Escandaloso, “santo de la contracultura”, “último maldito de la literatura estadounidense”, propulsor del “realismo sucio”, Charles Bukowski aparece ahora en una antología de feroces cuestionamientos del mundo de los escritores consagrados y del negocio editorial, como siempre cruzando esas diatribas con sus desvergonzadas, ebrias experiencias personales en el mundo de los pobres, humillados, y perseguidos de los bajos fondos de Estados Unidos. “Estas cartas- señala Abel Debritto, especialista académico del autor de “Escritos de un viejo indecente”- permiten seguir de cerca la incansable lucha de Bukowski por convertirse en un ícono literario”. En la primera publicación de estos inéditos, en 2015, el libro se llamó “Sobre la escritura” (como hubo otro con textos de Bukowski “Sobre los gatos”), pero Debritto se dio cuenta que “para él, tanto al principio como al final de su carrera, escribir era una enfermedad placentera e incurable, y estas cartas dejan bien en claro lo mucho que valoraba la dicha de escribir”, y de ahí el título actual, “La enfermedad de escribir”. Se sostiene que escribió 60 libros, resulta o mucho o poco en alguien que, durante 50 años, entre 1944, sus primeros escritos a los 24 años, y los últimos en 1994, fecha de su muerte, no paró de escribir para no volverse loco. Están las cartas ofendidas antes el rechazo a los poemas que había enviado a una revistita de barrio o a una prestigiosa (Esquire, por caso), y las cartas en las que hace drástica crítica de escritos suyos que contienen reflexiones agudas sobre el oficio de escribir. Están las cartas a amigos que llevan a la carcajada y las sarcásticas que disparan contra los vacíos escritores de moda que solo buscan tener un lugarcito en el escenario o que le publique lo que nadie va a leer pero que le permitirán recibir algún premio o dictar un Curso de Literatura Creativa. Al pasar señala como sus maestros: Dostoievski, Hamsun, Hemingway, Camus, Celine, Ezra Pound, D.H. Lawrence, y sus modelos Henry Miller, con quien hasta se peleó, y John Fante, porque le hicieron creer que “es posible escribir y dejar que las emociones salgan a flote”. Se dijo que “el secreto del atractivo que volvió popular a Bukowski no fue su misoginia, sus exabruptos, su marginalidad sino su durísima franqueza, el que supiera combinar la promesa de intimidad del poeta lírico, confesional, con el aplomo del detective sin trabajo de una pulp fiction”. Dibujos, fotos, comics, palabras y enseñanzas de un inolvidable provocador.
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La feroz pasión de Charles Bukowski puesta al desnudo

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