25 de febrero 2024 - 00:00

La licuadora de Javier Milei: el ancla del plan económico son los salarios y los ahorros

Dde acuerdo al último informe del CIEN, la incipiente desaceleración de la inflación solo es posible debido a una fuerte caída de la actividad económica, producto de la licuación de ingresos, ahorros y gasto público generada por las políticas del gobierno de Milei.

La licuadora de Javier Milei: el ancla del plan económico son los salarios y los ahorros.

La licuadora de Javier Milei: el ancla del plan económico son los salarios y los ahorros.

En enero la inflación se ubicó en 20,6%, un valor algo más bajo de lo esperado semanas atrás. Los indicadores de inflación de alta frecuencia de distintas consultoras mostraron cierta desaceleración de la suba de precios en las últimas semanas, luego de alcanzar niveles récord desde 1991 como consecuencia de la devaluación de diciembre y la liberación de distintos precios, medidas impulsadas por el propio gobierno de Javier Milei.

Lejos de lo prometido en campaña respecto de que el ajuste lo pagaría la casta política, los costos del plan desinflacionario del gobierno están siendo asumidos por el conjunto de la sociedad. Esta tímida desinflación solo es posible debido a una fuerte caída de la actividad económica. Con tan solo dos meses de gobierno, los indicadores económicos anticipan un gran golpe. En enero, las ventas minoristas cayeron, en términos reales, un 28,5% respecto a enero del año pasado, de acuerdo a los datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).

En el centro del plan del gobierno, que necesita forzar una recesión, se encuentra la estrategia de licuación de los ingresos, los ahorros, el capital de trabajo de las empresas y el gasto del gobierno.

De acuerdo con el dato del RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables) de diciembre -publicado y luego eliminado de la página oficial del Ministerio de Capital Humano- la caída del poder adquisitivo de los trabajadores registrados fue del 13,7% mensual y del 19,9% interanual en términos reales. Se ubica al mismo nivel que a mediados de 2005, poco tiempo después de la crisis de la salida de la convertibilidad.

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En enero, el promedio de los acuerdos paritarios de los principales sectores de actividad arroja una suba del 20% en términos nominales. Así, los salarios del sector registrado habrían empatado el avance de los precios en el mes, pero no recuperado nada de lo perdido en diciembre. Además, como ilustra el dicho “en el promedio se ahogan los enanos”, las paritarias presentan mucha dispersión: algunos sectores consiguieron aumentos muy por encima de la inflación (farmacéuticos, alimentación, comercio y seguros, por ejemplo), y otros quedaron muy por debajo (estatales, encargados de edificio y trabajadoras de casas particulares, entre otros).

El gobierno no estableció ninguna pauta de aumento de referencia para las negociaciones paritarias y es evidente que no impulsó la recuperación de los salarios. El ejemplo cabal de esto es la propia paritaria estatal (que tanto en diciembre como en enero se ubicó muy por debajo de la inflación), y, sobre todo, el hecho de que demoró en convocar al Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil y, ante la falta de acuerdo, dispuso un aumento muy por debajo de la suba de los precios (30% en dos tramos, contra el 85% que reclamaba la CGT).

La licuación de los ingresos es necesaria para el plan económico: el consumo privado es el principal componente del PBI. Desde la perspectiva del gobierno, la caída del poder adquisitivo provocará la necesaria caída de la actividad económica, desincentivando los aumentos de precios.

Mientras la caída de los ingresos es una característica “esperable” de cualquier programa de ajuste ortodoxo, la singularidad de este programa es la política monetaria: una tasa de interés real muy negativa genera la licuación de los stocks. No solo caen los ingresos, sino también los ahorros de las personas y el capital de trabajo de las empresas. La tasa de interés de los plazos fijos tradicionales para personas físicas se ubica en torno al 9% mensual (110% anual) frente a una inflación que ronda el 20%. Esto provoca que el dinero invertido en plazos fijos no pueda mantener su valor real y vea reducido su poder adquisitivo de forma acelerada.

Los hogares y las empresas no tienen escapatoria a la licuación: no hay otro instrumento que permita resguardar el valor de los pesos. Los títulos públicos CER (que ajustan por inflación) están muy caros, los títulos dollar linked siguen una devaluación del 2% mensual y el dólar paralelo se mantuvo relativamente estable. La única alternativa para cubrirse de la inflación son los plazos fijos UVA, pero presentan restricciones: son solo para personas físicas con un tope de hasta $5 millones y el BCRA aumentó el plazo mínimo de la inversión de 90 a 180 días para desincentivar su colocación.

Desde la perspectiva del gobierno, la licuación de los stocks de pesos favorece el plan desinflacionario, ya que disminuye las posibilidades de que se produzca una corrida cambiaria contra el dólar paralelo, que aumente la brecha cambiaria y fuerce otra devaluación del tipo de cambio oficial. A su vez, ante una eventual relajación de los controles cambiarios, la licuación de los stocks de pesos disminuye la posibilidad de que se produzca una corrida cambiaria contra el propio dólar oficial.

Por último, la aceleración inflacionaria también provoca la licuación de algunas partidas importantes del gasto público como las jubilaciones, por lo que desempeña un rol fundamental en el objetivo del gobierno de alcanzar el déficit cero. De acuerdo a la Oficina de Presupuesto del Congreso, el gasto primario se desplomó un 30,8% en enero respecto de enero del año pasado y las jubilaciones cayeron un 32,5%. La búsqueda del déficit cero funciona como ancla del programa desinflacionario vía expectativas, a la vez que la caída del gasto en partidas como jubilaciones, subsidios y obra pública induce a una mayor recesión, que impediría convalidar nuevas subas de precios.

A pesar de la incipiente baja de la inflación, existen muchos interrogantes sobre su sostenibilidad. No hay un abordaje de la inercia inflacionaria, mientras que sí hay fuertes tarifazos en puerta y dudas sobre la trayectoria futura del tipo de cambio oficial, ya que la rápida apreciación cambiaria producto de la inflación podría llevar al gobierno a devaluar nuevamente. De lo que no hay dudas es de su aspecto más sombrío: la verdadera ancla del programa y la variable de ajuste fundamental son los ingresos y ahorros de los argentinos.

Si bien la licuación de los salarios, los ahorros y el gasto público es consistente con un programa que busque reducir la inflación y estabilizar la economía, lo cierto es que Milei dice a viva voz que su plan es otro: cada vez que puede, confirma su objetivo de cerrar el Banco Central y dolarizar la economía cuanto antes. La licuación también es funcional a ese objetivo.

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