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Felipe VI llega con un pacto para discutir el sistema monárquico
ESPAÑA, LA SEGUNDA TRANSICIÓN
El rey había pedido que le mantuviesen en la agenda esta cita prevista desde hace meses, en cumplimiento de una rutina que el entonces príncipe cultivó durante años, destacando la tarea de este "think tank" que produce estudios de investigación sobre política y economía desde muy diversos ángulos. Lo auspician los jefe de empresa más importantes de España -ayer presentes sin ausencia alguna- y conviven allí hombres del socialismo como Rafael Estrella (exembajador en Buenos Aires, que es el vicepresidente), una latinoamericanista, y el politólogo Carlos Malamud, un opinólogo que ha echado fama como martillo de terceristas (chavistas, correístas, evomoralistas y kirchneristas), a quienes castiga en sus escritos.
Esta reunión de Felipe con los expresidentes del Gobierno, a horas de su jura hoy del cargo en el Congreso, se mira con lupa porque consta que antes de anunciar la abdicación, Juan Carlos consultó con ellos la decisión. Los tres, además, son clave para el período que se inició ayer, que lleva, según el consenso de todos los sectores, a una reforma constitucional que incluirá también el debate sobre la institución monárquica. Los tres conservan padrinazgo sobre uno de los pilares del proceso que se inició en 1975, el bipartidismo, que hoy está en crisis como los otros dos, la monarquía y el consenso comunicacional de que la familia real era intocable y sus peripecias estarían preservadas de la mirada pública.
Una reforma constitucional que renueve la legitimidad de la monarquía es posible hoy, cuando el PP y el PSOE conservan, con dificultad creciente, la mayoría en el Congreso. Los dos partidos respaldan la monarquía y podrían hoy arriesgarse a un referéndum sobre la monarquía para ganarlo, digamos, 60 a 40. Después del resultado desvastador para esos dos partidos en el test de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo, ese resultado, posible hoy, nadie lo puede asegurar para dentro de un año.
El diseño de la reforma que ya discuten los cerebros de los dos partidos busca darle a la monarquía una legitimidad que hoy se discute en la opinión pública y a la que faltan algunos papeles, como que nació de una transición pactada en 1975-1978, a la que falta una ratificación para los españoles de hoy, después de casi 40 años. Cuando se aprobó la última Constitución, no parecía haber discusión sobre que la monarquía era la mejor bisagra para la transición de la dictadura franquista a un sistema democrático, resumida en la fórmula de una monarquía parlamentaria. La prueba fue el "tejerazo" de 1981. Pero han pasado 30 años y no abundan quienes profesen ese consenso de la necesidad hoy de una monarquía.
• Como el pacto de Olivos
La forma de meter una ratificación de la monarquía en una reforma constitucional controlada frente a los proyectos de un cambio hacia la república es encapsular la consulta en un núcleo de coincidencias básicas parecido al que imaginaron los firmantes del Pacto de Olivos en la Argentina en 1993, en el cual la sola aprobación de la necesidad de la reforma contenía la aprobación de las principales iniciativas, como era, entre otras, la reelección presidencial. Entre quienes proponen, sin que casi nadie se les oponga, esta reforma que ratifique la monarquía, prima el criterio de poner como tema la igualdad de mujeres y varones en la sucesión monárquica, algo que no rige porque domina el heredero varón, lo que en la letra es inconstitucional. La propuesta de despejar ese impedimento a las mujeres en la sucesión y su aprobación algo adjetivo conllevará ratificación de lo sustantivo, que es la monarquía.
Hasta los dirigentes más conservadores de los dos partidos se arriesgan hoy a proponer algo así, pero temen que si se demora, las condiciones pueden cambiar y ponerse en el riesgo a la monarquía, ese pilar del "invento" de 1978, como llama Felipe González a esa tríada de rey, bipartidismo y protección de la prensa para la casa real.
Se asume que una monarquía que no reciba ratificación popular es difícil que dure mucho en un mundo horizontalizado y con la muchedumbre como principal protagonista, y menos en una crisis política y económica como viven este país y Europa. Una sucesión como la que se verificó ayer, antes de la crisis económica habría pasado inadvertida. Pero la exasperación arrastró a todos los gobiernos europeos e hirió a una monarquía que además mostró a un rey con vida privada, perforada por el destape que lo mostró junto a un elefante muerto y la flor de la canela, que derramaba lisura y a su paso dejaba aroma de mixtura que en el pecho llevaba, y a quien parece serle más práctico una silla de ruedas que un trono.
Su heredero es, según Juan Carlos, el sucesor a rey mejor preparado de la historia. Es además leído y curioso, como lo demostró ayer en las charlas que prolongó en el Instituto Elcano durante más de dos horas con los investigadores de esa casa, mientras compartía un tapeo y "cañas" (cerveza) bajo una carpa blanca. Agrega a eso un conocimiento de la mayoría de los presidentes latinoamericanos, a cuyas asunciones asistió durante años y con quienes ya ha tenido que debatir. Fue a las dos asunciones de Cristina de Kirchner y con ella mantuvo en 2011 un tenso diálogo cuando le pidió a la presidente que la Argentina debía ser previsible y ella lo cortó con la frase de que el país es predecible pero que lo que reclamaba Antonio Brufau titular de Repsol no correspondía. El nuevo rey no ha olvidado ese cruce. Más en lo personal, y para decirlo tangamente, Felipe no es pirata, a diferencia de su padre, y no se conocen correrías que a éste se le perdonaron hasta que perdió la tolerancia del público.
