31 de enero 2002 - 00:00
Anillo espectacular, pero lejos de Tolkien
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Tolkien se vale de un personaje clave, Gollum, para mostrar el infierno al que puede descender un hombre llevado por sus propias ambiciones y la ayuda de uno de los anillos del poder al que se refiere el título de la trilogía. Y como en la película Gollum aparece mucho menos que en el primer libro de Tokien, da la sensación de que la lucha de una fraternidad interracial -compuesta por hombres, hobbits, elfos y enanos- contra las hordas del Mal casi nunca intenta poner el énfasis en el gran tema del libro.
Los 180 minutos de metraje podrían dar miedo en cuanto a su fidelidad al largo prólogo.
Curiosamente es la parte en la que Jackson muestra mayor equilibrio. En cambio luego hay que ver cómo desaprovecha una hora completa de secuencias que en el texto eran alucinantes, y en la película no llegan a lucir más que como un preparativo para la verdadera super acción que ocupa la última hora de película.
El tren fantasma de cavernas siniestras, monstruos gigantes y ejércitos de demonios son el tipo de material lo bastante fuerte como que no tenga sentido analizarlo con sutileza.
Respetando una pizca más el estilo «dark» y la truculencia aplicada originalmente por Tolkien, casi se podría decir que está muy bien. Lástima ese desenlace con música símil Titanic (lo peor en toda la carrera de Howard Shore, que tampoco se cuidó de evitar por enésima vez acordes de « Carmina Burana») y enanitos abrazados tiernamente.
Los efectos especiales son convincentes, igual que la dirección de arte y la fotografía, y el elenco incluye a un solvente Viggo Mortensen como el guerrero Aragorn y al brillante Ian McKellen como el mago Gandalf, pero desaprovecha a Liv Tyler y sobre todo a Christopher Lee (su villano es temible, pero aparece poco).
La que se roba la mejor escena del film en cuanto a su calidad como adaptación literaria es Cate Blanchett: su dama Galadriel encarna con auténtica magia a la soberana elfa que durante un instante queda cegada por el poder del anillo.
Los 132 minutos del subestimado film anterior de Ralph Bakshi -con audacias como rotoscopiar batallas de «Alejandro Nevsky» de Eisenstein y mezclarlas con animación convencional-siguen luciendo más épicos e intensos que las 3 horas de Jackson.
Para ver a Gollum, y para esperar una aproximación más enfocada al tema esencial de «Lord of the Rings», habrá que esperar un año. Sin lugar a dudas el tono del segundo film de la trilogía tiene que ser mucho más fuerte que el de esta primera entrega, que es sólo buena cuando no podía ser menos que excelente.


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