Entre un cuestionario mal preparado y peor formulado por el bloque oficialista de la Comisión de Juicio Político -plagado de valoraciones, citas periodísticas, menciones de Twitter y reformulaciones sobre otras declaraciones previas- , y un testigo decidido a no regalar ni media respuesta, la audiencia de ayer terminó convertida en un sainete, rayano al absurdo.
Robles sacó de las casillas a la bancada oficialista en la Comisión de Juicio Político
Principal asesor de Rosatti se amparó en artículo 18 de la Constitución y en deber de mantener reserva para esquivar preguntas acusatorias. Desquició al bloque K, que no le encontró la vuelta a la tensa audiencia. Fuerte descargo personal por “ataques” de legisladores y elogio a Corte.
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Silvio Robles, uno de los principales asesores de Horacio Rosatti, compareció ante los diputados en una de las citaciones más esperadas. Comenzó con un fuerte descargo personal y con una férrea defensa de la Corte Suprema para luego pasar a un blindaje absoluto, aduciendo la garantía de no declarar contra sí mismo y por el deber de reserva que rige al Poder Judicial. Los llevó al extremo.
Esa cuestión sacó de las casillas al kirchnerismo, que oscilaba entre la impotencia y la furia que lo hacía enredarse cada vez más hacia peores preguntas que obtenían respuestas idénticas, en un círculo desgastante. El resultado: gritos, peleas, chicanas con la oposición, acusaciones cruzadas y una confrontación directa entre el testigo y varios de los diputados oficialistas donde hasta los más calmados perdieron la línea.
Si el objetivo de Robles fue desestabilizarlos a través de mostrarse lo más reticente posible para tensar al máximo, el bloque K no mostró reflejos ni siquiera para leerlo como una estrategia. Al frontón con el que devolvía toda clase de preguntas bajo la misma fórmula remanida, los diputados terminaron expuestos, sin herramientas para formular preguntas que no incluyeran alguna clase de acusación sobre Robles, lo que le permitía nuevamente ampararse en la garantía de no incriminación.
La gimnasia para un interrogatorio eficaz que permitiera obtener respuestas más concretas partió de un error de base: nadie del oficialismo intentó disimular que consideran al asesor de Rosatti un engranaje fundamental (con carga negativa) para la dinámica interna de la Corte y que dan por válidas filtraciones de chats surgidos de un hackeo para sugerir una connivencia con CABA en el fallo coparticipación.
La citación como “testigo” en el proceso de juicio político a la Corte intentó maquillar un interrogatorio dirigido, en realidad, a un imputado que, como existen múltiples causas abiertas en sede penal, era obvio que planteado de esa forma jamás iba a rendir frutos.
Entre la resignación de Leopoldo Moreau y Mara Brawer, la táctica que utilizaban era la de formular una afirmación en la pregunta, y ante la negativa de responder concatenaban la siguiente afirmando la que nunca fue respondida. Así se dilató hasta el cansancio, irritando a propios y ajenos lo que motivó algunos cruces violentos como el de Rodolfo Tailhade que amenazó a Francisco Monti con un “a mí no me durás”, y quien luego lo tildó de “cobarde” por esa invitación a pelear, hasta una airada reacción de Vanesa Siley contra su colega de bloque Carolina Gaillard, presidenta de la comisión que trataba de atemperar los ánimos sobre explicando cosas. El “lilito” Juan Manuel López gritó más que nunca. En el medio, el testigo denunció discriminación cuando el chaqueño Juan Manuel Pedrini lo tildó de “oscura presencia”.
Parecía una humorada. Desde el fondo y ya sacado, Tailhade lo atacó al grito de “mentiroso compulsivo”, Moreau con aplicarle la ley de inteligencia y hasta el tranquilo Germán Martínez perdió los estribos, señalando que todo era una falta de respeto. Cualquier cosa daba lugar a equívocos, a la denuncia del testigo por “hostigamiento” y a reformulaciones de preguntas que quedaban igual que antes. Una jornada para el olvido.
