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Murat: "La vida nos ayudó a valorar la democracia"
• Diálogo en Mar del Plata con la cineasta brasileña, ex guerrillera y prisionera, que estrena “Memorias cruzadas”
Lucía Murat presentó en Mar del Plata su film del desencanto setentista “Memorias cruzadas”, que se estrena este jueves.
Periodista: ¿Podría resumirnos su experiencia?
Lucía Murat: Desde 1964, en el Brasil había un regimen militar muy represivo. En 1969, el Acta Institucional 5, anuló hasta el derecho al Habeas Corpus y yo, que había estado detenida por ser dirigente estudiantil en la Facultad de Economía de Rio de Janeiro, entré al grupo guerrillero MR-8. Me capturaron en 1971, tenía 20 años. La experiencia de la tortura, no solo física, queda para toda la vida. Entre la cárcel militar y la común estuve hasta 1974, cuando el regimen se aflojó un poco (duró hasta 1984). Ahí me hice periodista, comencé a trabajar en "Jornal do Brasil" y "Opiniao", y en 1979 entré al cine con un mediometraje sobre el Ejército Sandinista, "O pequeno exercito louco", que el Concejo Mundial de Iglesias me ayudó a terminar. Después rodé varias películas, inclusive una romántica.
P.: Háblemos de las que recuerdan su experiencia.
L.M.: Los documentales "Que bom te ver viva", sobre el reencuentro de presas políticas, que acá se dio en La Mujer y el Cine, y "Uma longa viagem", sobre mi hermano menor, al que mis padres enviaron a Londres para que no siguiera mis pasos, y terminó en la India. Y dos ficciones basadas en hechos reales: "Quasi dois irmaos", vidas paralelas de dos brasileños que se conocieron en la cárcel (presos políticos y comunes convivían) que acá se vio como "Casi hermanos", y ésta, hecha en memoria de Vera Silvia Magalhaes, que fue el emblema de nuestra generación. Muy inteligente, muy crítica, de una salud muy frágil debido a las torturas. Siempre íbamos al hospital cuando la internaban. Teníamos vidas diferentes pero íbamos. Cuando murió decidí hacer esta película.
P.: Donde alguien agoniza y viejos camaradas se juntan a discutir en la sala de espera y otros lugares. Interesante, en esas discusiones, la referencia al fusilamiento dentro de la organización.
L.M.: Me reprochan que lo haya puesto, porque no fue una práctica general, pero ocurrió y alguna vez hay que decirlo. Igual que ciertos crímenes cometidos por error. Murieron personas inocentes, debemos reconocerlo, no vamos a presentarnos siempre con las manos limpias. Me angustia ese proceso, cuando la violencia revolucionaria se excede. Ya pasó bastante tiempo, debemos hablar claro: no fuimos sólo víctimas. Es difícil procesar eso. Yo empecé a hacerlo en la cárcel común, cuando me puse a leer los escritos de Sartre y Camus después de la Segunda Guerra, y vi que no era todo blanco y negro.
P.: Es curioso cuando una militante festeja que no haya triunfado la dictadura del proletariado.
L.M.: Muchos ex guerrilleros ya no creen más en eso. Pero en nuestra juventud, frente a la dictadura militar, pensamos que la opción para América Latina era la propuesta cubana, el marxismo y tal. Luego la vida nos ayudó a inclinarnos por el diálogo y valorar la democracia.
P.: Usted pone un momento gracioso, cuando alguien convoca a votación para decidir el tratamiento de la amiga internada, a despecho de lo que digan los médicos.
L.M.: ¡Ocurrió de veras! Todavía tenemos los vicios de nuestra generación.
P.: ¿Por qué inserta la historia de un refugiado italiano?
L.M.: Es que en Brasil hubo varios miembros de las Brigadas Rojas, perseguidos por su país. Y no entendían, nos decían "ustedes acá son héroes y nosotros en Italia somos marginales". Éramos de una misma generación, quisimos lo mismo, pero los contextos eran diferentes.
P.: ¿En qué momento pasaron a ser héroes?
L.M.: Primero fuimos terroristas. Pasado mucho tiempo, "O Globo" hizo una autocrítica por su apoyo a los militares, y pasaron a llamarnos luchadores de la libertad. Esa imagen nos llevó a olvidar un poco el motivo de nuestra lucha: queríamos un verdadero cambio social. Hoy la sociedad ha mejorado, pero no tanto, y sigue siendo deshumanizada. Una cosa más. Nosotros teníamos intenciones más grandes, de cambio de comportamiento. Hablábamos de construir el afecto. No solo ser compañeros de lucha, sino querernos, protegernos, querer a la gente. Eso nos marcó. Creo que fue algo bueno.
P.: ¿Por qué todos los personajes son de clase media alta?
L.M.: Porque los guerrilleros de 1968 proveníamos de la Universidad, y a ella entonces concurría solo el uno por ciento de la población. Era la elite. Hoy, por suerte, ese porcentaje ha crecido mucho, mucho.
*Enviado especial


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