Según la mitología de Wall Street, las grandes bajas bursátiles se atemperan o frenan con el sacrificio de algún "poderoso" del sistema. Por ejemplo, el derrumbe de las puntocom se fagocitó, entre otras, a Arthur Andersen, Worldcom, Enron, y a sus directivos. Si bien la actual crisis ya se "comió" a prácticamente toda la banca de inversión, la decisión judicial de encarcelar sumariamente a Bernard Madoff fue vista ayer como la primera "ofrenda personal" a los dioses del mercado. No es que esto tuviera que ver mucho con el 3,46% que ganó el Dow, aunque no se puede negar que influyó favorablemente en el ánimo de los inversores ver que "quien las hace, las paga". El problema es que así como la detención del archicriminal no alcanza para explicar la suba accionaria, ni las acotadas caídas en las ventas minoristas, inventarios o la baja en la calificación de GE, ni el tratamiento en el Congreso de "mark to the market", ni el más de 7% que ganaron los papeles financieros, etc. son capaces de hacerlo de manera satisfactoria. Veamos: a los 15 minutos de arrancar la sesión, el Dow retrocedía el 0,84%; de ahí en más fue ganando terreno hasta cerrar en 7.169,82 puntos, sin que ninguna noticia puntual pareciera reimpulsar o frenar el camino alcista. Tal vez la mejor pista de lo ocurrido la den el volumen negociado y la exitosa colocación de treasuries a 30 años, que más que de un auténtico rally parecen decir que lo vivido fue por sobre todo el efecto del cierre de posiciones vendidas en descubierto.
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