El cambio de almanaque en realidad no significa nada. Para algunos de los más atribulados inversores, es el único respiro que han recibido en los últimos meses. Si bien en la superficie del mercado todavía no se ven las señales de lo desastroso que resultó el año para los inversores, el desplome de casi 24% que experimentó el S&P 500, alcanzando con ello la peor baja trianual desde la crisis de los años '30, ha golpeado mucho más duro de lo que cualquiera puede pensar. Es que ni la psicología de los inversores ni los modelos de las computadoras estaban preparados para algo así. Y tampoco están preparados para enfrentar un cuarto año consecutivo de caída, a pesar de que, tímidamente, algunos de los analistas más conocidos están musitando que esto podría llegar a ocurrir. Si en lugar de ser apenas una brisa, estas voces sonaran como un ventarrón, podríamos empezar a apostar que el mercado está pronto a tocar fondo. Lamentablemente, la experiencia para los que conocimos la depresión de los '70 o estudiamos algo de la historia bursátil indica que tal vez deberemos esperar más antes de poder volver a mostrarnos optimistas. Es cierto que en estos momentos el mercado y la realidad diaria de los norteamericanos parecen andar por caminos separados. Esto nos enfrenta a tratar de interpretar qué es lo que está ocurriendo: ¿es el desplome accionario simplemente parte del proceso correctivo luego del mercado exuberante de los '90? ¿O está el mercado anticipando malos tiempos? ¿Será posible una combinación de ambos elementos? ¿O habrá otra razón que desconocemos? Lo que sabemos es que el tiempo permitirá despejar estos interrogantes, así que lo más importante es ser capaces de sobrevivir hasta entonces. Y para esto lo que más se requiere es prudencia.
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