13 de mayo 2009 - 00:00

El Papa pidió en Jerusalén “poner fin a la venganza”

El torso de Benedicto XVI se recorta sobre la sombra de un rabino, durante un encuentro interreligioso en el complejo Heichal Sholomo en Jerusalén.
El torso de Benedicto XVI se recorta sobre la sombra de un rabino, durante un encuentro interreligioso en el complejo Heichal Sholomo en Jerusalén.
Jerusalén - Al pie del Monte de los Olivos, a corta distancia del centro histórico de Jerusalén, el papa Benedicto XVI rechazó ayer «toda violencia» y «venganza». El Papa eligió un mensaje claro a favor de la paz, en la primera misa al aire libre que pronunció en esta ciudad sagrada para las tres religiones monoteístas.

«Jerusalén debe ser un lugar en el que los prejuicios, la ignorancia y los miedos que la alimentan deben ser derrotados por la honestidad, el derecho y la búsqueda de paz. Dentro de sus murallas no debe haber lugar para la violencia, la cortedad de espíritu, la opresión y la venganza», clamó el Papa durante su homilía.

El Pontífice había realizado antes una visita especial a los sitios sagrados de judíos, musulmanes y cristianos.

Al pie del monte en el que, según el Nuevo Testamento, Jesús oró asaltado por la angustia y la tristeza la última noche, antes de ser crucificado, el Papa mencionó los «sufrimientos, las frustraciones, las pruebas padecidas debido a los conflictos» en la región.

El Papa llamó a judíos, cristianos y musulmanes a «promover la cultura de la reconciliación y la paz, sin perder la esperanza por la lentitud con que se avanza ni por el peso de los recuerdos del pasado».

La segunda jornada de la visita del Papa a Israel, con actos de gran valor simbólico, estuvo ensombrecida por la lluvia de críticas de la prensa y de dirigentes políticos por un mensaje considerado «frío» sobre la Shoá (ver aparte).

Las actividades papales se desarrollaron en medio de un imponente dispositivo de seguridad israelí. Las calles de la Ciudad Vieja, ocupada por Israel en 1967 y luego anexada al país, estaban desiertas debido a los controles.

En un automóvil blindado, el Papa se trasladó al Muro de los Lamentos, el sitio más sagrado del judaísmo, donde cumplió la tradición de colocar un mensaje entre sus piedras.

En la carta, escrita en latín, el Pontífice nombró a Jerusalén como «la ciudad de la paz» y pidió «al Dios de Abraham, de Isaac y Jacob que envíe paz a Tierra Santa, a Medio Oriente».

Poco después, frente a la Gran Sinagoga de Jerusalén, a pocos kilómetros, y dirigiéndose a los mayores líderes religiosos de Israel, el Pontífice se comprometió «irrevocablemente» a obrar por la reconciliación con los judíos.

Frente a los dos grandes rabinos, Yoma Metzer y Shlomo Amar, el Papa confirmó la declaración «Nostra Aetate», decidida al término del Concilio Vaticano II en 1964, en la que se anulaba la acusación de deicidas a los judíos.

En los 45 años transcurridos desde que el Concilio Vaticano II repudió el concepto de culpa judía colectiva por la muerte de Cristo, las relaciones católico-judías no se libraron del desencuentro a raíz de la actitud de la Iglesia ante el Holocausto nazi.

El Papa visitó luego el Coenaculum o Cenáculo, dentro del complejo de edificios localizados en la cima del Monte Sión, donde conmemoró la Última Cena de Cristo y defendió la presencia cristiana en Medio Oriente «como elemento vital» para la sociedad en toda la región.

En su paso por el Domo de la Roca, en la imponente Explanada de las Mezquitas, tercer lugar sagrado del Islam, Benedicto XVI se pronunció de nuevo a favor de la reconciliación y el diálogo interreligioso. «Pido humildemente al Todopoderoso que les traiga la paz y bendiga a las poblaciones amadas de esta región», afirmó frente al muftí Mohamad Husein, la máxima autoridad palestina de Jerusalén.

Hoy, Joseph Ratzinger se trasladará a Cisjordania, en los territorios ocupados, para celebrar una misa ante la Iglesia de la Natividad de Belén y visitar un campo de refugiados palestinos, a metros del muro de separación.

Agencias AFP y DPA

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