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PJ anti-K: frágil, pacto revela distorsión futura

Francisco de Narváez, Sergio Massa, Felipe Solá
Alfredo, el designado por De Narváez, es Atanasof, que volvió a la Cámara en la lista de Unión-PRO, por el sector del empresario, pero que empezó un retorno (o la exteriorización de ese retorno) a su célula madre: el ex presidente Eduardo Duhalde.
El vínculo entre el lomense y De Narváez es, en lo visible, frío y distante. Sin embargo, dos de los operadores que el «Colorado» invoca como propios, Atanasof y Alfredo Meckievi, nunca despegaron del caudillo de Lomas. Empatía secreta o agentes dobles.
La gambeta del «Colorado», que ni apareció por la cumbre del peronismo disidente, desató una ola de intrigas. Es más: la primera reacción fue que había dejado el bloque, hecho que tras la ruptura con el felipismo en provincia, sepultaba el acuerdo con Solá.
Rumor apagado
En lo formal, no ocurrió. Solá y De Narváez apagaron rápido el rumor de una fractura. Igual, que el empresario haya rechazado la oferta para ser autoridad de la Cámara, como parte de eje del peronismo disidente, fue el factor que explicó todas las sospechas.
En la práctica, el costado más vulnerable del acuerdo alcanzado ayer por el PJ federal, es la relación Solá-De Narváez. De hecho, donde tuvieron que poner a prueba la mutua voluntad de acuerdo, terminaron divididos: en La Plata, tienen bloques separados.
Esas astillas pudieron dañar con más profundidad el armado nacional, prioritario para Solá -para su plan presidencial o vicepresidencial para 2011- y le sirvieron como excusa a De Narváez para tomar distancia de una tarea, la legislativa, y unos socios, que no le agradan del todo.
Imaginarios
Desde otra perspectiva, el armado legislativo de ayer -al igual que la secesión felipista, que se quedó con 4 de las 19 bancas- anticipa una incompatibilidad futura entre los proyectos de Solá y De Narváez, una distorsión que empezó a percibirse pero que irá «in crescendo».
La costura, a la que Solá le puso el cuerpo y luego la cara, supone un diseño para, desde el Congreso, darle entidad a un espacio de peronistas anti-K que, tarde o temprano, terminará -en plenitud o con fugas- levantando la candidatura presidencial de Carlos Lole Reutemann.
El imaginario en torno a la postulación de Lole no deja de sorprender. Deseos propios, como el de los santafesinos que lo quieren empujar para arriba para jugar la gobernación, especulaciones más grandes -el antikirchnerismo que lo ve como un candidato que pueda combatir, también, a Julio Cobos- y algunos deseos personales como el de que invocan a Reutemann porque, en el mapa actual, se quedan sin rol.
En cualquier radar, hay que destinar un satélite a rastrear la sutil línea de interacción que vincula a Solá, Reutemann y Sergio Massa. El santafesino, como un demiurgo dormido, nada hace más que existir; los demás lo instalan en un esquema, como top o como compañía, para desafiar al «dragón herido», figura casi mitológica con que se refieren a Néstor Kirchner.
De Narváez, en cambio, se mueve en un circuito autónomo y diferente. Esta semana, de hecho, estuvo con Hermes Binner en Santa Fe. Y hoy estará en Mendoza, con Enrique Thomas, el peronista cobista que quedó como secretario parlamentario del bloque del Peronismo Federal.
Sigue, atento, el zigzagueo de Mauricio Macri y su espíagate y volvió a escuchar las propuestas para convertirse en potencial candidato presidencial. Por eso, aunque se consolida en Buenos Aires -se quedó con los dos jefes de bloque de Unión-PRO- no pierde de vista el resto del país.
La diferencia de fondo con Solá es que el ex gobernador parece, como el resto del PJ disidente, encaminado a disputar dentro del PJ mientras que De Narváez esa posibilidad la ve, al menos por ahora, lejana.
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