30 de enero 2013 - 00:00

El apocalipsis según Vargas Llosa

El apocalipsis según Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa «La civilización del espectáculo» (Bs.As., Alfaguara, 2012, 232 págs.)

Sostiene Vargas Llosa, en su primer libro despues de recibir el Premio Nobel de Literatura, que «nuestra época conforme a la inflexible presión de la cultura dominante, que privilegia el ingenio sobre la inteligencia, las imágenes sobre las ideas, el humor sobre la gravedad, la banalidad sobre lo profundo y lo frívolo sobre lo serio, ya no produce creadores como Bergman, Visconti o Buñuel. ¿A quién corona ícono el cine de nuestros días? A Woody Allen, que es a David Lean o un Orson Wells, lo que Andy Warhol a Gauguin o Van Gogh, o un Dario Fo a un Chejov o un Ibsen en teatro». Ciceron susurraría «O tempora, o mores». Y un personaje de Beckett balbucearía que todo tiempo pasado fue mejor.

Sostiene Vargas Llosa que «la cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo, está a punto de desaparecer» y que «en la civilización del espectáculo, el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón» y en «la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, hace que prolifere el periodismo irresponsable». Vargas Llosa se ha vuelto un moralista enojado con los nuevos tiempos, al punto de que si se produce el apocalipsis, que él pareciera anunciar, y nos regresa a las cavernas, «habría que empezar de nuevo, entonces, y a ver si esta segunda vez lo hacemos mejor». Cioran no estaría muy contento con eso.

Este libro en un aspecto es una caja de sorpresas. Si bien todo lo que ofrece no es nuevo (en buena parte son artículos que publicó en el diario «El país» de España) y ya fue dicho por desesperanzados tradicionalistas, ensayistas agoreros (a los optimistas que ven las bases de un gran futuro como Guy Debord, Gilles Lipovetsky. Frederic Martel, los cita y, obviamente, denuesta), hay reflexiones comprensibles y, a la vez, inesperadas. Por caso, que un autor liberal como él cuestione al mercado, que no vea en él un motor de constante progreso, que en el un autor de best sellers lo indigne el consumo masivo de productos culturales. Que proponga volver al modelo del intelectual comprometido, tan ligado a los escritores marxistas del pasado. Que su actitud de defensa conservadora lo lleve a cuestionar el universo digital porque la cultura ha sido profanada por las nuevas formas masivas de comunicación en red, que critique la tecnología del mismo modo que lo hicieran en su momento los alemanes Martin Heidegger y Ernst Jünger. El autor de «Conversación en la catedral» siente nostalgias, como lo señalara Jorge Volpi, de «los buenos tiempos en que una élite -justa e ilustrada-conducía nuestras elecciones». Llama la atención que sostenga que la educación está destruyendo la cultura, la alta, que es la que importa. O que, en su defensa de «los valores eternos», desprecie transformaciones que parece no estar dispuesto a comprender, porque el autor de «Pantaleón y las visitadoras» considera que «la cultura es un estilo de vida». Y, según pareciera creer, eran mejores los tiempos donde dominaba la religión que estos de un agnosticismo mercantil.

Polémico, arbitrario, controversial, remanido, el nuevo libro de Vargas Llosa sin embargo ofrece la curiosa atracción de cuestionar nuestras ideas, de ofrecer momentos adonde se está de acuerdo con él y otros que fuerzan a, por lo menos, un duro debate, a preguntarse en qué tiempo está viviendo hoy el gran escritor peruano.

M.S.

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