2 de abril 2004 - 00:00

"El teatro argentino es el mejor del mundo"

Rafael Spregelburd
Rafael Spregelburd
Antes de estrenarla en Europa -donde se la disputan ingleses, alemanes y austríacos- el actor, dramaturgo y director Rafael Spregelburd repondrá su obra «La estupidez» en el Teatro del Pueblo, el 17 de abril. Se trata de una divertida y extravagante road-movie de tres horas veinte de duración, con 24 personajes y sólo cinco actores, que toma prestados algunos recursos del lenguaje cinematográfico. La pieza transcurre en Las Vegas y su tema central es la codicia (forma parte de un grupo de siete títulos inspirados en los pecados capitales, de los que el autor ya ha dado a conocer cinco, aquí y en el exterior). «La estupidez» es el primer gran éxito a nivel internacional que ha logrado el dramaturgo de 34 años. Luego de haberla dado a conocer en Londres y de haber recibido el premio Tirso de Molina en España, la obra será estrenada este año en Alemania, México, República Checa y otros países a confirmar.

Periodista: Por más disparatadas que resulten sus tramas usted siempre termina hablando de la Argentina.

Rafael Spregelburd: «La estupidez» está ubicada en Las Vegas que es como decir en ninguna parte, porque es un lugar absolutamente artificial que se apoya en la idea del dinero como ilusión, del dinero para hacer más dinero. La argentinidad de esta obra tiene que ver con que yo la escribí en plena débacle económica y social. Si bien el dinero es la representación de la riqueza y no la riqueza misma, nosotros hemos acostumbrado a que el dinero sea la representación de la representación, patacones y lecop mediante.


P.:
Sus obras apelan a tramas tan complejas como divertidas y cada vez pasan más cosas en escena.

R.S.: Creo que hay que acabar con ese mito de que el teatro es un arte narrativamente pobre, que debe ir a lo sustancial y que tiene que cambiar extensión por intensidad. Yo creo que el teatro al igual que el cine, puede lograr que el espectador se entregue a todos los placeres.


P.:
¿El teatro argentino se puso de moda o es realmente bueno?

R.S.: Esto puede sonar algo chauvinista, pero estoy convencido de que el mejor teatro del mundo es el que se hace en la Argentina. Nosotros no podemos decirlo porque somos como sobrevivientes, ¿cómo decir que acá se hace el mejor teatro del mundo cuando la gente no tiene dinero para pagar la entrada? Pero ése es el secreto de la exportación del teatro argentino al mundo. Caso Javier Daulte, por ejemplo, cada estreno suyo en Barcelona ocupa la primeras planas de los periódicos. Y es que en España la relación entre el teatro y el público está rota, en cambio el teatro argentino está lleno de vitalidad y desmesura.


P.:
Su obra se reestrena en el Teatro del Pueblo, bastión de Roberto Cossa y de una generación de dramaturgos con la que usted tuvo algunos encontronazos.

R.S.: Nunca fueron mis enemigos. En realidad, tuvimos un conflicto muy severo cuando un grupo de ocho jóvenes autores (entre los que se contaban Alejandro Tantanián, Javier Daulte y Jorge Leyes, entre otros) integramos el Carajaji y fuimos convocados por el San Martín para que escribiéramos obras para la Comedia juvenil. Ese grupo estaba coordinado por Bernardo Carey y Tito Cossa y las obras fueron rechazadas porque según dijeron no tenían ningún valor, aunque después se publicaron, ganaron todos los premios y se estrenaron en varios lados. Pero no hubo un enfrentamiento de tipo generacional. Lo que sucedió es que determinadas personas estaban en un lugar de poder y otras no y había que poder pasar ese filtro para subsistir. Pero ahora ya no es más así y lo celebro.


P.:
¿Cambiaron de forma de pensar?

R.S.: Ellos siguieron idénticos a sí mismos y siguen encontrando espacios para estrenar sus obras, por eso me parece en un punto generoso que compartan el Teatro del pueblo con gente que piensa diferente. Allí se estrenaron obras como «1500 metros sobre el nivel de Jack» de Federico León o «Bésame mucho» de Javier Daulte. Pero esto es la primera vez que una obra de autor joven se estrena en la sala mayor y es porque no entrábamos en la sala chica. Cuando se dio el enfrentamiento con el Caraja-ji nosotros ni siquiera nos ofendimos, simplemente seguimos adelante a la búsqueda de nuestro propio público. Ahora la discusión se volvió a complicar.


P.:
¿Por qué?

R.S.:Porque los programadores europeos entienden que el teatro argentino de hoy es el teatro de mi generación. Esto puede llevar a un conflicto de poderes algo extraño en el que nadie tiene la culpa. Me parece bien que convivan distintos tipos de teatro, pero en cuanto a política cultural, yo creo que los teatros oficiales deberían apoyar únicamente lo que es nuevo y así garantizar que sigan existiendo nuevas generaciones de teatristas. Así ocurre en Alemania. Cuando ellos encuentran a un autor interesante, con una primera obra, los teatros se pelean por ver quién lo va a comisionar para que escriba la segunda. Acá en cambio ¡es absurdo! para poder entrar al Teatro San Martín con una obra tuya tenés que haber estrenado seis obras antes ¿y donde las hacés?


Entrevista de Patricia Espinosa

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