31 de julio 2007 - 00:00

Jóvenes milongueros animan atractivo show

Tres parejasde jóvenesbailarines,dirigidos porCamilaVillamil,protagonizan«Anoche»,buenespectáculoambientado enuna típicamilonga debarrio.
Tres parejas de jóvenes bailarines, dirigidos por Camila Villamil, protagonizan «Anoche», buen espectáculo ambientado en una típica milonga de barrio.
«Anoche. Un baile de tango». Coreog.: M. Ventura y C. Villamil. Ilum.: R. Traferri. Banda sonora: D. Duarte Loza. Vest.: L. Pérez Andreau. Dir.: C. Villamil. (Centro Cultural Borges, jueves de agosto.)

"Anoche. Un baile de tango" busca reproducir lo que ocurre en una típica milonga porteña de un barrio de clase media, de la que participa un grupo de jóvenes. En el transcurso de la noche las parejas se arman y se desarman, se encuentran o se rechazan al compás de una variopinta selección de tangos y milongas, vocales o puramente instrumentales. A modo de cuñas, se incluyen, también, declaraciones y testimonios grabados de milongueros reconocidos que expresan sus sentimientos con respecto a ese baile y sus comportamientos consecuentes.

En «Anoche» existe un crescendo temporal, en el que los intentos de acercamiento entre los seis bailarines se van intensificando hasta conformar parejas casi estables, porque en una milonga nunca se sabe hasta cuándo se conservará esa unión anímica y técnica. El espectáculo sondea, además, las «armas» puestas en juego por los participantes: flirteo, miradas insinuantes, el cabeceo, mientras las músicas tradicionales o las muestras más modernas del folklore urbano (no falta Piazzolla en un segmento), giran en el plato de la cabina de quien maneja el clima a veces tórrido de las milongas.

Aunque son todos jóvenes, los intérpretes (Gimena Aramburu, Micaela Cortada, Juan Fossati, Ollantay Rojas, Ramiro Rossenvasser y la también directora de «Anoche», Camila Villamil) ponen intencionalidad y buena danza desde el punto exclusivamente técnico. En lo visual, al atractivo del baile tanguero se unen las reveladoras luces de Roberto Traferri (para una ambientación austera, con unas pocas sillas y un fondo neutro), para insinuar también una reflexión acerca de los comportamientos humanos en un microcosmos social como éste, exponente de las raras formas que adquiere a atracción física, intelectual o emocional entre las personas.

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