7 de abril 2004 - 00:00

"Hay escritores que se corrompen por muy poco"

Almudena Grandes
Almudena Grandes
Una tasadora de arte recuerda una relación triangular, de un erotismo desenfrenado en medio de la movida madrileña de los años '80, es el punto de partida de «Castillos de cartón», la nueva novela de la escritora española Almudena Grandes. En su breve visita a Buenos Aires, dialogamos con ella.

Periodista
: ¿Su libertad la sostienen sus lectores?

Almudena Grandes: Es así. Siempre que se habla de la influencia de la industria, del mercado, en la literatura se enumera la parte negativa, que es considerable. Las editoriales presionan a los jóvenes escritores al punto de acabar con sus carreras. Hemos visto como gente joven, absolutamente prometedora, se venía abajo sin otra explicación que el empacho de un éxito que no tenían capacidad para digerir.

A los escritores se les exige una velocidad determinada, un tiempo determinado, temas determinados. Los agente literarios hacen de intermediarios muchas veces muy rapacesentre el editor y el escritor.Eso es verdad, pero hay un lado de esta historia que nunca se cuenta: que los lectores son la libertad del escritor, y esa es la contrapartida de toda la influencia negativa. La influencia de corrupción del mercado está relacionada con la corruptibilidad del escritor. Hay escritores que se dejan corromper por muy poco, que ni siquiera necesitan grandes estímulos para dejarse corromper. Pero, cuando un autor tiene lectores que lo siguen y lo sostienen, es más libre. Gracias a eso escribo los libros que quiero escribir. Hay que reivindicar el papel de los lectores en una sociedad en que la literatura tiene cada vez menos importancia y menos posibilidad de competir con los medios audiovisuales, no hay un consumidor cultural que tenga un nivel de consciencia parecido al que tiene un lector, por eso hay que apoyarles y mimarles. Cuando se tiene la suerte de tenerlos, se es libre. Yo soy libre por mis lectores.

P.:
¿Le molesta que la definan como escritora erótica?

A.G.: No me importa. Cuando apareció «Las edades de Lulú», tras el Premio La Sonrisa Vertical, sabia que mi camino no era convertirmeen Erica Jong. El erotismono fue un lastre; sí lo fue el éxito. Luego de una primera novela tan exitosa, la segunda da pánico. Tuve la suerte que «Malena es nombre de tango» me cambió de disco, pase de escritora erótica a escritora femenina. Y con «Los aires difíciles» a escritora decimonónica. Voy cambiando de etiqueta. Un escritor tiene el mandato de desconcertar. Nada peor que la artrosis literaria. Uno no se puede repetir, hay que sacar lo pies del plato. Con «Castillos de cartón» los he vuelto a sacar y aún no me han puesto etiqueta. Deben estar pensando como definirme ahora.


• No tan perversa

P.: ¿Por qué eligió ese título?

A.G.: Porque habla de la fortaleza de las cosas frágiles y de la fragilidad de las cosas fuertes. Mis personajes se meten en un lío tremendo sin saber lo que están haciendo, se dejan llevar por su instinto para ser felices, que es en definitiva lo que hacemos los seres humanos. La historia sentimental, al circular entre ellos, hace no sea un triángulo. La narradora es el centro de la historia, la bisagra que une a los dos hombres, y por eso tiene un visión completa de las cosas. Para ella esos hombres son un novio con dos cuerpos. No establece diferencias.Cuando no tiene más remedio que elegir, circulan sentimientos muy fuertes y una lealtad indestructible. Ellos aceptan ser leales hasta cuando se son infieles.Y la historia se deshace porque saben que o son tres o no son ninguno.


P.:
¿Pensó en la película « Jules et Jim», dónde hay una relación triangular cercana a la que usted cuenta?

A.G.: Me acordé cuando estaba escribiendo, no antes. ES una historia de fervores, pero más triangular. Casi me muero cuando vi el cartel de la película de Bertolucci « Soñadores», con una chica durmiendo entre dos muchachos, después no es tan así la historia. Aunque transcurre en el Mayo francés, y la mía en los años '80, que es lo más parecido a eso que tuvimos en Madrid. Acaso esto se deba a que es más fácil que en esos momentos sucedan esas historias de lealtades triangulares.


P.:
¿Quiso recuperar la « movida» española?

A.G.: No, no quise hacer una novela histórica, llena de claves y descripciones de época, sino atrapar el espíritu de aquellos tiempos. Este es un ejercicio consciente de nostalgia. La historia de «Castillos de cartón», complicada y muy perversa, sólo pudo ocurrir en tiempos de inocencia general, años en que se vivía sin culpa, sin miedo, de una libertad tan absoluta que ni siquiera había que recordar que «su libertad termina donde empieza la mía», porque eso marca el final de la libertades verdaderas. A mis personajes la vida los pone ante una situación que los sobrepasa, que no son capaces de comprender y, sin embargo, tienen que vivir. Es esa inocencia les permite construir esa figura perversa que luego resulta no serlo.Y cuando pierden la inocencia, todo se les viene abajo.


P.:
¿Cómo surge en usted la historia de este trío de personas?

A.G.: Partí de situaciones que sobrepasan a los protagonistas, y el tres es el número del exceso. Nunca quise contar una historia triangular. En un triángulo siempre hay dos partes que ganan y una que pierde. Aquí los tres apuestan y los tres pierden. Por eso recordé los versos: «Pero el dos no ha sido nunca un número porque es una angustia y su sombra», del « Pequeño poema infinito» donde García Lorca habla de la imposibilidad del amor, de la pareja, de escapar a la soledad, de que todo suceda siempre dentro de uno mismo. Hay algo que me gusta en esta novela: cuando comienza parece una cosa y luego resulta otra. Tiene dos ejes, uno el amor y el sexo, y el otro, el arte, y se van compensando. Hay un juego de poder que no es estable, que va cambiando. Los que son fuertes en un eje, son débiles en el otro, y viceversa. Es un novela sobre la gloria, y sobre dos tragedias: pagar un precio por la gloria, le ocurre a Marcos, el que mas tiene que perder si la historia se deshace porque es un hombre atormentado, que ha estado solo toda su vida, y es un artista, no puede evitar serlo, su ambición y su talento lo llevan a afirmarse como tal a pesar de saber que la relación con los otros dos se vendrá abajo y va a perder. Otra tragedia, mayor, es la de los que no tienen siquiera la opción de pagar un precio por la gloria, que están excluidos de antemano de cualquier negociación, le pasa a Jaime, incapaz de ver la realidad, como pasa a los veinte años. Lo que se va a volver insoportable para los tres es el éxito de Marcos. Un éxito al que no es capaz de renunciar, que lo salva durante un tiempo y luego pasa a formar parte del hastío general que es el mundo para él.


Entrevista de Máximo Soto

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