Carlos Melconian, quien, en caso de ganar las elecciones Juntos por el Cambio, ocupará el cargo de ministro de Economía, considera que Argentina está en recesión desde mediados de este año, situación que se puede revertir a partir de “cómo le vaya al próximo gobierno y a su programa económico. Si le va bien, será una recesión corta”. Si bien no ve “una hiper en la cercanía” advierte sobre “los riesgos de liberalizaciones cambiarias apresuradas y desordenadas en un contexto macro y político tan inestable como el actual”.
Los 3 planes que implementaría Melconian si Juntos por el Cambio llega al gobierno
El candidato a ministro de Economía de Patricia Bullrich advirtió sobre "los riesgos de liberalizaciones cambiarias apresuradas".
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Carlos Melconian dialogó con Ámbito.
Melconian aspira a que el 10 de diciembre sea un punto de partida que “aborte la expectativa de espiralizaciones virulentas e inmanejables”. Si llegan a ser gobierno, para el economista, el anuncio de arranque debe ser “un plan x 3: un programa de estabilización macroeconómica, reformar el sector público y reorganizar el sector privado. Las tres cosas simultáneamente”, al tiempo que aclara que, sin estabilidad, las reformas y la reorganización quedarán truncas o caerán en saco roto.
Además, admite su preocupación por las Leliq, pero confía en que se pueda ir “desarmando de a poco, pagando por las LELIQ tasas de interés “bajas”. Anticipa que es necesaria una reforma tributaria como asimismo una laboral. A continuación, los principales temas tratados con Ámbito.
Periodista: En el segundo trimestre de 2023 la actividad económica cayó 4,9%, interanual. Tras el salto del dólar después de las elecciones primarias, se produjo una fuerte suba de precios que afectó los ingresos de la población. El Gobierno dio como respuesta un paquete de medidas. ¿Alcanzan estas medidas para compensar la pérdida de poder adquisitivo o seguirá el deterioro y la caída del consumo?
Carlos Melconian: La economía argentina está en recesión desde mediados de este año. El gatillo originario fue la sequía que desplomó la cosecha. El agro y todo lo que está en contacto con este sector se vio muy afectado. El resto de las actividades (industria, comercio, construcción, etc.) empezó gradualmente a sentir también las consecuencias. El desorden cambiario y el fogonazo inflacionario de estos meses echan leña al fuego. Las medidas del gobierno corren la situación de atrás. No van a cambiar la historia de la actividad y el consumo. La pregunta del millón es si esta será una recesión corta o larga. Hace una gran diferencia. Corta para los parámetros argentinos es alrededor de un año: o sea, no nos vamos a salvar de una contracción de la actividad que dure hasta la salida del verano. Cómo siga esta historia después, dependerá de que el clima ayude y la cosecha 2024 se normalice y fundamentalmente de cómo le vaya al próximo gobierno y a su programa económico. Si le va bien, será una recesión corta. Y viceversa.
P.: Los últimos datos sobre los precios mayoristas muestran una aceleración, con una suba de 18,7%. Algunos analistas sostienen que la falta de reservas en divisas (se calculan que son negativas en unos 4.500 millones de dólares) y la caída en la demanda de dinero, entre otros elementos, plantean el riesgo de hiperinflación. ¿Cree Usted que existe el peligro de hiperinflación?
C.M.: Una hiperinflación en Argentina significa que la suba de los precios se duplica mes a mes. El ejemplo es la seguidilla febrero a julio de 1989: 9% mensual, 17, 33, 78, 114, 196. Algo parecido sucedió entre diciembre 1989 y marzo 1990: diciembre 40% de inflación mensual, enero 79%, febrero 61%, marzo 95% (con el Plan BONEX en el medio). Son espiralizaciones extremas que se dan en un contexto político muy frágil, una macro extremadamente desordenada y cuando el dólar oficial “se enloquece” y succiona los precios.
No veo necesariamente una híper en la cercanía. Sí alerto sobre los riesgos de liberalizaciones cambiarias apresuradas y desordenadas en un contexto macro y político tan inestable como el actual. No se pueden subestimar los impactos de las disparadas o los saltos violentos del dólar oficial (que es el que impacta más sobre la mayoría de los precios). Son muy desestabilizadores. Ojo. También alerto sobre las consecuencias de intentar seguir con más de lo mismo. Porque se va a chocar contra la realidad. El 10 de diciembre tiene que ser el punto de partida que aborte la expectativa de espiralizaciones virulentas e inmanejables. Entre la irresponsabilidad de espejitos de colores del actual oficialismo y la fantasía de otros, hay una salida que da tranquilidad. Que la gente sepa que hay una salida realista, consistente, que genera horizonte sin necesidad de tragedias en el medio.
