15 de marzo 2004 - 00:00
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Kirchner anunció también las tratativas de un convenio entre INCAA y Bibliotecas Nacionales, videotecas en las embajadas, la paulatina expansión de programas educativos con empleo de películas nacionales, la búsqueda de una legislación común con Brasil, salas en Europa y otras cosas a nivel vaguedades. El discurso también tuvo un recuerdo para María Luisa Bemberg, y una humorada: cuando entre otros autores mencionó a Héctor Olivera, Kirchner agregó «que este año no me tiene como extra». Es que en 1973, con otros muchachos de la JP, había hecho número en el rodaje de «La Patagonia rebelde». Lo que no dijo, es si le tocó hacer de represor o de huelguista, y puede decir cualquier cosa, porque no se lo alcanza a ver. Más suerte tuvo el gobernador Felipe Solá, también presente esa noche, cuando para la misma época Pino Solanas le dio un papel con letra en «Los hijos de Fierro».
A señalar también, un encuentro de distribuidores del Mercosur, más promisorio que otra cosa, un seminario de postproducción, dos noches bien inspiradas de la National Film Chamber Orchestra para acompañar películas mudas (se dice que la quieren grabar, aunque entonces perdería la gracia de ser música en vivo), el anuncio de un concurso de films educativos y los resultados de otro para jóvenes, y la presentación, desgraciadamente simultánea, de un valioso libro de historia del crítico cordobés Enrique Lacolla y otro del Museo del Cine sobre Birri.
Todo plausible, salvo haber contratado la sala del Neptuno, que tiene una proyección penosa, y donde incluso dejaron quemar parte de una copia. Aún se discute si es culpa de un operador que viene mostrando mala voluntad, o es culpa del aparato viejo, aunque entonces habría que preguntarse qué pasó con los subsidios para renovación de maquinaria que hubo en administraciones anteriores. Encima, ya en otra ocasión esta misma sala había sido contratada, y recriminada, y ahora tiene el grueso de una de las mejores secciones paralelas, Punto de Vista.
Otras quejas van hacia la escasez de catálogos y merchandising, y también hacia el diseño del premio Astor, que visto de cerca más parece un perfume de Dior. Algunos también reclaman por mayor cantidad de películas latinoamericanas, tal como se había prometido, pero en verdad ésta no es una queja generalizada. En total hay 104 películas argentinas, 22 del resto de Latinoamérica, 12 de EE.UU. y Canadá, 77 de Europa, 9 de Asia en general, una de Africa del Norte y una de Oceanía. El reclamo por más cintas asiáticas es todavía menos generalizado.
De las argentinas, llama la atención el entusiasmo de sus autores para promocionarlas, desde los under de Farsa Producciones que andan con una muñeca horrible como un espantapájaros mostrando a medianoche el work in progress de su próxima obra, «Cinebasura», hasta el tipo de «Adiós, querida luna» que subió al escenario vestido de astronauta y le ofreció un mate al Presidente, en referencia a los astronautas criollos de esta comedia, más festejada por el público joven que por la crítica.
Esta última prefirió, del material en competencia, el denso drama húngaro «Dealer», de Benedek Fliegau, casi tres horas hipnóticas sobre la conciencia de un narcotraficante. Le sigue el docudrama del inglés Kevin Mac Donald «Tocando el vacío», recreando la impresionante fuerza de voluntad de un andinista quebrado y abandonado al borde de una grieta. Se sabe el final, y sin embargo atrapa todo el tiempo. Irónicamente, entre tanta película de izquierda, una de las competidoras más fuertes resultó ayer la peruana «Paloma de papel» sobre las víctimas civiles de Sendero Luminoso (otra ironía es que, para hacerla, su director Fabrizio Aguilar consiguió coproducción tanto de EE.UU. como de Cuba y Emaus).
En América Latina XXI atrapa también «Sexual Dependency», del bolivioamericano Rodrigo Beliott, jugando entre Nueva York y Santa Cruz de la Sierra con pantalla dividida. Del resto, se confirmó la buena fama de «El abrazo partido», «El viaje hacia el mar», «Casa de los Babys» (justo la que se quemó), «Los soñadores», «Mortadelo y Filemón», y la sueca «Ondskan» (sólo contra sí mismo), reciente candidata al Oscar bajo el título inglés de «Evil». Buenos descubrimientos, la pakistaní «Aguas silenciosas», la suiza «Mi nombre es Bach», con fotografía del argentino Ciro Cappellari, y la sátira israelí «El viaje de James a Jerusalen».
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