6 de marzo 2013 - 01:37

La sobreactuación tienta a sucesores

A las 4.25 de la tarde se apagó la llama del comandante teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías. Chavistas y no chavistas, todos lo vamos a extrañar: porque marcó una época, fundó un estilo político, rediseñó el mapa regional, provocó ríos de tinta. Acaparó titulares. Generó sonrisas y alegrías, también inmenso rechazo y rencor. No se podía ser indiferente a Chávez: al comandante se lo amó y se lo odió. Bastonero de la polarización a ultranza, dividió las aguas dentro de Venezuela, también las de la región. Ocurrente, contestatario, rebelde y combativo, lo fue hasta el final, demorando su muerte anunciada. Quizás para ganarle a la efemérides: se fue el mismo día que Josef Stalin, sólo que 60 años después.
Sin Chávez queda el poschavismo, tanto para Venezuela como para la región. Habrá que ver qué derrotero siguen los tres organismos fundados por él en la búsqueda primero de una Patria Grande bolivariana -el ALBA y la Unasur- y luego de una OEA sin EE.UU. y Canadá (Celac). Todo dependerá si hay cabida para que alguien tome su posta en el patio trasero latinoamericano y, de hacerlo, si le es posible navegar entre el legado que plantó.
En Venezuela, deja "las horas más difíciles", como señaló ayer al mediodía Nicolás Maduro por cadena nacional. Se refería en ese momento a la salud de Chávez, cuando se acercaba el final, pero también aludía al futuro político de Venezuela y, dentro de ella, a los escollos a transitar en su propia carrera a la presidencia.
Porque ahora viene el llamado a elecciones presidenciales. Cuanto antes se vote, más vivo estará el fuego del comandante. Imprescindible para Maduro, quien en estos últimos meses demostró ser un fiel continuador, pero no de su carisma e histrionismo político.
Mientras tanto, en Venezuela un clima de incertidumbre se extiende más allá del cáncer y la muerte: faltan alimentos en las góndolas, la inflación se muestra indomesticada, la promesa de aumento de salarios (prevista para esta semana) sigue incumplida, lo mismo que un reajuste en el precio de combustibles - es la lista de remezones pos-devaluación-. El cuadro se completa con un clima social y sindical que se corta a cuchillo en la sureña Guyana y se agravaría, parece, con algunos amagues destituyentes dentro de las Fuerzas Armadas. Horas antes del discurso de Maduro, en la mañana del día de la muerte anunciada, Caracas se inundaba con el rumor de "acuartelamiento en Fuerte Tiuna".
"Quieren desestabilizar", dijo al mediodía en su mensaje desde Miraflores el vicepresidente en ejercicio de la presidencia, rodeado de los altos mandos militares, el gabinete en pleno y los gobernadores chavistas. Era una preparación para el anuncio doloroso que vendría horas después pero también una definición del chavismo sin Chávez inmediatamente posterior a su muerte: con el pueblo cohesionado, con "esta conducción cívico-militar que está pronta (curioso: Maduro no es militar), "cerrando filas con Chávez", "con la revolución preparada" para enfrentar "la intervención extranjera en la patria de Bolívar", y "factores de la derecha corrupta" que "quieren desestabilizar, crear caos y violencia y crear condiciones para la intervención militar extranjera, como en Libia".
No fue todo: anunció la expulsión del agregado aeronáutico de la embajada de EE.UU., acusándolo de mantener conversaciones (destituyentes, claro) con uniformados de las FF.AA. Bolivarianas.
Así Maduro bosquejaba el poschavismo inmediato: confrontado con EE.UU. (el canciller Elías Jaua después anunciaría la expulsión de otro diplomático estadounidense), y asociando al "imperio" con la "derecha corrupta venezolana". Chavismo básico, de manual: así viene el poschavismo o chavismo sin Chávez. Que echó por la borda las conversaciones de acercamiento con Washington iniciados por Maduro con la subsecretaria de Estado Roberta Jacobson en noviembre pasado. Pero que sirve para mantener encendido el fuego eterno del comandante en una Venezuela que extraña su voz desde el 8 de diciembre. Y que, después de 14 años de Hugo Chávez en Miraflores, cómo lo va a extrañar.

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