14 de septiembre 2011 - 00:20

El barrio de Wall Street no logra vencer el trauma de una década oscura

• El colapso de las Torres Gemelas y la crisis financiera conmovieron las calles del Bajo Manhattan

Un ícono de Wall Street que muestra una fortaleza hoy inexistente.
Un ícono de Wall Street que muestra una fortaleza hoy inexistente.
Nueva York - En las calles de Wall Street se dice que la última década ha sido la peor de la historia, compitiendo palmo a palmo con la que comenzó en mayo de 1929. Lo aseguran los yuppies nuevos y los viejos, que extrañan los 70 y los 90. Lo afirman los banqueros, los empresarios que buscan fondos, los funcionarios y los analistas. Lo indican quienes transitan el piso del «stock», los proveedores de tecnología y los especialistas en comunicaciones. También los bancos locales y los extranjeros, los dueños de los más sofisticados restoranes de la zona, los encargados de los gimnasios y hasta los que atienden los modestos carritos de «hot-dogs» y pretzels.

El malhumor, acrecentado por las noticias de los últimos días, se palpa en cada esquina. Sólo los miles de turistas que cada día se sacan fotos con el símbolo de la zona, la estatua del toro colocada tras la crisis de 1987 para demostrar la fortaleza del mercado, no perciben lo que sucede a pocos metros.

El atentado contra las Torres Gemelas fue la tragedia más grande para el barrio financiero más importante del mundo. Cuando aún peleaba por rehacerse, la crisis de 2008 fue un nuevo y grave golpe al mentón, seguido de las actuales desventuras.

Prácticamente todos los sectores de la economía de Wall Street se han visto afectados en los últimos diez años, especialmente los dos más importantes: el financiero y la construcción.

En el 11-S, el 30% del espacio de oficinas, en gran parte de clase A, quedó destruido o dañado. El Deutsche Bank Building, vecino de las Torres Gemelas tuvo que ser demolido. La electricidad, el teléfono y el gas fueron cortados. La mudanza hacia otros barrios de oficinas y centros de operaciones de muchas de las principales empresas y bancos del mundo se aceleró, en beneficio de zonas como Brooklyn, el Soho y Nueva Jersey.

Desacuerdo

La reconstrucción en estos diez años se enfrentó además a la falta de acuerdo sobre las prioridades. Por ejemplo, el alcalde Michael Bloomberg había hecho campaña por la candidatura de Nueva York para los Juegos Olímpicos de 2012, que finalmente perdió a manos de Londres, con el objetivo de avanzar en un plan keynesiano de construcciones.

En paralelo, y en colaboración con el estado de Nueva York, se creó la Corporación para el Desarrollo del Bajo Manhattan, con la idea de buscar inversores para levantar el Lower Manhattan, donde se ubica Wall Street. En un primer momento hubo cierto entusiasmo con la idea, especialmente a partir del lanzamiento del nuevo World Trade Center con sus cinco torres. Sin embargo, lentamente el espíritu inversor fue decayendo y la mayoría de los potenciales interesados prefirió esperar a que se concrete el proyecto que reemplazará a las Torres Gemelas antes de volver a apostar.

Cuando los escombros fueron desapareciendo del paisaje de la «zona cero», comenzó el segundo gran problema para Wall Street: la amenaza a la supervivencia de sus principales actores, los bancos de inversión.

Indicios

Los problemas económicos de Estados Unidos empezaron en 2001, pero no sólo por los atentados. En realidad ya desde 1998 había indicios de agotamiento después de un crecimiento de una década.

Si bien hay estimaciones concretas sobre lo que se perdió con las quiebras y fusiones que generó la crisis de 2008 (no menos de 40.000 millones de dólares, según Paul Krugman), la peor consecuencia fue la «pérdida de la virginidad», de acuerdo con las palabras de ese economista. La caída de Lehman Brothers implicó para los mercados mundiales que nadie era intocable. Para muchos analistas, Lehman fue la «tercera torre» en caer.

Con el paquete de rescate del Gobierno por 300.000 millones de dólares más el 1,25 billón en concepto de toma de activos de hipotecas incobrables Wall Street pudo respirar por un tiempo.

Finalmente, la reciente puja entre Barack Obama y los republicanos sobre la deuda pública terminó por liquidar el estado de ánimo que había repuntado desde mediados del año pasado.



* Enviado Especial a EE. UU.

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