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Mortalidad materna: tendencia existente en el nuevo milenio
Se podrá objetar que el aumento se debe a la optimización de registros. Esto es dudoso, pero no atenúa dos realidades: la mortalidad materna es alta (un 500% más que Bélgica -1/10.000 nv-, y un 50% más que Chile -3/10.000 nv-), y no tiende a disminuir.
Solución
Una interpretación habitual es atribuir la mortalidad materna al embarazo no deseado y el aborto provocado en condiciones precarias. En consecuencia, la solución propuesta es prevenir el embarazo no deseado con programas de salud reproductiva. Pero este planteo es algo reduccionista por dos razones: la primera es que un servicio médico de excepción ciertamente evitaría muchas muertes maternas, de causa médicamente compleja. La segunda razón es que la mortalidad materna patentiza un serio problema social: la marginalidad, pobreza, y retraso educativo de la mujer, en amplios sectores de nuestro país.
Veamos primero la cuestión de los servicios médicos. La precariedad, atraso tecnológico y debilidad profesional que suelen coincidir con las regiones de mayor mortalidad son importantes. Cuesta pensar los recursos disponibles para tratar pacientes con preeclampsia o eclampsia en las regiones más pobres del país. Pero más serio es que esto coincida con nuestro nivel de gasto en salud. En 2005, según comparaciones del Banco Mundial, la Argentina gastaba 1.678 dólares internacionales/hab./año en salud, contra 1.324 de Chile, con la mitad de mortalidad. Comparando con países de similar PBI per cápita (Hungría, Letonia, Chile, Malasia, México), pagamos entre un 50% y un 70% más para obtener de un 30% a un 100% menos de reducción de mortalidad. Rever nuestro proceso médico y administrativo es crítico.
Yendo a la cuestión social, la mortalidad materna, al igual que la infantil, se relaciona estrechamente con la pobreza y escolaridad de las futuras mamás. Este problema cobra enorme relevancia en nuestro país, donde, según la Encuesta Permanente de Hogares, el 34,3% de las mujeres tiene escuela primaria o menos, y el 64% de las argentinas, según el Censo 2001, no tiene diploma secundario. Hay zonas en peor situación. El 73% de las mujeres de Formosa y el 76% de las de Misiones estudiaron menos que secundario completo. Alarmante cuadro que correlaciona con las cifras de mortalidad materna, siete a diez veces mayores en el NOA y NEA respecto de la Ciudad de Buenos Aires. Un grupo del John Hopkins publicó recientemente que una mujer con primaria completa triplica las probabilidades de utilizar los servicios de salud prenatal disponibles. ¿Qué tipo de procreación responsable puede llevarse adelante en lugares donde las mujeres ni siquiera asisten a clase?
Factores
Además, la pobreza se asocia, en mujeres de edad fértil, a depresión, tabaquismo, obesidad, hipertensión arterial y diabetes. Estos factores aumentan la mortalidad materna. Recientemente se publicó una investigación patrocinada por la Fundación Bill & Melinda Gates, donde para 175 países (la Argentina incluida), el nivel educativo de las mujeres per se explica el 50% de la mortalidad en niños menores de 5 años. La conclusión puede extrapolarse a la salud de las madres. Más aún, la escolaridad reduce el cáncer de mama y otros tumores de la mujer, además de bajar la muerte por infarto y otras enfermedades serias.
Las relaciones entre educación y salud son contundentes, y los nuevos estudios respecto de las relaciones entre corazón y cerebro parecen indicar que el proceso de escolarización genera cambios cerebrales que perduran a lo largo de toda la vida del individuo y protegen el funcionamiento del corazón y el sistema inmune, entre otros.
¿Qué hacer entonces? Además de pensar en reformar los procesos médicos y administrativos de nuestro sistema de salud, postergando intereses sectoriales y priorizando los del pueblo, deberíamos también redoblar los esfuerzos educativos, al menos en las comunidades más rezagadas. Este esfuerzo educativo es grande, porque implica duplicar la cantidad de mujeres que completan su educación secundaria, y al ritmo que venimos esto podría tardar 40 años. Luego, un insumo básico de esta po-lítica es la urgencia. De-
bemos poder meter todo
el empeño de un cambio histórico en el tiempo biográfico de una generación. Porque cada año miles de vidas se extinguen innecesariamente.
(*) Doctor en Medicina, UBA. INECO.
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