También hizo reír al auditorio Chaplin cuando dijo que debió someterse durante un tiempo a aprender el español del Río de la Plata, porque temía que no le saliera el acento. "Tuve que practicar mucho el 'sho' y el 'maravishoso'", dijo.
La reunión fue distendida, llena de bromas y elogios. Zanetti, ganador del Oscar a la Mejor Dirección Artística en 1995 por el film "Restauración", la cierra con una teoría: "Cuando una gota de aceite cae sobre el papel, lentamente se expande por toda la superficie. Pero muy lentamente. Ciertas películas logran algo semejante en el tiempo. Espero que la mía también se expanda".
El tema de la película es, a través de esa fantasía romántica, un viaje en el tiempo. La protagonista tiene una visión del futuro que no le gusta, de modo que, mediante un viaje al pasado, modifica algunos acontecimientos intentando que los hechos ocurran de otra manera.
Despejada la sala, dialogamos con Zanetti.
Periodista: Al exponer su teoría, usted aludió a las películas que marcaron su infancia cordobesa.
Eugenio Zanetti: "La bella y la bestia", de Jean Cocteau, "Los cuentos de Hoffman" y "Las zapatillas rojas", de Powell & Pressburger, con ellas me hice mi idea de lo que es el cine, pero, sobre todo, ellas grabaron en mi mente una forma de mirar la vida. "Amapola" es, en parte, mi humilde homenaje al cine de mi infancia.
P.: Hábleme de esa época.
E.Z.: No había televisión. El asombro estaba en los libros y el cine. Mi padre era un hombre culto, que nos enseñaba imágenes seleccionadas, capaces de abrirnos la cabeza. Nos llevaba al cineclub "Sombras", que entre otros conducía el poeta Daniel Salzano, y también al Instituto de Cultura Argentino Soviético (las famosas películas de ballet, etc.). Absorbíamos todo. Cuando fui a trabajar a Hollywood y armé la megaexposición dedicada a Cecil B. DeMille los norteamericanos se asombraban. "¿Cómo sabe tanto?" "Es que vengo del culo del mundo, donde teníamos hambre de saber", les respondía. Y algunas cosas quedan dentro del inconsciente. Hoy puedo señalar, por ejemplo, rastros de "Los cuentos de Hoffman" en mi película. Y los advertí recién después de haberla hecho.
P.: En la imagen de "Amapola" parecen predominar los recursos clásicos por sobre los digitales.
E.Z.: Con Ueli Steiger hicimos algo bastante jugado, "a la antigua", con filtros, medias negras de Paris delante del foco, vaselina en los bordes, todo con un grupo pequeño de técnicos locales, que él mismo seleccionó y lo dejó muy conforme. Todo lo que usted ve, y parece tan complicado, lo hicieron con tres luces, y a veces sólo con dos. Ueli tiene el don de la simplicidad. El dice "Very simple". Nos conocemos desde hace 35 años, dice que fui su mentor en sus tres primeras películas. Yo le agradezco su ayuda, porque esto lo hizo "de amigo". Incluso se pagó el viaje. No hubiéramos podido pagarle nosotros lo que realmente se merece. En cuanto a los detalles digitales, cómo trasladar todo el Hotel del Tigre a una isla, eso fue posible porque la gente de Cinecolor, por ejemplo la supervisora Paula Núñez, abrazó la película como propia. Yo les agradezco, a ellos, y a muchos otros: el ambientador Sebastián Sabas, la directora de arte Graciela Fraguglia, la gente de Cinema 7 Films, que encontró la financiación, luego completada por la Fox, el elenco, que es numeroso (a los mencionados se agregan Lito Cruz, Nicolás Scarpino, Elena Roger, Leonor Benedetto, y un largo etcétera). Con Geraldine nos conocemos desde hace años, cuando fuimos jurado en el 1° Festival de Cine de San Luis.
P.: ¿Y qué me dice de Camilla Belle?
E.Z.: Ella tiene un don muy raro, que los americanos llaman "stillness". Actúa con expresiones tan imperceptibles que sólo la cámara puede ver, y así, con pequeñas miradas, va construyendo su personaje. Un método de "menos es más" que resultaba ideal para la película. Y su pareja, Francois Arnaud, es un actor sólido, con peso, haciendo un vagabundo norteamericano muy típico de los '60. Conocí varios como él, escapando de Vietnam.
P.: La película se ambienta en 1952, 1966 y 1982.
E.Z.: Hay apuntes autobiográficos algo disimulados. Esos tres años fueron tres jalones en mi vida: la muerte de Eva Perón, que me impactó, los sucesos públicos que me decidieron a viajar a Europa por primera vez, y luego a EE.UU., buscando otro destino. Como dice el personaje de Geraldine, "tenés que soñar un sueño mejor". De eso trata "Amapola". En cierto momento su personaje ha muerto, pero la muerte no es el final, sino una transición. Yo he cambiado mi sueño, mi mundo, y mi destino varias veces. Sé que es posible.
P.: Seré indiscreto: ¿cuánto costó?
E.Z.: No lo parece, pero nos movimos con un presupuesto argentino reducido. Diez millones de pesos, con el dólar a cuatro, abril del año pasado, filmando en el Tigre, Pilar, el Teatro Argentino de La Plata, el Palacio Sans Souci, la Legislatura porteña y los estudios Sono Film. Los tapices que se ven son pinturas mías, digitalizadas sobre terciopelo. Y algunos muebles también son míos.
P.: ¿Y ahora?
E.Z.: Después de la película, y del trabajo de escenografía y vestuario que hice para "El jardín de los cerezos" en el San Martín, todavía tengo más trabajo. Preparo una muestra retrospectiva enorme y una puesta de "La loba", también en el San Martín (bella obra acerca de la avaricia, muy bien escrita por Lillian Hellman), me han ofrecido dirigir otra película, y estoy desarrollando dos guiones míos. Uno se ambienta en Venecia, 1934, y otro en Nápoles. Pero filmar allá es difícil. Resultará menos costoso rodear el Palacio Barolo con agua digital de Venecia.
| Entrevista de Paraná Sendrós |


Dejá tu comentario