición de Roberto Lavagna a esa idea. Esa pelea ayer fue definida por el Presidente como «los sueños contra el interés» (ver vinculada). Como anuncio principal dejó el piso garantizado de $ 700 para todos los docentes del país que será financiado en compensación por la Nación.

• Retraso

En lo formal, Kirchner llegó al Congreso con casi una hora de retraso cuando los legisladores habían sido citados muy temprano por el viaje del Presidente a Uruguay para presenciar la asunción del mando de Tabaré Vázquez. Ese hecho sirvió para recalentar los ánimos, aunque el apuro que generó en el protocolo terminó beneficiándolo: no hubo tiempo para ningún desborde en el recinto -como el que había anunciado Luis Zamora por la falta de información en el caso del contrabando de drogas.

Recién a las 9.20 Kirchner ingresó a la explanada del Palacio junto a Cristina Fernández, que luego pasó a sentarse en el recinto rodeada de los senadores por Santa Cruz, en medio de un operativo de seguridad que había cerrado todas las calles que rodean al Congreso y el cierrede las estaciones de subte. Con presencia perfecta del bloque peronista, el radicalismo, los bloques de diputados provinciales, pero sin el ARI -«como expresión de rechazo al desprecio que el Poder Ejecutivo ha manifestado durante estos dos años por la actividad del Congreso», dijeron-, ni el bloque de Adolfo Rodríguez Saá -se había anunciado que el ex presidente no quería estar presente ante el temor de ser sindicado como la contracara de la salida del default-, Kirchner comenzó uno de los discursos más largos que se recuerden en la historia de las asambleas, consistió en la lectura de 33 carillas y terminó con una breve improvisación de 10 minutos.

Bastante antes que Kirchner arrancara el primer aplauso de los 15 con que sólo los peronistas lo halagaron, llegó la primera definición política cuando sacó a Eduardo Duhalde de la clásica lista de calamidades económicas que repite a menudo: «No somos el gobierno del default... no somos el gobierno de la convertibilidad... no somos el gobierno del endeudamiento eterno», dijo eliminando el «no somos el gobierno de la pesificación» que incluyó en momentos cumbre de la interna con el bonaerense. Una de las primeras críticas a economistas -una constante del discurso-llegó cuando sentenció: «No estamos dispuestos a dejar, en nombre de un pretendido pragmatismo, nuestros sueños, nuestros ideales y nuestras convicciones de lado». De allí en más cayeron en la picota presidencial los que se «resisten» a los cambios, los que exacerban los «errores del gobierno», los « partidarios del pasado» o los que quieren cambiar todo « mágicamente». Cada una de esas referencias fue curiosamente acompañada por una convocatoria a quienes se quisieran acercar a aportar ideas.

• Nación

Dejó en claro el Presidente que su noción de la década del '90 está marcada por el imperio de los vivos en lugar de los inteligentes, por el olvido a los honestos a cambio de «premiar la riqueza a cualquier costo» y la justificación de toda «avivada».

No hubo ninguna referencia numérica al canje de deuda, más que la confirmación de que los datos finales se conocerán mañana. Pero si una afirmación que radicales y provinciales tomaron como errónea: «Nuestro país ha dejado atrás el default, debiendo hoy considerarse íntegramente reestructurada la deuda argentina». Quizás olvidó el Presidente que no todos los bonistas aceptaron la oferta del canje y que un porcentaje que se conocerá recién el jueves quedó afuera, tal vez con poco margen de acción en lo judicial y en un mercado residual de poca liquidez, pero con poder para complicar en el futuro cualquier nueva colocación de deuda.

Después del primer festejo en las bancas llegó un segundo aplauso igualmente eufórico cuando Kirchner lanzó un clásico de la izquierda local: «Por primera vez podrá decirse que no se pagará deuda sobre el hambre y la sed del pueblo argentino» «El día jueves de esta semana informaremos al país los números exactos», dijo Kirchner, y lo siguió con otro ataque: «Pero vale la pena destacar que una vez más, afortunadamente, economistas y gurúes vernáculos fallaron en sus pronósticos y políticos con vocación de oráculos y pitonisas se equivocaron en sus profecías, también una vez más». Igual sentido que cuando recordó que «los que diariamente nos presionan o simplemente mienten, no lograron vaciarnos el alma ni apagar nuestros sueños».

El caso del contrabando de drogas en las valijas de Ezeiza - y la forma en que complicó la estrategia del gobierno para reestatizar algunas empresas en parte con aporte de capital para obras no realizadaso subsidios-apareció en el discurso mucho antes que Kirchner lo mencionara explícitamente. Comenzó cuando el Presidente anunció la apertura de negociaciones con privatizadas y definió allí su concepto de empresa pública y privada. «No se trata de una discusión respecto de si la regla debe ser la prestación pública o la prestación privada de los que constituyen los servicios públicos. No se trata de levantar banderas de estatización o de privatización. Se trata de sumar competitividad a nuestra economía, generar trabajo y dar servicios adecuados».

Y no alcanzaron ni a radicales, menos a aristas o a provinciales las definiciones -incluso jurídicamente complicadassobre el caso de contrabando: «Podemos analizar como caso testigo el episodio de narcotráfico descubierto en Ezeiza en el que estaría involucrado el hijo del jefe aeronáutico del aeropuerto e integrantes de una empresa privada», sentenció Kirchner con un nivel de certidumbre que aún no mostró ni el propio juez Carlos Liporace. Al mismo tiempo cambió la justificación por el descabezamiento de la cúpula de la Fuerza Aérea: de la culpa por no haber informado al Ejecutivo sobre el caso de contrabando, se pasó a la responsabilidad por « complicidad u omisión de quienes debieron controlar», un cambio de estrategia que, sin duda, beneficia a ministros, funcionarios y espías, que quizás también sabían y olvidaron informar.