28 de febrero 2014 - 00:00

La vitivinicultura, entre dos fuegos

La vitivinicultura, entre dos fuegos
A días de comenzar la tradicional Fiesta Nacional de la Vendimia en Mendoza, muy poco es lo que tienen para festejar este año los bodegueros y los productores. Con una cosecha que se prevé será un 20% inferior a la previa (debido a graves contingencias climáticas); con el consumo interno ahora estancado en 26-27 litros por persona y por año; con costos de producción que siguen subiendo; y con muy fuertes restricciones para exportar (a pesar del excelente mercado internacional), hoy la vitivinicultura argentina enfrenta una coyuntura extremadamente difícil, que amenaza con hacerle perder buena parte de los avances logrados desde los 90.

El tema no es menor, especialmente si se considera la muy alta incidencia que tiene la mano de obra en toda la cadena vitivinícola dada su condición de actividad intensiva, lo que es manifiesto en las provincias cuyanas, con epicentro en Mendoza y San Juan, aunque también creció en el NOA (La Rioja y Salta).

Pero las cartas parecen echadas. "La devaluación llegó muy tarde; la inflación impulsa los mayores costos internos; los avatares del dólar hasta impiden tener precios en algunos casos, y la exportación está estancada", señala Carlos Iannizzotto, gerente de Acovi (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas), y vicepresidente de Coninagro, antes de destacar que ahora, la "novedad", son "las crecientes tasas de interés que superan 30% para las empresas grandes, y hasta más de 40% para las pymes, que son mayoritarias en la cadena vitivinícola".

Pero el verdadero cuello de botella es que la actividad tiene varios insumos dolarizados (corcho, vidrio, etiquetas, agroquímicos, entre otros) lo que, junto con los incrementos salariales y los de la energía, elevan sensiblemente los costos que, por su parte, no pueden ser trasladados a los precios del mercado interno (que absorbe alrededor del 80% del volumen total), debido a la alta competencia que tiene el vino con otras bebidas, lo que hace que cualquier aumento provoque automáticamente un desplazamiento de la demanda hacia otros productos.

El tema no sería tan grave si no fuera por las crecientes dificultades que enfrenta la exportación que hasta no hace mucho venía consolidándose en un 20% y con muchas posibilidades de crecer. Tanto es así que ahora, a pesar de la relativamente chica cosecha que se prevé (se estima que será la segunda más pequeña en la última década), esté apareciendo una sobreoferta creciente que también deprime al mercado interno.

Los memoriosos recuerdan que ante una situación semejante hace 10-12 años, fue justamente la exportación (que pasó del 1,5% al 4% del mercado mundial), lo que permitió descomprimir la situación interna y no destrozar la actividad.

Pero ahora no es así. Con un mercado interno inelástico y sin poder descomprimir vía exportación, uno de los pocos "ajustes" a la vista pasa a ser nuevamente el primer eslabón de la cadena, o sea, el productor de vid que aparece cada vez más descapitalizado (aunque no todavía demasiado endeudado).

Para Iannizzotto, el problema es netamente interno "El flete es mortal, la devolución de los reintegros (del 5%) presenta un desfase de 8-10 meses con el consecuente costo financiero, mientras que otro tanto ocurre con la devolución del IVA", indicó. A esto se agrega la suspensión de muchas líneas de créditos y las altas tasas de interés.

Pero lo que más alarma es que si no se puede mejorar la performance exportadora justo en el momento en que el escenario internacional es casi óptimo por los elevados precios (fallaron cosechas en Sudáfrica, Australia y EE.UU.), entonces la actividad va a entrar en el mismo proceso de liquidación y retroceso por el que ya pasaron, por ejemplo, la carne vacuna y el trigo. Es decir que, si no se puede ajustar más precio (porque los altos costos no lo permiten y tampoco el mercado interno está dispuesto a absorberlo), entonces hay que ajustar volumen y "achicar" la producción.

Obviamente el sector no parece dispuesto a aceptar eso, por más que sabe que "siempre" los períodos inflacionarios fueron muy negativos para la actividad. De ahí que estén trabajando aceleradamente para tratar de encontrar un "puente" que permita sortear la crisis actual sin llegar a la pérdida de capitales (como ya pasó en carne y en leche), sin destruir bodegas, sin perder más productores y, sobre todo, sin expulsar semejante cantidad de mano de obra, que podría ser particularmente grave para Cuyo, y también para parte del NOA.

La tarea no parece fácil, pero el mercado mundial luce lo suficientemente atractivo como para hacer el intento, dicen los productores, mientras reclaman algunas medidas urgentes que, al menos, atenúen la brecha entre los $ 2,20-$ 2,50 por litro que reciben, contra los casi $ 5 que tienen de costo.

Por supuesto, luego deben venir las herramientas estratégicas, pero eso será después que se aquieten las tasas de interés; se estabilice el valor del dólar, se terminen los desfases con las devoluciones de reintegros, IVA, etc., se compensen en parte los larguísimos fletes y, por sobre todo, se faciliten las exportaciones, para que los excedentes de la demanda interna no se vuelvan en contra como un tsunami, arrastrando todo a su paso.

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