5 de septiembre 2014 - 00:00

Jugando a la lucha contra un parabrisas

Jugando a la lucha contra un parabrisas
El discurso antiinmigrantes y pro mano dura, dos caras de la misma moneda, hace rato que perdió toda inhibición para enseñorearse en el mainstream de la política y los medios. En el ruido de una campaña electoral, las voces que se oponen con firmeza a la tendencia de marcar al extranjero como un factor de peligro social pasaron a ser excepcionales. Así, convencidos y tímidos ofrecen un panorama monocolor.

La estrategia de apelar a fobias para ganar votos es tan antigua como la democracia. A modo de ejemplo no tan lejano, cabe recordar aquella premisa del peronista Carlos Ruckauf, en plena campaña por la gobernación de la provincia de Buenos Aires en 1999: Hay que meter bala a los delincuentes. Entonces, no hacía siquiera tres años de la ejecución del fotógrafo José Luis Cabezas con participación de la maldita Policía. Eran tiempos en que una revista de actualidad se permitía borrar el diente de un supuesto boliviano para titular La invasión silenciosa, y Eduardo Lorenzo Borocotó, antes de borocotizarse, celebraba por TV la muerte de Sopapita Merlo.

La competidora de Ruckauf en aquella carrera bonaerense era Graciela Fernández Meijide, a quien el primero acusaba de ateísmo y de defender los derechos de los delincuentes. La respuesta de Meijide y su correligionario aliancista Fernando de la Rúa fue protagonizar spots proselitistas junto a cuadrillas de policías con fusiles. No alcanzó. Tercero en el podio electoral se ubicó Luis Abelardo Patti, candidato protortura que luego sería condenado por crímenes de lesa humanidad. El ganador, Ruckauf, apeló a Aldo Rico como encargado de Seguridad bonaerense, con previsible resultado.

Se presentan ahora algunas variantes. A fines de los noventa, el blanco predilecto de la crítica no eran tanto los colombianos sino los peruanos. Sutilezas al margen, los nacidos en el exterior que habitan el suelo argentino representan un porcentaje estable en las últimas décadas. Si en 2001 explicaban el 4,2 por ciento de los 36,2 millones de habitantes censados, nueve años después, la proporción sería similar (4,5 por ciento sobre 40,1 millones) y un nivel muy inferior al registrado hasta mediados de los sesenta, cuando todavía tenían gran peso las oleadas de barcos de las primeras décadas del siglo (aquellos que alguien definió como inmigrantes de alta calidad).

Analizados los números de extranjeros a los que se les otorgó residencia permanente desde 2004, los parámetros son los históricos, liderados por latinoamericanos, con la única particularidad de que en años recientes se aceleró algo la cantidad de colombianos (ver cuadro), mientras que el porcentaje de inmigrantes entre la población carcelaria no varía de las generales de la ley.

Cunden las derivas similares fuera de las fronteras nacionales. Si el tema es el señalamiento al extranjero, corresponde empezar por Europa. El Frente Nacional de los Le Pen cosechó durante más de una década entre 10 y 20 por ciento de los votos, sin dejar de ocupar el lugar de la incivilización en la política francesa. Cuando el frente xenófobo superó su umbral electoral, primero el conservador Nicolás Sarkozy pelearía en el mismo terreno y dispararía las deportaciones exprés de gitanos. Le siguieron los socialistas, con el pragmático primer ministro Manuel Vals a la cabeza. Cartón lleno.

Europa exhibe (vuelve a hacerlo) crecientes porcentajes de apoyo a partidos de identificación nazi (Grecia, Alemania, países del Este) o sellos racistas que fueron incluidos en coaliciones de gobierno y promueven patrullajes civiles en ciudades pequeñas a la caza de inmigrantes (Italia). El fenómeno xenófobo abarca las naciones más prósperas y liberales del norte del continente (Holanda, Suecia, Dinamarca).

Pero hay que cruzar el Atlántico para encontrar un ilustrativo paso de comedia dramática. En ocasión de la Convención Republicana que en 2012, la pobre representante de Puerto Rico, Zori Fonalledas, subió al estrado para anunciar el aval de su distrito al postulante Mitt Romney, pero no pudo ni hablar ni disimular el estupor que le produjo una lluvia de improperios que subían desde la platea, entre los que primaba volvete a tu país. Semejante cuadro explica por qué los latinos votan a los demócratas en una proporción 7 a 3, incluso pese a que el gobierno de Barack Obama supera con creces la cantidad de deportaciones del ciclo George W. Bush.

De manera que no debe sorprender la deriva que ofrece el kirchnerismo a través del secretario que ya lleva eclipsados a tres ministros del área. El teniente coronel viene expandiendo su influencia hacia el área social y migratoria sin que ningún superior lo desautorice, mientras algunos se entusiasman con mediciones electorales.

Para ser justos, no corresponde decir que el kirchnerismo dio un brusco viraje en temas de seguridad como lo hiciera en la política de medios (su relación con Clarín) o energética (su relación con Repsol). Si se toman en cuenta los desarreglos producidos en las reformas penales de 2004 (ley Blumberg), la mano dura de hoy encuentra coherencia.

En cambio, si el secretario lleva a cabo la reforma migratoria que propuso (algo así como deportaciones instantáneas una vez que la Policía detiene a un sospechoso extranjero), allí sí habría un importante giro, dado que la ley vigente, sancionada por el kirchnerismo, tiene parámetros integradores, de acuerdo con la tradición argentina que había sido interrumpida por la dictadura militar.

De tal forma que, de cara a 2015, es esperable una competencia electoral con apelaciones antiinmigrantes para luego pasar a aclarar, con medias palabras, que hay extranjeros que no merecen repudio. Es la línea que expresaron en los últimos días políticos kirchneristas, del PRO, del Frente UNEN y massistas.

Mientras tanto, habrá que esperar a que llegue diciembre, cuando las diferentes fuerzas de seguridad, que nada tienen que ver con la discriminación, los apremios ilegales, el narcotráfico, la trata de personas, las extorsiones, las coimas, el gatillo fácil y el arrojo contra el parabrisas de un auto, decidan reclamar la apertura de paritarias. n

@sebalacunza

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