Primero que nada, no dramaticemos. Una variación de 0,97% en el promedio industrial, no importa si es a la suba o a la baja (como efectivamente ocurrió ayer cuando el índice cerró en 7.843,11 puntos), lo único que indica es que se trató de una jornada en la que los precios de las acciones reaccionaron como si nada extraordinario hubiera ocurrido. Es cierto que a las once de la mañana cuando el presidente de la Fed comenzó a hablar, lo que hasta ese entonces era una suba de 0,83% se revirtió sin otro argumento que a los inversores no les gustó la advertencia que hiciera el banquero, acerca de que la incertidumbre sobre la economía no se despejara hasta que no termine la tensión por el problema iraquí (la respuesta del mercado parece indicar que este tema no será resuelto fácilmente). También es cierto que los dichos del secretario Powell anunciando un par de horas más tarde que la cadena de noticias «Al-Jazeera» difundiría una cinta con la voz de Bin Laden, que probaría los contubernios de éste con Saddam Hussein, asustaron aun más a los inversores (especialmente porque la cadena televisiva desmintió que tuviera esa cinta en su poder). Por esas cosas que nunca se entienden del todo, poco antes de una hora del cierre del mercado, «Al-Jazeera» difundía la grabación que adelantara Powell, que más que un apoyo explícito a los iraquíes seguía el camino de "los enemigos de mis enemigos son mis amigos". Irónicamente, y en contra de lo que sostuvieron algunos comentarios mas políticos que económicos, las acciones pegaron entonces un ligero repunte. Puede ser que alguien viera en las noticias de la jornada hechos de una inmensa gravitación, pero ese alguien sin dudas que no fueron los inversores que en casos de gran incertidumbre como éstos prefieren dar un paso al costado.
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