Susan Segal, la encargada operativa del Council of the Americas, se cansó de invitar empresarios para la que, según ella, será la gran jornada de Cristina y Néstor Kirchner en Nueva York, el próximo setiembre: la mañana en que la pareja presidencial ingrese al recinto de la Bolsa neoyorquina para hacer cimbrar la tradicional campana de la casa. Es lógico que a una discípula de David Rockefeller -a quien el banquero puso a resguardo en el Council luego de algunos traspiés en su desempeño financiero- entienda que no hay imagen más aceptable que la de un presidente latinoamericano subido al balcón principal de la catedral del capitalismo internacional, en el corazón de Wall Street.
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Lo que cobra significado es que también Kirchner parece estar interesado en esa imagen y que ha instruido a su Cancillería para organizar la visita a Manhattan que iniciará el 16 de setiembre con énfasis principal en los negocios y la atracción de inversiones. En este sentido, la concurrencia a la Bolsa puede resultar decisiva para tomar contacto con líderes empresariales locales, que suelen ser muy selectivos con su agenda mientras se celebra la Asamblea General de la ONU en la ciudad y asciende la demanda de entrevistas por parte de los políticos visitantes. Jorge Taiana, el canciller, convocó para organizar todo este entramado a Héctor Timerman, el cónsul general en Nueva York. Timerman, por lo que se sabe, hizo un vuelo rasante por Buenos Aires durante el fin de semana, en secreto absoluto.
La ex financista Segal está especialmente entusiasmada con esa escena bursátil. También con la posibilidad de que los Kirchner visiten la sede del Council para que el Presidente pronuncie allí un discurso. Con esa intención, la representante de Rockefeller visitó la residencia de Olivos y dialogó con la primera dama por más de dos horas. Confidencias mutuas e inclusive alguna crítica personal contra Daniel Hadad, que organizó, un día antes, un simposio simultáneo al que ella promovió en Buenos Aires. Sus observaciones aumentaron por considerar una deslealtad del empresario mediático, pues él participó en las reuniones previas del Council. Solidaridad de Cristina, quien no siempre coincide con las amistades de su esposo (y menos aún con las de Julio De Vido).
La presencia en la Bolsa, los discursos en favor del mercado, la seducción a quienes quieran apostar al país y sus negocios serán también determinantes para compensarun hecho al parecer inevitable, pero inconveniente para el vínculo con los Estados Unidos: el voto a favor de que Venezuela se integre al Consejo de Seguridad de la ONU como miembro no permanente. Esa candidatura está impugnada por los Estados Unidos sobre todo porque en la agenda del organismo está el examen del programa nuclear de Irán, país al que el emir bolivariano ha prestado su adhesión. El argumento del gobierno argentino está alineado con los de Brasil, Paraguay y Uruguay: es imposible negarle el voto a un miembro del Mercosur. Sobre todo cuando se tiene en cuenta que si la república bolivariana resultara peligrosa en el Consejo de Seguridad, con los mismos motivos debería ser expulsada de aquel bloque sudamericano. Para superar la incomodidad, la Cancillería argentina evaluó con la brasileña la opción de postular a otro socio y, de ese modo, no desairar a Chávez. Pero la estrategia resultó en exceso complicada. Ahora, en secreto, algunos ruegan que Estados Unidos consiga los votos en la Asamblea para que el latinoamericano que ocupe esa banca por dos años sea Guatemala. Aun así, nadie podrá aducir que la fraternidad bolivariana sólo incluye a la izquierda populista: el socialismo chileno le reclamó a Michelle Bachelet, ayer, que vote también en favor de Chávez (en reciprocidad por el voto venezolano a favor de Miguel Insulza para la Secretaría general de la OEA, que el chileno desempeña).
Interrogante
¿Habrá reunión con George Bush durante esta visita a los Estados Unidos? La pregunta es recurrente cada vez que un presidente concurre a la Asamblea. Y la respuesta también: el mandatario local no concede entrevistas particulares y se limita a ofrecer una comida, casi siempre en el Museo de Ciencias Naturales. Pero durante este viaje, el atractivo de un encuentro con el presidente norteamericano acaso sea menor. No por las previsibles cuestiones de imagen, sino porque a partir del próximo noviembre la política de los Estados Unidos se tramitará más en el Congreso que en la Casa Blanca. Sobre todo para un líder como Kirchner, que pretende la reelección por otros cuatro años.
Dicho de manera más precisa, el gobierno podría encontrar en este viaje una ocasión para tomar contacto con legisladores claves para América latina. La lista no es muy larga. Bastaría con tratar a los presidentes de los subcomités encargados del continente americano (Hemisferio Occidental, para la nomenclatura de Estados Unidos) en las dos cámaras del Congreso: Norm Coleman y Dan Burton. Una estrategia de este tipo debería incluir también al líder del subloque latino de la Cámara de Representantes, por ejemplo. Cristina Kirchner, quien ya cultivó esa agenda (en la convención demócrata de hace dos años trabó relación con el máximo conocedor de la agenda latinoamericana del Congreso, el senador Christopher Dodd), podría retomarla en este viaje.
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