Minutos después de cerrados los resultados de las elecciones el último domingo, Ámbito adelantó que habría que mirar con qué timming Mauricio Macri ordenaba el golpe de timón para sumar su apoyo a las huestes de Javier Milei y rellenarle los eventuales ministerios con tropa propia. Pasaron 24 horas y ocurrió. Pero el acople forzado no solo generó el estallido de Juntos por el Cambio y resquebrajó al propio PRO, sino que dispersó furia y enojos que revelaron otro fenómeno: nadie sabe perder con hidalguía. El instrumento para percutir fue Patricia Bullrich. La oposición y sus satélites mediáticos y políticos quedaron convertidos en un Guernica. Peor, la culpa la tienen los que ganaron y por traslación sus votantes. Eso es lo que se sugiere, sin pudor.
La Libertad Cambia... hacia una filosofía muy interesante
El acople forzado entre ambos partidos no solo generó el estallido de Juntos por el Cambio y resquebrajó al propio PRO, sino que dispersó furia y enojos que revelaron otro fenómeno: nadie sabe perder con hidalguía.
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Javier Milei y Patricia Bullrich.
Si la política tuviese que adoptar un lenguaje claro debería sincerar su principal contradicción de base: si lo hago yo está bien; si lo hace el otro, está mal. Tan simple como complejo de erradicar por una tentación hacia la inmadurez y la pereza de confiar en que la sociedad no reclama coherencia. Analistas, encuestadores, periodistas, JxC y el propio Milei -por no ingresar a la cabeza del balotaje como todos preveían- quedaron en el pelotón de los que perdieron. ¿Cuál fue la reacción? Enojarse con el nuevo escenario, enojarse con los que lo critican, enojarse con lo que ya estaba mal (pero si servía no se mencionaba), enojarse con los neutrales y hasta pelearse innecesariamente con el idioma para explicar el giro copernicano.
“No me pidió nada”, afirmó Milei sobre las negociaciones entre Macri, Bullrich y los garrochistas del ala dura del PRO que suman una característica común que los aglutina. Son los sin tierra. Nada que perder para jugar un pleno. “Incondicional” fue cómo graficó en una entrevista el apoyo que pintado de esa manera y sin nada a cambio, suena a rendición. Humillación. El ecosistema que los rodea reaccionó con violencia para implementar la nueva -vieja- estrategia de La Libertad Avanza que, como graficó este diario la misma noche de la elección mutó a la narrativa de kirchnerismo vs. antikirchnerismo para polarizar. Adoptó así la principal idea fuerza que animó la complicada campaña de Bullrich: terminar con un sector político que, en los datos, el domingo también revalidó. Debe ser la primera vez que alguien que pasó de llave hacia la definitoria adopta el lema del que perdió. La Libertad no se sabe si avanza pero sí “cambia”.
¿Qué le aporta Bullrich a Milei? Por lo pronto, su ingreso catapultó hacia afuera al gastronómico Luis Barrionuevo que se fue dando un portazo, llevándose a sus fiscales y diciendo que “Milei eligió a la casta sobre los jóvenes”. No fue un chiste. En cuenta gotas, comenzaron a aparecer otros dirigentes PRO que se alineaban a la estrategia Macri-Bullrich. Entre ellos Federico Pinedo, obligado a abjurar de su propio abuelo, uno de los responsables del origen del Banco Central, y apuntado por Milei que insiste que ese organismo fue diseñado para estafar por lo que tiene destino de dinamita. Por las dudas, dijo que votará en contra de la dolarización.
La confusión generó que hasta académicos amarillos sugirieran que entre las opciones de balotaje no había dudas que la mejor elección era por Milei por el exótico argumento de que como estaba en minoría en el Congreso era más improbable que impulsara leyes inconstitucionales. Se enojaron con el presidente de la Corte Suprema Horacio Rosatti que disparó un llamado a la “unidad nacional” desde el atril de la UNLZ para el próximo recambio presidencial, por la similitud de la convocatoria que hizo Sergio Massa. Eso generó réplicas no de los protagonistas, sino desde la periferia que hereda sin beneficio de inventario el flamante acuerdo de fuerzas. Lo tildaron de oportunista y poco adecuado. El discurso de Rosatti ya había sido pronunciado en AmCham, en IDEA ante empresarios, y en cuanto foro aprovecha para evocar temas constitucionales. Está en el preámbulo.
El espacio de LLA arrancó la paranoia con un posteo en redes sociales de usuario anónimo que se ufanaba de que hicieran el pacto que hicieran, la elección estaba definida porque el peronismo tenía el control de la carga de datos. Halcones del macrismo se subieron a alertar por la fiscalización. Los libertarios se pusieron en alerta y empezaron a agitar fantasmas de fraude, otra vez. Nadie reparó en el hecho de que si eventualmente la “carga” fuese manipulada se trataría solo de los telegramas disponibles para el recuento provisorio. La elección se define por otro instrumento. Milei aseguró que sobre los comicios del domingo existen “cinco mil” denuncias por irregularidades. La primera que impulsaron ante la justicia electoral en San Juan derivó en que se abrieran las urnas y descubrieran que el PJ había sacado más votos, lo que invirtió la distribución de senadores, lo que no solo les sumó uno, sino que puso al peronismo a las puertas de recuperar el quórum propio.
Los PRO duro comenzaron la etapa de combatir a los neutrales que hasta hace dos minutos eran sus propios compañeros de alianza. Con frases de San Martín, Winston Churchill y hasta citas inventadas al Dante buscaron poner en crisis la posición de aquellos que buscaron desmarcarse, en un todos contra todos. Una de los “lemas” que se distribuían en grupos de WhastApp del macrismo rezaba “Churchill salvó Inglaterra asociándose a Stalin. La gesta era ganarle al nazismo. Cambió la historia. Después no se necesitaba seguir siendo socios”. Más allá de la enormidad de la comparación no queda claro, en este caso, quién de los dos sería Churchill y quién Stalin. El 1 de octubre, Bullrich había dicho: “El kirchnerismo nos deja tierra arrasada. Milei está solo y por eso transa con lo peor de la política”.
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