"Pasto de las llamas" es un lugar común, muy utilizado para graficar la intensidad de un incendio. Y si se lo traspola a la fecha bursátil -mundial-de la víspera, seguramente que no le queda holgado, ni inapropiado.
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Siempre con el epicentro, ya focalizado en esta crisis desde hace tiempo, en las explosiones del índice Dow Jones y sus parientes. Al parecer, por un dato de la economía que no vino satisfactorio, el mercado del NYSE volvió a prenderse fuego hasta dejar una brecha de 3 por ciento en sus valores.
Lo demás fue una propagación, que tomó a los distintos mercados y los hizo pasto de las llamas. El vecino índice Bovespa terminó rozando 4% de derrape. Y ya el fuego se vino hacia Buenos Aires, donde -se sabe-no hay modo de ensayar defensas, más que con una oferta que no sea demasiado agresiva.
La consecuencia y las huellas de esta onda expansiva se reflejaron en términos muy duros. Probablemente, lo más notorio es haber visto perforar otro piso de centena y quedando el Merval clásico en 1.694 puntos, que no se viera desde hace más de dos ejercicios. El daño se patentizó en 3,6% de caída, con mínimo en solamente 1.688 y máximo en 1.758 puntos.
Los negocios
Afortunadamente, el volumen se mantuvo en términos bajos, no más de 36 millones de pesos de efectivo, evitando una salida en forma de «corrida» y que hubiera llevado la baja a límites tremendos, porque las órdenes caían en un vacío y solamente debiendo ceder terreno para colocarse.
En la oportunidad, y más allá de que la Bolsa no mostraba señales positivas en la semana, lo del Merval formó parte de un convoy bursátil que se prendió fuego y sin poderse evadir del daño general. Cabe separar las cuestiones, que ya bastante tenemos con causas propias, para agregarle alguna que no lo fue. La Bolsa, chamuscada.
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