5 de enero 2007 - 00:00

Fin de libertad en salud: devuelven poder económico a los gremios

• La CGT quiere impedir que afiliados elijan su obra social. • Fue la reforma de los 90 que más afectó a los sindicatos. • Lo pidió Moyano en reuniones con De Vido y Alberto Fernández. • Aceptó techo para paritarias en marzo: 15% para suba salarial.

Julio De Vido, Alberto Fernández, Carlos Tomada, Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Armando Cavalieri.
Julio De Vido, Alberto Fernández, Carlos Tomada, Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Armando Cavalieri.
Antes de que los capitostes del sindicalismo se dispersaran rumbo a playas más o menos exóticas, los principales funcionarios de Néstor Kirchner agasajaron a Hugo Moyano. El camionero se reunió con Alberto Fernández y Julio De Vido. Reuniones individuales, claro. Néstor Kirchner ha conseguido que su mano izquierda no sepa lo que hace su mano derecha, como manda el Evangelio: estos funcionarios jamás coinciden en un mismo conciliábulo, salvo que los convoque el Presidente.

El encuentro que cobija la novedad mayor es el que se produjo con el jefe de Gabinete. La relación de De Vido con Moyano es cotidiana y tan confianzuda que el ministro recibió al camionero a comer en su propia casa: una retribución por la hospitalidad del sindicalista en Montes de Oca y Uspallata, su torre.

En cambio, con Fernández hubo que acortar distancias. Por suerte estaba Héctor Capaccioli para facilitar la tarea. Es el superintendente de Salud, tentáculo del jefe de Gabinete en el manejo de las obras sociales (auxiliado, es cierto, por Néstor Vázquez, una estrella de los 90 en el negocio). Capaccioli consiguió, merced a la cooperación de varios gremialistas amigos, hacer las paces con Juan Rinaldi, el abogado a quien Moyano confió el manejo de la Administración de Programas Especiales, desde donde distribuyen los subsidios a sindicatos. Capaccioli y Rinaldi se llevaron pésimo hasta que, hace unos meses, descubrieron que la pelea podía alejar a ambos de la «caja» que les había sido confiada. Por eso el amigo de Fernández se planteó miras más ambiciosas: si él se había reconciliado con Rinaldi, ¿por qué su jefe no podía hacerlo con el superior de su nuevo amigo? Así nació el encuentro de Fernández con Moyano.

  • Dato importante

  • Durante la reunión no se habló de De Vido. Es el primer dato importante.

    Moyano pensó durante los últimos meses que muchos golpes que recibía desde la oscuridad del poder provenían de la Jefatura de Gabinete y no estaban destinados a él sino al ministro de Infraestructura. Creyó también que algunos alineamientos sindicales que se dispusieron en su contra, como la coordinación del estatal Andrés Rodríguez con Gerardo Martínez y Luis Barrionuevo, obedecían a órdenes de Fernández. Hasta las indagaciones de la AFIP sobre su entorno, por ejemplo en el caso del taxista Omar Viviani, parecían, en las peores pesadillas, originadas en la interna del gabinete.

    Por eso el encuentro con Fernández, sobre el filo del fin de año, sirvió para despejar esas fantasías persecutorias, por lo menos por un momento. Pero como lo que fue a hacer el camionero a lo del ministro no era terapia sino lobbying, conviene pasar a las «conquistas» que le arrebató, por ahora de palabra, al jefe de Gabinete:

  • La demanda inicial tuvo carácter de urgencia. Se trató de una autorización para generalizar el aumento del mínimo no imponible para el Impuesto a las Ganancias. Es una medida bastante razonable, al menos desde que Kirchner la hizo efectiva sólo para un grupo de trabajadores, los petroleros privados de la Patagonia, y no para todo el universo comprendido en el problema. Fue una ley especial sancionada bajo presión, durante la huelga que los sindicalistas de Neuquén, Chubut y Santa Cruz interrumpieron el flujo de gas hacia el Norte. El traje a medida lo confeccionó en el Congreso un diputado subordinado a Moyano: el abogado Héctor Recalde. Ahora, el jefe de la CGT está urgido para corregir esa inequidad. Se enteró de que en la despedida del año que hicieron sus adversarios en la sede de la UOCRA, una de las conjuras fue promover un proyecto de ley propio, si fuera posible ignorando a Recalde, para generalizar el beneficio dado a los sureños. Moyano, es lógico, quiere adelantarse, pero requiere la venia oficial. Son los costos de su subordinación total a la Casa Rosada.

    Fernández, por supuesto, le autorizó la pretensión pero le pidió tiempo para llevarla adelante.

  • La otra solicitud de Moyano fue más ambiciosa. Se trata nada menos que de la derogación de la desregulación de las obras sociales. La medida más significativa adoptada en los 90 en el campo de la salud fue la que les dio a los afiliados de las «cajas» sindicales la posibilidad de dirigir su aporte a cualquier entidad del sistema regulado por la Superintendencia y la APE. Esa emancipación de los aportes permitió que los afiliados a una obra social pudieran disfrutar de los beneficios de otra, sobre todo en el caso en que una organización establezca convenio con empresas de prepago.

    El beneficio de este nuevo régimen era obvio: le otorgaría competitividad a un sistema apoltronado sobre la cautividad de los clientes o afiliados. Sin embargo, hay algunas distorsiones introducidas por esa prerrogativa que envalentonan ahora a los gremialistas y les hacen reclamar el retorno al orden anterior, donde cada contribuyente estaba «condenado» a la obra social de su actividad.

