Subir aranceles y bajar las tasas de interés son las principales aspiraciones del presidente Trump. No importa cuándo leas esto. De hecho, el orden es el inverso. Que declinen las tasas siempre tuvo la prioridad. En enero, apenas asumió, Trump señaló en Davos: las tasas de interés deben bajar de inmediato. No era una orden, explicó su secretario del Tesoro, Scott Bessent. Se refería, dijo, a las tasas de largo plazo. Pero las tasas largas cayeron y la FED, que redujo las tasas cortas un punto completo sobre el cenit de la Administración Biden, no movió las suyas en 2025. Y entonces el pronunciamiento de Davos se convirtió en un reclamo insistente – cada vez más agresivo – que Jerome Powell, el titular del banco central, no cumplió (ni tiene por qué obedecer).
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Con la mira puesta en una baja de tasas, el presidente refuerza su influencia en el banco central. La confirmación del nuevo integrante podría no llegar a tiempo para la próxima reunión clave.
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Subir aranceles y bajar las tasas de interés son las principales aspiraciones del presidente Trump.
En cambio, subir los aranceles es un objetivo que Trump consiguió con creces, aunque debió esperar hasta la semana pasada para hacerlo con discrecionalidad y a destajo. Que lo digan Brasil e India, hoy el tope de gama, a los que impuso un gravamen de 50%. No fue fácil. El presidente debió recular en abril y mayo, casi al borde de la zozobra. Y soportar la sorna del efecto TACO (el acrónimo en inglés de “Trump siempre arruga”). Pero fue tenaz y paciente, aguardó la ocasión oportuna para contraatacar. Calmar a las tasas largas con la promesa de no colocar más bonos para financiar al Tesoro probó ser un sedante formidable. Le permitió la aprobación del paquete de rebaja de impuestos, retomar la aventura arancelaria y hasta cascotear la política monetaria de la FED sin provocar turbulencias en los mercados. La Bolsa reanudó así la senda de récords del mercado bull. Y Trump, bajo su alero, recuperó su agenda original. Ya consiguió que avance la ofensiva comercial prometida en la campaña. Pero, le falta la baja de tasas. Es el momento, pues, de aprovechar el envión que le dieron los éxitos recientes, desafiar los límites y atropellar la reticencia del banco central, como hizo para imponer de forma unilateral los aranceles que tanto ansiaba.
Bajo presión extrema, Powell no se arredra. Mantuvo las tasas sin cambios en la reunión de julio. Y, ante todo, mantuvo el control de la situación. Pero la votación no fue unánime. Se resolvió 9 a 2. Surgieron así los dos primeros disensos a favor de iniciar la rebaja de tasas, los gobernadores Chris Waller y Michelle Bowman. Otra gobernadora – Adriana Kugler – se ausentó. Dos días después presentó su renuncia y abrió una vacancia que se iba a producir recién a fines de enero. Powell resiste. Su mandato al frente de la FED tiene fecha fija: expira en mayo del año próximo. Y ha dicho que no se irá antes de tiempo. Pero llevar el timón se le hará más complicado. Ni lento ni perezoso, el presidente ya designó al reemplazante de Kugler. Será Stephen Miran, quien estaba al frente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca. Uno de los promotores de la política de aranceles (y del dólar débil).
Miran no es un improvisado, pero sí es un incondicional. Como Bessent, acumula largos años de experiencia en los mercados. Y tiene ideas claras sobre lo que hay que hacer. Dijo tras ser nominado que no existen presiones inflacionarias por culpa de los aranceles. Que si se produjera un impacto sobre los precios será un aumento por única vez. En el corto plazo, sí, puede haber más volatilidad. Pero como un fenómeno de ajuste de precios de muy corto plazo. En otras palabras, sin mencionarlo expresamente, dijo que Trump tiene razón y que hay que bajar las tasas. También dejó saber que lo suyo es cubrir una vacancia, rápido, pero solo por el tiempo remanente hasta fines de enero. No es el hombre del presidente para conducir los destinos de la FED. En ese sentido, ponderó al Gobernador Waller y su muy buen récord “en materia de inflación”. Y así levantó sus acciones como posible sucesor de Powell. ¿Qué sostiene Waller? Lo mismo. Que los aranceles son un aumento de una única vez del nivel de precios y que no elevarán la inflación más allá de un efecto temporario. Y que es prudente comenzar ya la poda de tasas, antes de que se acentúe la debilidad del mercado laboral. El sábado, la gobernadora Bowman repitió el argumento. Agregó, además, que favorece tres reducciones de tasas (de un cuarto de punto) antes de que termine 2025. Por lo visto, no sólo hace horas extra, también méritos para que se la tome en cuenta.
