22 de diciembre 2004 - 00:00
"España tuvo más de una guerra civil"
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David Trueba: «El cine español sobre la guerra civil siempre atacó a un mismo bando. Mi film pretende correrse de esa misma mirada».
Periodista: ¿Cómo se llega desde el cine franquista, donde los malos eran los rojos, y el cine de la democracia, donde los malos eran los franquistas, a este punto intermedio donde los republicanos fusilan a los prisioneros de derecha ( financistas, sacerdotes, etc.), pero alguien deja escapar nada menos que a uno de los fundadores de la Falange, que además es poeta, y otros luego lo protegen en un bosque?
D. T.: Uno debe enfrentarse a sus propias opiniones cada mañana. Por eso ahora algunos intentamos tener una perspectiva más completa, que sirva para la construcción del país, y para entender cómo una nación entera se masacró tres años completos, y continuó esa masacre hasta muchos años después, con crímenes y abusos de matones profesionales, y de señoritos matones. ¿Cómo, hace apenas dos generaciones, llegamos a esos niveles de salvajismo? Sin perder la opinión personal, nada debe taparnos los ojos ante los excesos de toda guerra, porque cuando estalla una guerra se pierden las razones, y España no tuvo una, sino tres guerras civiles.
P.: ¿Cómo es eso?
D.T.: Una, la de la banca, el ejército y la iglesia contra los socialistas y sindicalistas en general. Otra, simultánea, la de los comunistas estalinistas contra los anarquistas y demás libertarios, con purgas y crueldades terribles.Y después, más discreta, la de los franquistas contra los falangistas, con ese mártir de José Antonio, muerto en la cárcel republicana, y que para el franquismo bien muerto estaba, porque su carisma de ultra católico le hacía demasiada sombra al generalísimo. En total, un millón de muertos.
P.: En la primera lista no puso a los monárquicos.
D.T.: En 1936 apenas había monárquicos, porque nadie tenía buenos recuerdos del último soberano. Pero Franco se arrogó el papel de regente de la monarquía, y con un paternalismo maravilloso condujo el gobierno hasta reinstalar con toda gloria la casa de los Borbones, poco antes de su muerte. Pero en el origen de ese gobierno está la guerra, cuyo recuerdo a muchos produce alergia, y quieren sepultarla en el olvido, pero reaparece enseguida, apenas se rasca un poco. España todavía es un país enfermo, claro que con un grado de enfermedad más llevadero que los anteriores, cuando, para no reconocer una herida, no se la miraba.
P.: ¿Su película contribuye a curarla?
D. T.: Ojalá, pero hoy la funcióndel cine no es cicatrizar esa herida, sino mantener vivo el interés en ella. Por eso cuento esta historia, que me parece emblemática de un país donde se masacraron entre hermanos, pero a veces también se ayudaron. Los ancianos que en su juventud ayudaron a Sánchez Mazas, y que él llamaba «los amigos del bosque», fueron reales, y por suerte aún existen, los hemos localizado, y son los que se representan a sí mismos en la película.
P.: ¿Es cierto eso? ¿No son actores?
D. T.: Lo mismo que el hijo de Sánchez Mazas.Y los lugares donde ocurrieron los hechos, como el santuario de Colell, que habían convertido en cárcel, o el bosque donde fusilaron a cincuenta prisioneros, existen, y ahí es donde filmamos. Precisamente eso me permitió tirarme a la piscina, porque es la parte donde la película puede aportar algo distinto a la novela, mostrando desde la perspectiva de 2003, con la investigación de una profesora de Gerona que visita esos lugares, la perspectiva de 1939, con sólo unos pantallazos de cómo habrán ocurrido los hechos. Esto quiero recalcarlo, la película no es de ningún modo una «recreación de época», así, digamos, académica. A mí la llamada recreación académica, en el peor sentido del cartón piedra, me tira atrás.
P.: ¿Es por esa mirada actual, que usted puso una mujer investigadora, en vez de un hombre como en la novela?
D. T.: Una buena novela, con un punto de vista novedoso, atractiva construcción dramática, y perspectiva contemporánea. Pero la sensación de realidad que provoca en su primera página, cuando el narrador se presenta en primera persona, no podíamos darla en cine con ningún actor. En cambio resultaba mejor mostrar la perplejidad, la distancia inicial de otra generación, recalcando esa distancia precisamente a través de una mujer.
D.T.: Eso vino como desarrollo del personaje femenino, precisamente para reforzar su impresión de sentirse perdida ante nuevas interpretaciones del pasado, y de las relaciones humanas, menos intelectualizadas.Al respecto, la protagonista es Ariadna Gil. A veces me preguntan por qué la elegí. Me gustaría decir que es por su físico, pero para mantener una imagen de persona ilustrada digo que es por su enorme nivel actoral. La pregunta, en realidad, es por qué una mujer de enorme nivel actoral aceptó trabajar con un director tan poco respetable como yo. Ahí también me gustaría decir que es por mi físico.
P.: ¿Toda esta historia contribuyó a revalorar literariamente a Sánchez Mazas y otros escritores de la derecha española?
D.T.: Ya un tiempo antes estaban siendo redescubiertos. Los hay buenos. El problema, es que para muchos lectores no son demasiado interesantes, o ni siquiera dignos de mención, sólo por cuestiones ideológicas. Eso es como quien se niega a leer a Antonio Machado, por izquierdista, o a su hermano Manuel Machado, por derechista. Pues se lo pierde, qué puedo yo hacer.
Entrevista de Paraná Sendrós
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