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El bosque y las olas, los encantos de Miramar
Vistos desde la distancia, los destinos turísticos de la costa atlántica pueden parecer similares, por eso es bueno prestar atención a las particularidades que ofrece una ciudad como Miramar, en la que se destaca un sitio como el Bosque Vivero Dunícola Florentino Ameghino,
la reserva verde de la región, en la cual el médano y el bosque se funden con la playa y el mar, conformando un área de más de 500 hectáreas en el extremo sur de la ciudad.
El vivero no funciona como tal, sino que lleva ese nombre porque es donde a partir de 1918 el Gobierno provincial decidió fijar el médano y, a partir de esta barrera natural, sembrar ordenadamente lo que hoy es un tupido bosque con aromos, acacias y pinos, entre otras especies. Lo cierto es que todo ese espacio libre es perfecto para hacer caminatas, andar en bicicleta o, la actividad más atractiva de todas, andar a caballo internándose durante toda una tarde entre los pinos, en excursiones que llegan a durar unas cinco horas. Don Holguín es el guía más famoso de la zona y suele conducir grupos en sus mansos tobianos hasta los confines del sur miramarense, en salidas que acostumbran a tomar un descanso en playas agrestes, perfectas para un chapuzón de verano o también pueden dirigirse a Mar del Sur o al misterioso Monte Energético o Bosque Oscuro, repleto de historias y leyendas -ricas en poderes curativos y experiencias sobrenaturales- que el propio don Holguín puede encargarse de relatar a los curiosos.
El vivero es una propuesta ideal para el público familiar que frecuenta Miramar. Es, además, el hogar de la Gruta de Lourdes, hecha en madera, y del Museo Monte Hermengo, el sitio donde es conoce la historia y la prehistoria de Miramar. Se trata, este último, de un espacio en el que los niños pueden sorprenderse con una atractiva exposición de fósiles de animales que habitaron la región y que están organizados en un circuito que los vincula con los protagonistas de la popular animación "La era del hielo". A su vez, los adultos encuentran objetos y documentos muy interesantes, como la gigantesca "Chata de Gabino", carro de 1868 hecho en madera, con ruedas de 3,3 metros de diámetro, que era tirada por hasta 16 caballos y podía transportar ocho toneladas de lana. También pueden revivir las historias del naturalista Florentino Ameghino, de su hermano, Carlos, o mejor aún, las de Lorenzo Parodi, quien se hizo famoso por el fraudulento hallazgo del "hombre de Miramar", que supuestamente databa de hacía 3 millones de años.
en acción
Junto al cuidado de su reserva verde, otra de las marcas de identidad que tiene Miramar, quizá la más famosa, es ser considerada como la cuna del surf argentino, con una tradición de más de tres décadas.
El título tiene fundamentos geográficos, ya que las olas miramarenses tienen una consistencia y una longitud que no hay en otra parte de la costa atlántica. Esto se debe al fondo rocoso que hay en la zona, en especial en los balnearios del norte, donde se ubica la mayoría de las más de 10 escuelas de surf que tiene la ciudad. "Peche" es uno de los instructores históricos, con 30 años de experiencia, y en su balneario se dedica todo el año a dar clases a novatos y a aquellos que buscan perfeccionar su estilo.
Otro deporte que está ligado a la historia de Miramar es el golf, que fue llevado a la ciudad por la colectividad inglesa allá por 1927, año en que se fundó el que hoy se conoce como el Cardón Miramar Links, cancha de 18 hoyos diseñada por Percy y Aubrey Boomer. El sitio es una joya, con su club house de estilo inglés sobre los acantilados que dan al mar, muy elegido por parejas de novios para celebrar sus bodas. Este campo tiene su toque distintivo al ser el único "links" de Sudamérica; es decir que es el único que reproduce las duras condiciones de juego de las canchas de Escocia (viento, pasto natural, etc.).
Para entrar en acción en Miramar también puede considerarse el aire, ya que el aeroclub local es famoso por sus vuelos de bautismo en planeador. La experiencia incluye cero riesgo, pero sí bastante adrenalina, considerando que se trata de volar en una nave sin motor -es remontada por una avioneta, que al alcanzar altura se desprende-, conducida por un guía experto, por el cielo de Miramar, ofreciendo panorámicas de la ciudad, los campos de la región y el mar. Los nervios del despegue suelen dar paso a una gran paz durante los minutos que el planeador flota por el aire. La aventura puede causar adicción y muchos novatos terminan inscribiéndose en cursos para pilotear en esta modalidad conocida como vuelo a vela.
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