Para asumir como gobernador, Miran requiere de la aprobación del Senado. Es un primer inconveniente para la premura del gobierno. El receso veraniego mantendrá a los legisladores fuera de Washington hasta el 9 de septiembre. La audiencia saltará al tope de la agenda. Pero ello no garantiza su confirmación a tiempo para que pueda participar, con voz y voto, en la reunión de la FED prevista para la semana siguiente, el 16 y 17. Es poco probable, aunque no hay que descartarlo porque Trump removerá cielo y tierra para lograrlo.
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Desembarque Miran a tiempo o no, la llave de la decisión la seguirá teniendo Powell. Los futuros de Chicago descuentan el reinicio de la baja de tasas con una probabilidad en torno a 90%. Si la inflación no se retoba (mañana se conocerá la de julio), será un trámite sencillo. Voces como la de la gobernadora Lisa Cook ya plantearon que el último informe laboral – que reveló una súbita anemia en la creación de puestos de trabajo – es “preocupante” y señala un potencial punto de giro en el ciclo económico. Mary Daly, de la FED de San Francisco, apuntó, a su vez, que se acerca el momento de la baja de tasas, y que se podrían necesitar “más de dos”, que son las contempladas en el mapa de puntos para 2025. Vale recordar que, en las últimas proyecciones publicadas por el banco central, hubo diez voluntades que favorecían dos recortes y que ya solo quedan tres reuniones para concluir el año. Corroborado el enfriamiento del mercado de trabajo, qué mejor momento para gatillar un alivio.
Los futuros de fed funds no lo dudan. Discrepan sobre si el recorte se repetirá en octubre y en diciembre. O solo en el último mitin del año. Pero si los aranceles arrastran consigo a la inflación, como también es probable, Powell deberá apelar a toda su cintura política para forjar una decisión que goce de amplio respaldo, sin que erosione la credibilidad de la FED ni haga trizas tampoco su liderazgo. Si esa cintura ya se utilizó en la reunión de julio para que no aflorasen más disidencias en público, entonces la baja de tasas de septiembre está comprometida de antemano. Y procederá sin estridencias.
Pero, si la inflación se rebela y su visibilidad persiste, si Miran es confirmado como gobernador y es un acérrimo militante de su tesis minimalista, ahí la independencia se pondrá a prueba. No en septiembre, sí más adelante. El Tesoro necesita tasas cortas más bajas para realizar mega-subastas regulares de letras sin tropiezos, como las de la semana pasada, cuando colocó 100 mil millones de dólares a 4 semanas. El problema se detecta fácil: lo que antaño era excepcional, Bessent lo necesita como una rutina constante. Se le complicará la faena, a menos que las tasas cortas caigan de forma vertical. Ahí sí, podrá dosificar mejor el calendario y hasta emitir más bonos sin causar estragos en la parte larga de la curva.
Detrás de la embestida de Trump bulle la urgencia fiscal. Pero una FED independiente querrá decidir en función de su mandato, sin supeditarse a la agenda de refinanciación del Tesoro. Entiéndase bien: si su credibilidad se pierde en los forcejeos, ya sea con Trump o con la data; o si Powell da un portazo, se corre el riesgo de terminar en el peor de los mundos. Que el presidente inunde la Junta de Gobernadores de la FED con sus simpatizantes (en especial, después de la jefatura de Powell) podría asegurarle el control de las decisiones, pero si se adoptan con el disenso sistemático de dos o más presidentes de distrito (de los 5 que votan en toda rotación) será suficiente para arruinar la reputación. El gobernador Waller, el favorito para reemplazarlo, lo sabe. “En ese caso, las tasas no van a caer. Sin credibilidad, van a subir”.
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