6 de octubre 2017 - 22:48

El ajuste del desequilibrio externo

El ajuste del desequilibrio externo
En lo que va de 2017, las exportaciones están estancadas y las importaciones aumentaron casi un 17 por ciento. En consecuencia, el superávit comercial de 2.100 millones de dólares del año pasado se transformó en un déficit de 4.500 millones de dólares en los primeros ocho meses de este año, y apunta a alcanzar en diciembre bastante más de 6.000 millones.

El panorama del sector externo luce aún más complicado si se tiene en cuenta que por turismo, fletes, regalías y giro de utilidades están saliendo muchísimos más dólares de los que entran. A lo que se agrega el creciente pago de intereses de una deuda que ha subido mucho.

Todo lo anterior se resume en que la balanza de cuenta corriente pasó de un rojo de 7.700 millones de dólares en la primera mitad de 2016 a otro de 12.900 millones entre enero y junio de este año, con un impactante salto del 67,5 por ciento. A este ritmo esa cuenta cerrará 2017 en alrededor de los 25.000 millones.

Semejante desfase no ha ocasionado pérdida de reservas ni bruscos saltos en la cotización del dólar por la sencilla razón de que está siendo cubierto con el ingreso de divisas del endeudamiento público y privado. Un esquema que hasta ahora ha funcionado, que bien podrá seguir siendo utilizado algún tiempo más, pero que todos saben que tiene vida corta. En eso coinciden los economistas del Gobierno y los críticos. Nadie discute que el aumento de la deuda tiene un límite.

La diferencia está en que mientras los críticos sostienen que la economía se encamina hacia una nueva crisis de sector externo, en la visión oficial hay sobrado optimismo sobre la sustentabilidad del esquema.

El análisis que hacen tanto en los ministerios de Hacienda y Finanzas como en Jefatura de Gabinete es que el horizonte de crecimiento de la deuda externa con acreedores privados y organismos internacionales llega hasta el año 2020, y a partir de ahí comienza a decrecer en relación con el tamaño de la economía. Explican que ese crecimiento es el precio a pagar por el gradualismo con que encararon el ajuste fiscal, pero que cuando el Presupuesto se equilibre dentro de tres años no habrá más necesidad de financiarlo con préstamos del exterior.

Concediendo que eso suceda tal como lo prevén y que no haya que recurrir a dólares de afuera para cubrir déficit fiscal, la pregunta que queda abierta es cómo va a cerrar, si no es con deuda, el déficit de cuenta corriente. Es decir, el faltante de divisas.

La primera respuesta del Gobierno es que esperan que el déficit de cuenta corriente revierta su tendencia al alza. Entre las varias razones en que apoyan esa expectativa, está la confianza en que el rojo del intercambio comercial se atenúe como resultado de un fuerte salto exportador. La principal apuesta está focalizada en el potencial de Vaca Muerta, principalmente en el excedente de gas. Dos Gutiérrez, el presidente de YPF, Miguel, y el gobernador de Neuquén, Omar, ya están hablando de reanudar el año que viene la exportación de gas a Chile, y el primero de ellos presentó en Casa Rosada proyecciones que indican un gran sobrante de gas dentro de tres o cuatro años.

También esperan que la industria automotriz reduzca su enorme déficit de divisas, que el año pasado fue de 4.600 millones de dólares (sumando autos y partes) y que en los primeros ocho meses de 2017 orilló los 5.000 millones de dólares. Para achicar ese drenaje confían en que la Ley de Autopartes mejore la integración de piezas locales en los vehículos de fabricación nacional, y en que el proceso de especialización en determinados modelos en el que están varias terminales mejore la productividad, la competitividad, y permita elevar las exportaciones.

Al respecto, la Asociación de Fabricantes de Automotores (Adefa) elaboró a pedido del Gobierno un informe con las proyecciones para el año próximo. El documento que circula por despachos oficiales muestra que en 2018 la producción local aumentará un 19 por ciento hasta alcanzar algo más de 600.000 unidades, de las cuales alrededor de la mitad se venderán al exterior, lo que implica que las exportaciones crecerán un 38 por ciento respecto a las estimadas para este año. Si bien todas las terminales calculan exportar más, sobresale el caso de Fiat Chrysler Automobiles que pasaría de exportar 6.400 a casi 60.000. El liderazgo lo seguiría manteniendo Toyota (la más avanzada en el proceso de especialización) con casi 100.000 unidades vendidas afuera.

Con ese salto exportador, con ventas al mercado interno que se mantendrían en torno a las 900.000 unidades, y mejorando algo el componente de partes nacionales en la producción local, en el Gobierno descuentan que el déficit de divisas del sector automotor disminuirá.

También dicen estar confiados en que la carne argentina y sus derivados van a recuperar algo del mercado internacional, y que el panorama de la balanza de turismo es alentador por una sencilla razón de matemática demográfica: hay un número limitado de argentinos en condiciones de viajar y son muchísimos más los extranjeros que podrían ser atraídos por las bellezas autóctonas.

La mirada oficial hasta aquí descripta no está exenta de razonamientos lógicos, pero tampoco de supuestos, de expresión de deseos, y de alguna carencia, como por ejemplo la omisión del hábito argentino de dolarizar y fugar ahorros.

Si el optimismo del Gobierno se verifica en los hechos, no se cruzará en el camino la restricción externa que recurrentemente interrumpió los ciclos de expansión económica.

¿Pero si no se verifica? ¿Si las exportaciones no pegan el salto esperado? ¿Si las importaciones siguen creciendo a un ritmo mayor que el nivel de actividad? En resumen, ¿qué pasa si se mantiene o incluso aumenta el déficit de cuenta corriente y encima continúa el proceso de dolarización?

En el Gobierno hay una respuesta ante ese escenario. Dicen que si eso sucede sin que haya un ingreso de capitales privados que lo compense, habrá un ajuste por tipo de cambio, que es lo que ocurre en una economía con dólar libre y flotante. En palabras de un funcionario: "En tal caso, el tipo de cambio será el que tenga que ser".

Una respuesta inquietante.

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