P.: Algunos economistas estiman que la inflación el año que viene podría ser de 200%. ¿Cuál es su proyección? ¿Y de actividad?
C.M.: Los números de la inflación y actividad de 2024 estarán totalmente ligados a si el gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre entra con el pie derecho o el izquierdo (además de si el clima ayuda, llueva y se recupere el agro). Con una administración que arranque bien en lo político, con control de la situación, que se haga fuerte en el Congreso, capee el temporal del inevitable reacomodamiento y sinceramiento inicial de precios relativos macro y micro y logre implementar un programa de estabilización (adecuado a las circunstancias), la tasa de inflación 2024 puede ser más baja que la de 2023 y hasta terminar el año que viene en valores mensuales muy bajos. La actividad está ligada a lo anterior: puede mejorar si el gobierno que viene acierta con el programa y la gente cree en él. Caso contrario, si el empalme con la nueva administración se complica, posiblemente el año que viene sea peor que este.
P.: La intención oficial es mantener el dólar en 350 pesos hasta mediados de noviembre. ¿Cree posible que el gobierno lo pueda mantener?
C.M: El salto devaluatorio del 14 de agosto a las 10 de la mañana fue inevitable y a la vez inútil. Inevitable porque lo impuso la realidad (no el FMI). Inútil porque en apenas dos meses se lo comió la inflación. Fue la devaluación más fugaz de la historia. Los exportadores no venden más, los importadores no compran menos y el BCRA no acumula reservas. Compró dólares en el mercado oficial en agosto y septiembre porque no pagó importaciones y recurrió a un dólar especial más alto para la soja. Desde octubre, vuelve a vender. Por eso y porque la brecha es más alta que antes de devaluar, todo el mundo pregunta cuando viene la próxima devaluación (“a la Sigaut 1981”). Y cuál sería la corrección cambiaria con el cambio de gobierno el 10 de diciembre. El 350 pasó “con pena y sin gloria”. Ya es pasado. La realidad impondrá sincerarlo, actualizarlo porque está de nuevo detrás de la inflación. Es una corrección inevitable. Puede darse parte en la transición y parte con el nuevo gobierno. Dependerá del resultado de la elección del 22 y de qué tipo de transición tengamos.
P.: ¿En qué situación se encontrará la economía en diciembre y cuáles serán las medidas más urgentes que habrá que tomar en ese momento?
C.M.: Hay una herencia estructural conocida e inmutable: estancamiento económico; régimen de alta inflación; debilidad exportadora; debilidad inversora; gasto público in financiable; presión tributaria insoportable; costo del capital impagable; BCRA “quebrado”; mercado de trabajo degradado; pobreza alta arraigada.
Y habrá una herencia “del último día” móvil y no tan conocida: con qué tipo de cambio real oficial se asume; qué brecha; qué deuda importadora y cuál de utilidades y dividendos; qué nivel de reservas negativas; qué déficit fiscal y qué deuda flotante en pesos; cuán licuado el gasto primario; cuánta recaudación 2024 anticipada a 2023; cuánto impuesto PAÍS a sustituir; cuánta deuda del Tesoro y el BCRA en el activo de los bancos; cuánta represión inflacionaria. Acá no hay medidas urgentes y no urgentes.
Lo que se impone es el anuncio de arranque de un plan x 3: un programa de estabilización macroeconómica, reformar el sector público y reorganizar el sector privado. Las tres cosas simultáneamente, igual de relevantes y urgentes. Eso sí, el corazón es la estabilidad macro: sin estabilidad, las reformas y la reorganización quedarán truncas o caerán en saco roto.
P.: La deuda remunerada del Banco Central ya supera los $20 billones (entre Leliq y pases) y la emisión endógena que genera el pago de intereses lleva a que cada tres meses se duplique la base monetaria. ¿Cómo se desarma esta bola?
C.M.: Lo fundamental es ir urgente a déficit fiscal primario cero. Para cortar el flujo del endeudamiento del BCRA (que es consecuencia de la necesidad de pesos del Tesoro). Sin cortar el flujo, no hay salida. Después, en el marco de un programa de estabilización el desarme es posible sin salidas traumáticas. Gradualmente, desarmando de a poco, pagando por las LELIQ tasas de interés “bajas” (negativas en términos reales), haciendo el switch con el crédito al sector privado. No hay soluciones mágicas ni son viables los terremotos.
P.: De acuerdo a estimaciones privadas la deuda comercial de los importadores ya superaría los 40.000 millones de dólares. ¿Cómo se desarticula el cepo?