Pero todo el lamentable espectáculo había quedado configurado de antemano ante la petición de Robles de leer una declaración. Antes, en su juramento, había exaltado la figura de Rosatti por su “integridad” y por hacer frente al proceso al que lo está sometiendo la bancada K. Pero luego, apuntó dardos quirúrgicos hacia algunos diputados por menciones específicas que se habían ventilado en la comisión en su contra y tenían perfume a inteligencia de poco alcance.
“Algunos diputados me han acusado falsamente de distintos hechos”, comenzó a enumerar sobre lo que denominó “fantasías y calumnias”. “Han dicho que tengo un departamento en Nueva York. Es mentira. Han. Dicho que estaba prófugo de la Justicia cuando estaba de vacaciones y no tenía ninguna citación. Han dicho que poseo propiedades en Miami y que visité esa ciudad durante este año: también es mentira”, lanzó mordiendo cada palabra y con miradas fugaces, como si marcara interlocutores.
“Han dado como ciertos y legítimos supuestos chats cuya veracidad, existencia o legalidad debe ser discutida judicialmente”, afirmó en su primera mención al tema. “Han atacado a distintos miembros de mi familia -indicó en el pasaje más personal de su alocución- tanto así que uno de mis hijos por ser pasante monotributista de una agencia municipal figura en los fundamentos de este juicio político”, apuntó. A su turno, los diputados buscaron desentenderse de esas acusaciones pero lo cierto es que el Ejecutivo había incluido a diversos parientes suyos como justificativo de las maniobras de mal desempeño que denunciaba sobre la Corte.
Nadie preguntó, esta vez, por una SRL que poseía Robles en la actividad privada previo a su arribo a máximo Tribunal y que había sido objeto de interrogatorios en audiencias anteriores y hasta con un pedido secreto a la AFIP. “Tiene el CUIT inactivo”, resumió. Algunos legisladores se frotaban las manos creyendo haber descubierto un filón por el que se negociaban fallos a cambio de dinero. “Todo para atacar y presionar a un ministro de la Corte Suprema de la Nación”, fue la conclusión que verbalizó Robles pero que encierra la lectura que hacen en el cuarto piso de toda la secuencia de juicio político. En ese breve texto estaba su explicación del por qué no respondería preguntas ligadas a ninguno de estos temas, lo que demarcaba un universo más amplio que las judicializadas.
Indagado por el capítulo obra social, el testigo aprovechó para lanzar dardos hacia el exadministrador general de la Corte, Héctor Daniel Marchi que fue un testigo estrella para la acusación. En cada referencia a sus dichos -que eran leídos o referenciados lo que volvía interminable la pregunta- Robles repitió que el exfuncionario “contó historias” ante la comisión (bajándole el precio a sus dichos tácitamente) que luego llevó a sede penal con acusaciones de diverso tenor, por lo que se abstenía de formular declaraciones. ¿Qué solución encontraron los diputados? Aprobar un careo entre ambos, con fecha incierta. Nada hace pensar que habiendo una causa penal abierta por la obra social ese encuentro podría echar luz sobre la cuestión.
Desgastante, por momentos tediosa, la confusión fue tal en la audiencia que al finalizar, el oficialismo decidió dejar de lado una denuncia penal por falso testimonio y solo echó mano de un pedido a la Corte para que se lo cite nuevamente pero esta vez con el levantamiento del deber de guardar reserva comprendido en un artículo del reglamento de justicia nacional. Pese a las quejas por su impostada reticencia, ese gesto termina por validar implícitamente que ayer se excusara de responder cuestiones administrativas y dinámicas internas del tribunal bajo ese argumento.
El oficialismo se fue de la reunión indignándose con la actitud del testigo y su irreverencia hacia los legisladores -lo que desnuda que en realidad se generó un daño al propósito mismo de la comisión-, pero dándose ánimos con que esto confirmaba que el Poder Judicial se considera exento de rendir cuentas. La oposición, en boca de una legisladora, graficó lo que paso de ayer como “torpe, desde el punto de vista legal y político”.
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