1 de diciembre 2016 - 00:00

Historias con aires de la Patagonia

Sacrificio. El film de Campusano transcurre en un penal.
Sacrificio. El film de Campusano transcurre en un penal.
Aplaudidas hace pocos días en el festival marplatense, ya se estrenan comercialmente dos películas basadas en sendas historias del sur argentino: una aventura del perito Francisco P. Moreno en 1879 y un caso policial de 2010 en Chubut. Ambas fueron filmadas en la provincia de Río Negro, con apoyo de comunidades mapuches.

"Fuga de la Patagonia", de los debutantes Javier Zevallos y Francisco D' Eufemia, revive cierta aventura del perito Moreno, desde que escapa de la toldería donde fue capturado y choca con unos blancos que primero tiran y después preguntan, hasta el adiós de su ahijado Francisco Sayhueque, hijo del Señor de la Tierra de las Manzanas. Filmado en (y alrededor de) los ríos Manso y Ñirihuau, con bajo presupuesto, persecuciones y peleas bien hechas, música inquietante, paisajes imponentes, aguas límpidas pero peligrosas, sobre todo para filmar en una balsa de madera, la obra es entretenida y de buenos méritos.

Sufre defectos menores: charlas medio extensas, huecos en la narración, caracteres con ropa demasiado limpia, vocabulario y entonación que desentonan con aquellos tiempos. Detalles históricos discutibles pueden chequearse en el libro del propio Moreno "Viaje a la Patagonia Austral". Dicho sea de paso, Francisco Sayhueque murió casi 50 años más tarde, en el sospechoso incendio de un galpón. Pero eso ya da para otra película.

"El sacrificio de Nehuen Puyelli", del siempre activo J. C. Campusano, se ambienta en lugares poco turísticos de Bariloche: un suburbio, el hospital, el hipódromo y, sobre todo, el penal. Confluyen allí un joven curandero acusado de mala praxis y perversión de menores, un blanquito buscapleitos protegido por el juez, y un preso tranquilo, encargado de pabellón, que mantiene las cosas en orden, dentro de lo que cabe.

El problema es que cada uno quiere imponer "su" orden: el patrón aprovechador, la señora bien relacionada con el fiscal, un padre con su hijo llevándose a todos por delante, unos vagos que no dejan pasar a los del otro barrio, los matones que cumplen condena, todos nerviosos. Aquí casi todo el mundo habla con aire amenazador. Y las cosas se dirimen con facas, chumbos y botellazos. Solo el encargado y el curandero habrán de mantener la calma. Al respecto, este último tiene una buena teoría sobre el espíritu de venganza como una suma de "energías parásitas que se nutren de nuestros miedos".

Hay cierto aire de verdad en todo esto, personajes fuertes, y un buen ritmo narrativo, lo que permite superar el tono primario de la narración, algunos baches, y el escaso nivel actoral de la mayoría. Sobre ese nivel se encuentran, sin esfuerzo, Damian Avila como el encargado, y Daniel Quaranta que reaparece con su personaje del Perro, ya conocido en una película anterior de Campusano, "El Perro Molina". Para destacar, el trabajo conjunto de bonaerenses y rionegrinos. Y ese aire de verdad, que pocos directores argentinos alcanzan.

P. S.

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