La abdicación, en el balance provisorio que se hace sobre caliente, parece, después de anunciada, tanj imprescindible que habría sido un riesgo demorarla. Hay mil especulaciones de bar y billares, pero todos prefieren hoy conformarse con el argumento de la mala salud del rey saliente. Es un hombre joven (76) para los parámetros actuales, pero desde el accidente en la cadera ha tenido seis operaciones con anestesia total y su discapacidad le impidió pleno despliegue. La semana pasada hizo una visita de estado el presidente de México, Enrique Peña-Nieto, que fue la primera que se hacía a España en tres años.
Los partidos mayoritarios en el Congreso también apuestan a que una reforma salve el otro pilar del "invento", que es el bipartidismo. Las elecciones europeas perforaron al PSOE, que se desangró corrido por izquierda por propuestas más radicales y que le reprochan que en el segundo mandato de Zapatero se plegase, para evitar el rescate europeo, a las medidas de ajuste. Llegó a promover una reforma de la Constitución para ponerle un tope del 3% al déficit fiscal, algo que sepultó su Gobierno. Fue algo parecido a lo que ocurrió en 1988 cuando Antonio Cafiero gobernador de Buenos Aires- se mostró junto Raúl Alfonsín en el anuncio de medidas del languideciente gobierno radical. Fue el final de su carrera presidencial. Lo que Zapatero hizo le mostró al público que había perdido las convicciones ideológicas y le señaló al PP como opción. Lo reemplazó el conservador Mariano Rajoy. Hoy el PSOE no tiene directiva y se reparten sus trozos los representantes de una nueva generación a la que el público no identifica para una fuerza que sigue mostrando a Felipe González y a Zapatero como emblemas. En una reforma, el socialismo introducirá cambios en el régimen electoral que le permitan sobrevivir a la disipación de su fuerza, sin que haya un rumbo preciso, como imitar el sistema anglosajón de elegir legisladores por circunscripción o ir a primarias obligatorias.
El PP, ese otro inventó de Aznar de juntar a todo lo que está a la derecha de la izquierda, parece menos preocupado por un nuevo sistema. Más le inquieta que la pérdida de votos que experimentó en las elecciones vaya a la abstención como castigo a los casos de corrupción, como se reveló en el encierro de esa fuerza que hizo Rajoy el último fin de semana para lamer heridas en el parador de Toledo.
El mismo consenso partidario en torno a la reforma apura la sanción de una ley de fueros para el rey saliente. Este proyecto de "aforamiento" surge del hecho de que se haya jubilado, con lo cual perdió los fueros que tiene un rey en ejercicio, que no puede ser llevado a justicia por un principio de inmunidad absoluta para actos públicos y privados. Pero Juan Carlos no tiene desde ayer esa protección, algo que lo expone a demandas por hechos que se le atribuyen y que no han tenido ingreso a la justicia, como manejo de fondos, reclamos de paternidad o hasta acusaciones políticas por responsabilidad en actos contra el terrorismo. O sea toda la gama del denuncismo en que es tan fecundo el ingenio político. Esa ley de aforamiento le dará la misma protección que tienen los legisladores y los magistrados, e implica que sólo podría ser denunciado y eventualmente juzgado por la Suprema Corte de Justicia.
• Escuchó, pero no abrió la boca
En lo corros de los que participó ayer el nuevo rey se habló del futuro y los asistentes hicieron, unánimes, profesión de fe monárquica. Entre ellos estaban los empresarios que reconocen a Juan Carlos I como el mejor embajador de negocios, algo que esperan herede también el hijo, como Emilio Botín (Santander), Ignacio Garralda (Mutua Madrileña), Antonio Llardén Carratalá (Enagás) y Javier Monzón (INDRA), uno de los empresarios que mejor conoce la Argentina, donde estuvo varios años y cuya compañía hace las elecciones. Felipe repasó las formalidades de la casa, porque ayer ingresaban como miembros del patronato, que él seguirá conservando, Aznar, Zapatero y el ex BID Enrique Iglesias. Pero también recorrió los grupos escuchando propuestas sobre casi todos los temas, que escuchó sin que se le advirtiera palabra o gesto de respuesta, y eso que lo desafiaron con preguntas o planteos sobre una reforma constitucional, el soberanismo catalán y el futuro de las cumbres iberoamericanas.
Esta creación de su padre fue uno de los mecanismos más eficaces para la integración de los países de América Latina cuyos mandatarios de la transición regional vivían aislados. También sirvió para el proyecto de España de convertirse en el portal del mundo en la región, algo que logró en los procesos de desregulación y privatización de los años 90. Con los años, la importancia declinó, a la vez que surgían otros sellos que resultaron de esa integración, como el Mercosur, Celac, Unasur, etcétera. Aunque se especulaba que esas cumbres, a las que van cada vez menos presidentes, terminarían con la salida de Juan Carlos, continuarán, pero cada dos años a partir de la próxima que se hará en México a fin de año.
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