C.M.: Es una de las mayores irresponsabilidades de este gobierno. Importar y no pagar. Para que el costo del ajuste importador producto del desplome exportador de la sequía lo pague el próximo en 2024. Se acumuló una deuda de US$ 20 mil M entre 2022 y los primeros nueve meses de 2023. Y sigue subiendo. Una barbaridad. Un stock de deuda en cabeza del sector privado que habrá que manejar. Una de las peores herencias. A lo que hay que sumarle lo que se importa y se paga en yuanes que es deuda con China en cabeza del BCRA. Que también sigue subiendo (van US$ 11,5 mil M). Vergonzoso. Las deudas se honran. Pero será imposible tratar de igual manera el stock que los flujos. Y habrá que negociar con China.
P.: Un estudio de la Oficina de Presupuesto del Congreso, que analizó las erogaciones de la Administración Nacional entre 2010 y 2021, arroja que dos tercios del gasto es rígido (compuesto por jubilaciones, sueldos públicos, intereses de la deuda y asignaciones familiares, entre otros). Dada esta situación, ¿en dónde es posible recortar el gasto público, de qué manera, en qué plazos?
C.M.: A esta altura del desorden macroeconómico que arrastramos, el estancamiento de más de una década que llevamos y la altísima inflación que sufrimos, ya casi nadie duda de la imposibilidad de seguir en Argentina con déficit fiscal. No es viable seguir licuando a mansalva jubilaciones, salarios y planes sociales como mecanismo temporal y totalmente injusto de ajustar las cuentas.
No se puede seguir con la fantasía de “los que hacen que gobiernan escudados en la emisión de pesos”. Es condición ineludible ir al equilibrio fiscal primario “inmediatamente”. Son más de 5 billones de pesos o 3 puntos del PBI que dejará de déficit primario este gobierno. No hay ninguna chance de que un plan de estabilización macroeconómica haga pie sin haber alcanzado déficit primario cero y que el cero sea duradero. Hay que ir normalizando el valor de las tarifas públicas. Energía y transporte. Quien diga otra cosa, o está haciendo mal los números o está mintiendo. No es ir a cero de subsidios, es ir a un número financiable. Más algo de reducción del déficit de empresas públicas, redirigir impuestos de asignación específica para el Tesoro, recortes en Ministerios, recalibrar obra pública, planes sociales y transferencias a provincias. Es un combo equilibrado, realista, posible. Y tiene que ser rápido. No es con moto - sierra, es con cirugía laparoscópica. La moto - sierra es un eslogan de campaña, no una política fiscal de verdad.
P.: La otra cara de la moneda es la elevada presión impositiva en la Argentina, de las más altas del mundo, según el Banco Mundial. ¿Es posible reducir impuestos y al mismo tiempo apuntar al equilibrio fiscal? ¿De qué manera?
C.M.: Es posible reducir impuestos. Y se hará ni bien se pueda. Pero no significa ir a una reforma tributaria reductora de la presión impositiva a las apuradas desde el primer día. O hacerlo a la carga barracas y con fines electoralistas como sucedió recientemente con la eliminación de la cuarta categoría de Ganancias (y el “IFE disfrazado de devolución de IVA). Primero, hay que asegurar el déficit primario cero y recién después avanzar con reformas. Anunciarlo de entrada, pero ejecutarlo cuando sea posible. Caso contrario, sucederá lo de siempre: reformas tributarias truncas o que se revierten y terminan peor porque se la come el déficit fiscal y recaemos en el impuesto inflacionario (ya pasó con la reforma de 2017).
P.: Usted anticipo que es necesaria una reforma laboral profunda. ¿En caso afirmativo cuales serían los ejes más importantes?
C.M.: Lo que tenemos hoy no da para más. Lo prueba los apenas 6 millones de trabajadores registrados, en buena parte empobrecidos. Hay más informalidad que formalidad. El esquema laboral actual no le sirve a nadie; ni siquiera a los sindicalistas. Los tres ejes de una reforma laboral pasan por: i) bajar la litigiosidad (la contingencia laboral es “infinita” y condiciona tanto a la contratación de trabajadores hasta el valor de las empresas); ii) tener una legislación para las nuevas modalidades laborales (hay 1 millón de “cuentapropistas” sin registro y 3 millones de “independientes” en un régimen como el monotributo que tiene límites, es inequitativo y no contempla jubilación ni salud) y iii) darle solución a 1,5 millones de personas que tienen un subsidio (un plan social de trabajo) que camufla el verdadero desempleo y genera malos incentivos para la reinserción.
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