Mickey Rooney, mal hablado como nunca en su carrera, y Dick Van Dyke dando patadas
voladoras hacen imperdible la descabellada y divertida comedia «Una noche en
el museo», que protagoniza Ben Stiller.
«Una noche en el museo» (Night at the museum, EE.UU., 2005, habl. en inglés). Dir.: S. Levy. Int.: B. Stiller, D. Van Dyke, M. Rooney, R. Williams, C. Gugino, B. Cobbs, J. Cherry, R. Gervais, O. Wilson.
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La premisa es tan simple y descabellada como para ser considerada avant-garde: todas las noches, cada ítem de un museo cobra vida sin dejar de hacer disparates hasta que sale el sol. Ni los surrealistas, ni los Tres Chiflados, ni Abbott y Costello, ni ningún otro, contó con un presupuesto de 120 millones de dólares para contar semejante chiste minimalista. Pero, esta producción de Chris Columbus nos da algo que nadie nos dio nunca: Dick Van Dyke puede dar patadas voladoras, y Mickey Rooney puede lucir y hablar con la peor mala onda de toda su carrera, insultando merecidamente a Ben Stiller, para luego aporrearlo de lo lindo.
Ni Roger Corman en «Invasión Secreta» ni Mark Robson en «Los Puentes de Toko-Ri» consiguieron que Rooney se exprese tan libremente como en este film, en el que aparece por primera vez en medio siglo. Dick Van Dyke no actuaba en cine desde el «Dick Tracy» de Warren Beatty en 1990. Vaya a saber cómo convencieron a estos incunables de carne y hueso para que vuelvan a la pantalla grande. En todo caso, los gags sin efectos digitales, pero con Ben Stiller enfrentado a estos dos próceres provocan tantas o más carcajadas que cualquier escena high-tech con los romanos, mayas, y cowboys liliputienses diseñados para arrasar técnicamente con todo lo que Ray Harryhausen haya inventado ern «Los Tres Mundos de Gulliver». Pero, la gran virtud de esta pelicula es escapar totalmente de lo académico y los standards hollywoodenses, para hacer algo tan blasfemo como casi plagiar la vieja comedia mexicana de 1960 con el cómico Tin Tan y Lon Chaney Jr, «El rey del terror». Ben Stiller no logra lucir tan tonto como Tin Tan, pero casi lo logra al interpretar al pobre tipo, que para no ser desalojado, acepta un trabajo tan duro que incluye evitar ser descuartizado por Atila, el Rey de los Hunos.
Digamos que el guión no tiene el rigor de los no tan antiguos «Ghostbusters», pero la película tiene a Dick Van Dyke y Mickey Rooney. Todo no se puede. Seguramente, tanto el cowboy liliputiense Owen Wilson, como un medido Teddy Roosevelt (Robin Williams), y sobre todo, el pobre, a veces patético y psicodélico guardia nocturno Ben Stiller, verán esta película una y mil veces disfrutando del minuto que actuaron de verdad junto a los dos maestros del show business, que en esta película, dan patadas voladoras.
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