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El padre se hizo con la participación mayoritaria de la familia en la compañía, por aquel entonces una pequeña empresa cervecera familiar, el mismo año en que nació Charlene quien sería la futura heredera del negocio.
Freddy Heineken puso en práctica las enseñanzas recibidas en Estados Unidos sobre la importancia del marketing en el mundo de los negocios, pero también insistió permanentemente sobre la idea de que el negocio no debía abandonar nunca el amparo familiar, y ese concepto fue el que transmitió a su hija Charlene durante toda su vida.
Muy unida a su padre, Charlene fue educada con el objetivo de que algún día se haría cargo de la empresa de la familia.
Sin embargo, y a pesar del lazo afectivo que la unía a su familia y en especial con su padre, desde muy joven defendió el derecho a decidir su propio futuro.
Por este motivo, tuvo muchos enfrentamientos con Freddy y eligió su propio camino, en un primer momento lejos del negocio familiar.
Se licenció en derecho por la Universidad de Leiden en 1974. Completó sus estudios diplomándose en lengua francesa y pronto empezó a trabajar, primero en una agencia de publicidad y posteriormente en un estudio de arquitectura.
La hija, de muy bajo perfil, del millonario cervecero siempre tuvo claro, que dedicaría su vida a sus propios asuntos y rehuyó la vida de lujo y ostentación que llevó su padre, el propietario de Heineken, muy relacionado con la familia real holandesa.
A pesar de todo, Charlene nunca descartó la posibilidad de trabajar para la empresa que con tanto empeño construyó su padre y, finalmente, cedió a los requerimientos de éste.
Charlene Heineken se casó con Michel de Carvalho, un ex actor de padres anglobrasileños que participó en la pelicula Lawrence de Arabia, y también formó parte del equipo de esquí del Reino Unido en los Juegos Olímpicos de Invierno de Grenoble '68, Sapporo '72 e Innsbruck '76. Mañana continuamos.
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