Carmelo Angulo, como otros embajadores que se van, empezó la lenta despedida; tiene fecha de viaje a fin de año, pero puede demorarse a fin de enero si sigue sin salir el nombramiento del reemplazante, el diputado andaluz Rafael Estrella (tiene placet argentino, pero todavía no obtiene el nombramiento del Consejo de Ministros de España).
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
El diplomático fue la estrella en la cena de fin de año en el Alvear de la Cámara de Comercio Argentino-Española, con un primer discurso de despedida que podría haber suscripto por su entusiasmo un funcionario del gobierno; Angulo, sin embargo, se va en malas relaciones con el gobierno Kirchner, a quien le irritó el tono de estadista con que se mueve este embajador que le proveyó de la célebre Mesa del Diálogo desde el PNUD a Eduardo Duhalde, que decía que esa mesa le había otorgado de un plan de gobierno (¿lo tuvo alguna vez?).
En las mesas principales estaban Manuel Marín González, presidente del Congreso de los Diputados de España, que vino a sondear el clima de la mediación de su rey en la puja por las papeleras, que está a punto de poner a Juan Carlos al borde de otro desaire kirchnerista. También el abogado heredo-italiano que preside esa cámara como ejemplo de transversalidad étnica, Guillermo Ambroggi; Daniel Arroyo, segundo de Alicia Kirchner como secretario de Políticas Sociales y Desarrollo Humano; Beatriz Nofal, presidenta del directorio de la Agencia Nacional de Desarrollo de Inversiones; Alejandra Scharf, subsecretaria de Financiamiento del Ministerio de Economía; Mario Vicens, presidente de la Asociación de Bancos de la Argentina; Sergio Beros, ministro de Hacienda de Telerman; Adelmo Gabbi, de la Caja Nacional de Valores; Pedro Sáenz de Santa María, de Gas Natural Ban; Diego Sobrini, de Mapfre; Eduardo Caride y Mario Vázquez, de Telefónica; José María Hidalgo, de Endesa, y Gonzalo López Fanjul, director adjunto a la dirección general para la Argentina, Brasil y Bolivia de Repsol YPF, que recibió un premio por su apoyo a esa muletilla ambigua que es la «responsabilidad social empresaria».
Arroyo dio un ejemplo de discurso de funcionario latinoamericano. Rodeado de empresarios y seguro de que nadie le iba a ir a contar nada al gobierno, elogió a la empresa Repsol como si fuera su empleador.
Futuro
Además, dibujó un programa futuro para la secretaría que ejerce que propone lo contrario de lo que hace hoy: hay que terminar, dijo, con la dádiva y el clientelismo, como si no fuera eso lo que hace su gobierno. Prometió que en otra vida -cree que la tendrá atado al Presupuesto- no repetirá los errores que ahora condena.
López Fanjul, de Repsol YPF, subió dos veces a la tribuna. Una para recibir la plaqueta de la distinción de la cámara y una segunda vez porque se ganó el sorteo de una semana todo pago en una playa mexicana. No quería quedarse con todos los premios de la noche y mandó que se repitiera el sorteo; el regalo se lo llevó un empresario del sector editorial.
Dejá tu comentario