30 de octubre 2009 - 19:38

Tequila: mágico recorrido por un destino de alta graduación

Tequila: mágico recorrido por un destino de alta graduación
Playas paradisíacas, pirámides, frescos impactantes son sin duda sinónimo de México como destino, pero no son los únicos. Esta vez tuvimos el placer de conocer que la palabra «tequila» está muy arraigada en ese diccionario turístico azteca, y para eso viajamos al lugar que dio origen a ese aguardiente: al mismísimo pueblo de Tequila.

Ubicado en el estado de Jalisco, a unos 50 km de la imponente Guadalajara, este pequeño pero bien típico municipio mexicano se convirtió en la sede de un tour a través del cual uno puede conocer la historia y el mito de esta bebida de los dioses.

Algunas coincidencias

El destino es similar al de la ruta del vino mendocina o californiana, con visitas a los campos de cosecha del agave, planta de donde se extrae la materia prima del tequila, visitas a las bodegas para ver su producción industrial, cenas, degustaciones y hasta un tren tequilero con mariachis y todo el colorido mexicano.

Comenzamos en los imponentes campos de la Casa José Cuervo, uno de los creadores de esta espirituosa. Allí conocimos a Ismael, el jimador más famoso del mundo y un verdadero personaje que rápidamente aclara que ya fue tapa de revistas como National Geographic, Times o People, por lo que se muestra distendido ante nosotros.

Su función es clave: dirige la siembra y es el encargado de la cosecha de los agaves. Su trabajo es absolutamente artesanal y es fascinante ver cómo cortan esta inmensa planta parecida a un aloe vera hasta llegar a la piña que se encuentra bajo tierra, que es la base para producir el tequila.

La visita sigue en el centro del pueblo, más precisamente en La Rojeña. Esta estancia colonial es una de las plantas de producción de la empresa donde se enseña el proceso de creación de este aguardiente, desde la trituración de la piña hasta su conservación en barricas o toneles.

Sin dudas, lo más interesante es la cata de tequila (ver infografía). Nuestra primera parada es la más fuerte, ya que hicimos frente a un tequila de 52º de alcohol, que, como les gusta decir a los mexicanos con añoranza, es «de los que se tomaba antes». Ya por ley no se permite comercializar esta bebida y sólo se puede experimentar en esta ruta. Luego, fuimos invitados de lujo a la cava de reserva de la familia Cuervo. Con una arquitectura colonial y paredes de piedra, alberga botellas de más de 200 años que son la envidia de cualquier coleccionista. Pudimos probar uno de los mejores tequilas añejados. Su degustación es todo un rito: desde su extracción de la barrica de roble hinchado a su paso áspero por la garganta uno puede descubrir un sinfín de aromas y sabores.

Tras ese viaje de alta graduación por los cinco sentidos lo más recomendable es sentarse a comer algo bien fuerte, como una sopa azteca o unos tacos picantes, aunque siempre acompañado de una margarita.

De fiesta o de relax

La ruta del tequila no es sólo la visita a los campos y las numerosas bodegas, también hay alternativas más osadas y más tranquilas. Para los que buscan relax, deben orientarse hacia las ofertas de haciendas, spa o las caminatas por sus tranquilas calles.

Pero quienes se animan a algo más fuerte pueden tomarse «El Tequila Express, la leyenda». Se trata de un viaje en tren que va de Guadalajara hasta el pueblo tequilero con todo el color y calor mexicanos. Sus vagones, regados de margaritas y tequila, se convierten en escenarios para bailes y orquestas de mariachi que acompañan todo el trayecto. Suele salir los fines de semana, aunque también se alquilan para largas fiestas privadas.

Sin duda, esta ruta logró imponerse como un verdadero destino turístico y se cuela en la cabeza de mucha gente a la hora de planificar su descanso, porque ya no sólo espera de México su arte, su arena y sol.

Pablo Jímenez
enviado especial

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