16 de abril 2010 - 00:00

Benedictistas posan su mirada en un intocable: Juan Pablo II

Una nota en la que se diferencia la supuesta liviandad de Juan Pablo II de la severidad de Benedicto XVI hacia los casos de pederastia fue publicada el 6 de abril último en la revista italiana Panorama, propiedad de Silvio Berlusconi. Su autor, un conocido vaticanista, afirma que el papa Ratzinger paga faltas ajenas.
Una nota en la que se diferencia la supuesta liviandad de Juan Pablo II de la severidad de Benedicto XVI hacia los casos de pederastia fue publicada el 6 de abril último en la revista italiana Panorama, propiedad de Silvio Berlusconi. Su autor, un conocido vaticanista, afirma que el papa Ratzinger paga faltas ajenas.
La ola de denuncias por abusos de menores por parte de sacerdotes católicos y las respuestas públicas dadas por el Vaticano le han valido a Benedicto XVI una lluvia de críticas, incluso desde tribunas «amigas» de la Iglesia. Pero Joseph Ratzinger tiene también defensores muy activos, tanto en los templos como en la web, una herramienta incentivada por el propio pontífice alemán desde 2005. La novedad es que, por estos días, algunos «ratzingeristas» dan aire a interpretaciones que marcan que el Pontífice está «pagando faltas de los demás». ¿Los demás?: nada menos que Juan Pablo II.

El reconocido vaticanista de la revista Panorama Ignazio Ingrao publicó la semana pasada un artículo cuyo título fue inspirador para los blogueros benedictistas. «La mano liviana de Wojtyla, el puño duro de Ratzinger». El texto detalla que «cinco años después de la muerte de Juan Pablo II, el Papa santo, surgen, de hecho, poco a poco, verdades incómodas sobre los retrasos y las omisiones de Karol Wojtyla en la lucha contra la paidofilia: procesos estancados, obispos impuestos desde arriba luego obligados a renunciar por los escándalos, comisiones de investigación que llegaron diez años tarde», entre varios ejemplos.

Consultado por Ámbito Financiero, Fortunato Mallimaci, investigador de Sociología Histórica del Catolicismo del Conicet y docente de la UBA, descree de las citadas diferencias y ratifica la unidad ideológica y pastoral entre Juan Pablo II y Benedicto XVI. «Si Ratzinger había estado en un lugar tan importante como el nombramiento de los obispos y el seguimiento del clero, no podía tomar distancia de las decisiones de Juan Pablo II», indicó el docente. «De todos los candidatos papables en 2005, el único que no había sido designado cardenal por Juan Pablo II era Ratzinger. Ello lo había hecho una persona del ultranúcleo duro que tomaba decisiones en la curia vaticana», recordó Mallimaci.

«Il blog degli amici di Papa Ratzinger», uno de los más activos y populares que defienden a Ratzinger, levantó la nota del vaticanista Ingrao publicada en la citada revista, propiedad del primer ministro Silvio Berlusconi. La ubica junto a títulos como «Feliz cumpleaños, Santo Padre (por el quinto aniversario de su investidura)», «Hans Küng (el teólogo rival de Ratzinger, ver aparte), inmoral y cismático», amén de destacar una sección especial contra la «Innoble campaña contra Benedicto XVI, el Papa que más que ningún otro ha combatido la paidofilia en la Iglesia».

Ante el «momento más doloroso, como reconocen sus colaboradores más cercanos, el Papa alemán está dispuesto a pagar incluso las faltas de los demás», describe Ingrao en Panorama. El periodista cita el caso del designado arzobispo de Viena por Juan Pablo II en 1985, Hans Hermann Groer, que fue electo «ignorando las instrucciones dadas por la Congregación para los obispos y las iglesias locales». El benedictino Groer se vería obligado a renunciar en 1995, e «inútilmente Ratzinger pide abrir un proceso canónico..., que es bloqueado por el mismo Wojtyla».

Ingrao enumera historias similares, como la del polaco Juliusz Paetz, arzobipo de Poznan (Polonia), y el irlandés y ex secretario personal de Wojtyla, John Magee. También menciona el caso del polaco Edward Nowak, los italianos Gino Burresi y Lelio Cantini, y el fundador de la congregación conservadora Legionarios de Cristo que pisa fuerte en Chile, México y España, el mexicano Marcial Maciel, todos ellos sancionados por el actual Papa desde 2005.

Según escribió Ingrao en Panorama, un cúmulo de circunstancias colaboró para que Juan Pablo II hubiera desoído las denuncias, entre ellas, su dedicación a las visitas pastorales por todo el mundo, más tarde su enfermedad, y a la vez su desconfianza por el «sensacionalismo». Este «clima» explicaría, para el vaticanista, que un Ratzinger desoído no hubiera podido hacer más de lo que hizo como encargado de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que ocupó entre 1981 y 2005. The New York Times informó la semana pasada que desde esa oficina nadie respondió a las denuncias formuladas en 1996 por un obispo contra el sacerdote Lawrence Murphy por abusos contra niños sordomudos durante décadas. La «infalibilidad» de las decisiones papales y la obediencia del clero son también aspectos inexorables para el análisis.

Recién en 2001, con denuncias repartidas por los diarios del mundo, el papa anterior facultaría a Ratzinger a modificar normas canónicas que databan de 1983, y éste arbitraría medidas para poner bajo su órbita las denuncias por abusos a menores. El panzerkardinal alemán fue el artífice, dice Ingrao, de la política de «tolerancia cero» impuesta en la Iglesia de EE.UU.

La versión que defiende a Benedicto XVI marcando diferencias con su antecesor esgirme que, no bien asumió, el papa alemán invistió de más funciones a la Congregación para el Clero, impartió sanciones públicas a obispos, «y desbloqueó centenares de procesos» por pederastia.

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