Todos (aunque tal vez algunos no) sabemos que la suba del mercado accionario y del financiero en general depende hoy por hoy de lo que vaya a hacer la Reserva Federal cuando se reúna su Comité Abierto en once días. Mas allá de lo que sugieren los diferenciales de tasas a futuro (una chance de 100% para un recorte de 0,25 de punto porcentual y de algo menos de 50% para un recorte de 0,5) lo que está claro es que el mercado en su conjunto está convencido de que se viene una baja en el costo del dinero interbancario. Tan es así que las palabras del presidente de la Reserva de San Louis (tal vez el "más duro" de todos los gobernadores) sugiriendo que el riesgo de una recesión ha aumentado y que aún falta alcanzar lo peor de la crisis inmobiliaria, no evitaron que el buen humor de los inversores llevara a que el Dow trepara ayer 0,44% cerrando en 13.363,35 puntos. Claro que en el usual juego a dos puntas que sigue la gente de Ben Bernanke, casi al mismo tiempo el presidente de la reserva de Atlanta declaraba que no hay señales de que la crisis inmobiliaria y crediticia se esté volcando sobre la economía.
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Esto último, en combinación con el anuncio de que las ventas minoristas de agosto fueron ligeramente superiores a lo esperado (entre lo mejor de la jornada estuvieron las grandes cadenas al menudeo) y que la productividad de los trabajadores había mejorado, fueron las excusas más empleadas para justificar la suba de las acciones. Claro que como ha venido ocurriendo desde que pasara lo peor de la última crisis, el bajísimo volumen negociado coloca un manto de duda sobre la fortaleza del impulso alcista de los inversores (hay quien vinculó la falta de interés con el nerviosismo que generan los datos que conoceremos en apenas horas sobre la situación laboral). Esto se refrenda al ver que lo mejor de la jornada pasó por las empresas de servicios públicos (tradicional refugio en tiempos de crisis) seguidas detrás por las del sector "materiales" (aquí fue clave el repunte en el precio del oro y el del petróleo), mientras lo peor les tocó a las financieras (golpeadas por una nueva suba de la tasa Libor que marcó su tercer récord consecutivo).
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