18 de junio 2014 - 00:00

El jardín de los duendes

Apenas dijo su nombre, el vínculo ya estaba construido: Jerry. Pero el puente irlandés/tucumano no se tendió por la fonética, la epistemología ni el idioma del susodicho nombre. Sino por la pose, la mirada y la actitud que acompañaban a dicha pronunciación. Como si el Ulster en el cual nació se desdibujara y se transformara en un cañaveral del interior tucumano. Como si el sombrero verde y naranja fuera recurrente en la peatonal del Jardín. La cerveza en mano y las decenas de selfies con los tucumanos lo ubicaban como uno más en ese lugar. ¿Por qué? Jerry entendió que su pasión que lo llevó a viajar de Salta (en donde reside) a Tucumán es la misma que la de esos 15 mil tucumanos que había en el José Fierro. Su mundo lejano y nebuloso de Ulster no contrastó con el sol radiante de Tucumán. Una ovalada en el aire. Un deporte que une, lo ubicó en ese lugar del mundo como uno más: un amante del rugby.

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