17 de marzo 2010 - 00:00

Bergoglio sumó a la Corte en retos a Gobierno y Congreso

El cardenal Jorge Bergoglio y el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, analizaron ayer la situación institucional de la Argentina y acordaron en la necesidad de establecer acuerdos entre los diferentes poderes, en una reunión a puertas cerradas y de bajo perfil para evitar politizar el encuentro.
El cardenal Jorge Bergoglio y el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, analizaron ayer la situación institucional de la Argentina y acordaron en la necesidad de establecer acuerdos entre los diferentes poderes, en una reunión a puertas cerradas y de bajo perfil para evitar politizar el encuentro.
Inevitable que Jorge Bergoglio se llevase ayer un triunfo de la reunión con la Corte Suprema de Justicia; apenas se sentó frente a Ricardo Lorenzetti y sus acompañantes le hizo un elogio irresistible: «Esta Corte ha sabido prestigiarse y eso es bueno; es algo que tienen que mantener en alto». Esto lo derrumbó al jefe de los magistrados que tiene como timbre de gloria haber superado la era oscura de la Corte menemista y a la vez haberse despegado de resbalosos compromisos con el nuevo Gobierno que lo designó.

Bergoglio fue más que puntual al llegar al Palacio de Tribunales. Lo hicieron sentar junto a sus acompañantes, los obispos Luis Villalba (Tucumán) y José María Arancedo (de Santa Fe, quien además es tío de Ricardo Alfonsín) pero los jueces no aparecían. Primer café. Minutos más tarde llegaron Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda y Lorenzetti, sorprendidos por tanta prolijidad. «Es que teníamos miedo de quedar encerrados en el tránsito, la Plaza de Mayo está llena de piqueteros», dijo uno de los obispos. Este tipo de comentarios, en despachos altos o en la cola del supermercado, abre siempre el turno de las críticas al Gobierno, responsable del orden público. Eso ocurrió efectivamente y sirvió para que Bergoglio le glosase los temas del último documento eclesiástico «La Patria es un don, la Nación una tarea».

«El clima del Bicentenario tiene que servir para que haya algún diálogo entre los poderes»
, sintetizó el cardenal.

Los participantes de la reunión buscaron mantener cierta neutralidad en el lenguaje que usaron. El propósito fue evitar que ese encuentro sirviera para politizar aún más las reuniones que el primado mantendrá hoy, por separado, con Cristina de Kirchner y Julio Cobos.

Lorenzetti
recibió formalmente el documento de los obispos pero dejó en claro que lo conocía y aceptaba lo contenido sobre la necesidad de buscar acuerdos institucionales -observación al Ejecutivo- y la necesidad de que se voten leyes que beneficien al pueblo -un dardo al Congreso-.

El cardenal insistió en el concepto de que la falta de calidad institucional perjudica más que nada a los más desvalidos de la sociedad, idea que Lorenzetti comparte y que ha incluido en sus discursos sobre la necesidad de una Justicia más cerca de la gente.

El titular de la Corte se esmeró en destacar la dura tarea de ese poder para atender las cuestiones que llegan a los tribunales cuando otros protagonistas no pueden resolver sus conflictos. El visitante destacó cómo los obispos se sienten también apelados por la sociedad ante ese retablo del desencuentro que exhiben los políticos.

Lorenzetti ensayó como nunca el estilo del juez que habla sólo por sus sentencias. Por eso el diálogo que mantuvo el grupo fue un torneo de frases elusivas para mantener los temas a varios metros de altura. Los obispos, que son otros estilistas de la reserva, mantuvieron el diálogo también en la espesura de lo tácito.

A lo largo de casi una hora los interlocutores sumaron temas que pueden aparecer en el futuro como conflictos en los cuales la Iglesia tiene mucho que decir, entre ellos, aborto y matrimonio gay. Esto reclamó más esfuerzos de los magistrados para expresar sin expresar cuáles puedan ser sus dictámenes.

Arancedo planteó la crisis del federalismo con el actual Gobierno y eso le dio la oportunidad a Lorenzetti para recordar que hoy va el gobernador Hermes Binner y el ministro Amado Boudou a una audiencia para discutir los aportes de Nación a Santa Fe.

Villalba sumó el tema de la defensa de los derechos sociales, sombrerazo que permitió que Highton destacase las intervenciones de la Corte en beneficio de aborígenes de Salta, Chaco «y hasta de la provincia de Buenos Aires». Agregó las intervenciones del Tribunal sobre la contaminación en el Riachuelo y la situación en las cárceles de algunas provincias. Algún entredicho tenía que venir; fue cuando Bergoglio expresó su preocupación por las consecuencias del juego y la droga. «Ahí hay fallo de ustedes....», dijo suavemente con referencia a la despenalización de drogas para consumo personal. Lorenzetti amagó con una explicación, pero el cardenal le perdonó la vida... «Ya sé que son temas opinables. Lo importante es eso, no castigar a los más débiles y dejar libres a los peces gordos».

Este amago de desencuentro no quebró la jovialidad que la charla transmitía detrás de las puertas hacia los oídos curiosos. El mismo ánimo cordial reflejaba un testigo mudo del encuentro, el veterano cafetero de la presidencia de la Corte, único depositario de lo que hablaron obispos y jueces. Sabía mucho más que los respectivos voceros, Ricardo Arcucci y Jorge Oesterheld, quienes debieron imaginar a la hora de darles explicaciones a los periodistas que aguardaban afuera del despacho de Lorenzetti, mientras los purpurados se alejaban en sus autos y los ministros se refugiaban en sus despachos. Uno de ellos, acostumbrado a otro nervio en la tarea, se derrumbó sobre su sillón y exclamó: «¡Qué aburridos que son!».

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