    Esas distorsiones se vuelven bastante evidentes en el caso de obras sociales ínfimas que consiguieron acuerdos con prepagas. Se convirtieron así, sin prestar servicio alguno, en «boquetes» a través de los cuales las prepagas ingresaron al sistema « solidario» a capturar los afiliados de mejores ingresos. Los casos que se ponen siempre como ejemplo son los de Organismos de Control (su conductor, Hugo Buisel Quintana, para generalizar el aumento del mínimo no imponible para el Impuesto a las Ganancias. Es una medida bastante razonable, al menos desde que Kirchner la hizo efectiva sólo para un grupo de trabajadores, los petroleros privados de la Patagonia, y no para todo el universo comprendido en el problema. Fue una ley especial sancionada bajo presión, durante la huelga que los sindicalistas de Neuquén, Chubut y Santa Cruz interrumpieron el flujo de gas hacia el Norte. El traje a medida lo confeccionó en el Congreso un diputado subordinado a Moyano: el abogado Héctor Recalde. Ahora, el jefe de la CGT está urgido para corregir esa inequidad. Se enteró de que en la despedida del año que hicieron sus adversarios en la sede de la UOCRA, una de las conjuras fue promover un proyecto de ley propio, si fuera posible ignorando a Recalde, para generalizar el beneficio dado a los sureños. Moyano, es lógico, quiere adelantarse, pero requiere la venia oficial. Son los costos de su subordinación total a la Casa Rosada. Fernández, por supuesto, le autorizó la pretensión pero le pidió tiempo para llevarla adelante.

  • La otra solicitud de Moyano fue más ambiciosa. Se trata nada menos que de la derogación de la desregulación de las obras sociales. La medida más significativa adoptada en los 90 en el campo de la salud fue la que les dio a los afiliados de las «cajas» sindicales la posibilidad de dirigir su aporte a cualquier entidad del sistema regulado por la Superintendencia y la APE. Esa emancipación de los aportes permitió que los afiliados a una obra social pudieran disfrutar de los beneficios de otra, sobre todo en el caso en que una organización establezca convenio con empresas de prepago.

    El beneficio de este nuevo régimen era obvio: le otorgaría competitividad a un sistema apoltronado sobre la cautividad de los clientes o afiliados. Sin embargo, hay algunas distorsiones introducidas por esa prerrogativa que envalentonan ahora a los gremialistas y les hacen reclamar el retorno al orden anterior, donde cada contribuyente estaba «condenado» a la obra social de su actividad.

    Esas distorsiones se vuelven bastante evidentes en el caso de obras sociales ínfimas que consiguieron acuerdos con prepagas. Se convirtieron así, sin prestar servicio alguno, en «boquetes» a través de los cuales las prepagas ingresaron al sistema « solidario» a capturar los afiliados de mejores ingresos. Los casos que se ponen siempre como ejemplo son los de Organismos de Control (su conductor, Hugo Buisel Quintana,es casi tan conocido entre los constructores de Miami como entre los afiliados de Monserrat), Capitanes de Ultramar y Comisarios Navales (pasó en poco más de un año de tener menos de 100 afiliados propios a 150.000 aportantes).

    La denuncia de estas prácticas abrió una guerra entre gremialistas. Quienes siguen administrando sus organizaciones con prestaciones propias se quejan de que esos otros «sellos de goma» los vacían de los aportantes más remunerados y, por lo tanto, asfixian al sistema tradicional desde el punto de vista financiero. Estos argumentos sensibilizaron a Fernández, quien, si de algo conoce, es de los mecanismos del mundo del seguro que dominan el negocio de la salud. Si Kirchner cediera en el pedido, los gremios verían más que justificada la colaboración que ofrecen al gobierno en tiempos de alta inflación y el consecuente deterioro del salario. Volverán, como corporación, al paraíso perdido.

  • La tercera bandera en la que salió envuelto Moyano del encuentro con Fernández fue, había que esperarlo, la del salario. El secretario general confirmó allí lo que le había adelantado De Vido: la pauta salarial para las paritarias del primer trimestre de este año es de 15%. Fue una orden.

    Imposible comparar la reunión con el jefe de Gabinete, aun cuando fue cordial y comprensiva, con la comida servida en lo de De Vido. El arquitecto agasajó a Moyano con las delicias de la casa y, además, le expresó su agradecimiento por los servicios prestados al gobierno durante el año. Una delicadeza propia de las fiestas fue no enrostrarle las prebendas de que han disfrutado el camionero y su grupo durante el mismo período, sin las cuales es imposible comprender aquella cooperación. Con delicadeza, el ministro le indicó a su huésped la conveniencia de abrir el juego dentro de la CGT. Es decir, le transmitió el mensaje escuchado de labios de Rodríguez, Martínez y José Luis Lingieri el miércoles de la semana pasada. «Si no incorporamos a todos, va a seguir habiendo problemas con la conducción», recomendó De Vido, quien ya sinceró su papel en esta trama hablando en primera persona del plural. Enseguida le sugirió a Moyano una señal ecuménica: realizar un encuentro con todos los sindicatos ligados a la energía, indispensables para evitar los cortes de servicios en el año electoral. «Quiero darles las gracias. Los tuvimos lejos y se portaron bien. En cambio, mirá lo que nos pasó con los amigos, que casi nos matan desde el Sur.» Meditaciones del fin de año de un ministro dadivoso.
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