20 de abril 2001 - 00:00

La buena música sonó en Mendoza

Orquesta Sinfónica Nacional.
Orquesta Sinfónica Nacional.
Mendoza - Darío Lopérfido declaró que «este festival de música clásica llegó para quedarse», sucumbiendo a la evidencia de que el género tiene tanta convocatoria como otros a los que ha dedicado más energía y fondos en la primera etapa de su gestión. También es una demostración de cómo, con una coordinación inteligente, se pueden unir organismos oficiales y privados en el afán de llevar un proyecto adelante sin boicotearlo.

Las secretarías de Cultura y de Turismo, el gobierno de Mendoza, los bodegueros, las municipalidades de las diferentes localidades y hasta la Fuerza Aérea, que transportó a los músicos e invitados en impecables aviones que partieron desde la base de El Palomar, unieron sus esfuerzos y sus medios.

Al abrigo de inmensos toneles donde se añeja el vino, frente a uno de ellos donde está tallado el dios Baco, los Violoncelistas de Buenos Aires ofrecieron un original concierto, que permitió a los mendocinos y turistas conocer a compositores como Nikolai Rakow, Friedrich Grutzmacher y Luigi Fiorino, alternando con Juárez, Cobián, Piazzolla y Cosentino.

El recital de Sebastian Forster despabiló el piano de cola del teatro Quintanilla, colmado desde 40 minutos antes de la hora anunciada, y fue escuchado con un silencio conmovedor; la excelente interpretación de la sonata «Claro de luna» de Beethoven y complejas páginas de Chopin lo hicieron merecedor de ovaciones.

En el imponente marco del río Atuel, de corriente rápida, y el Cañón de Valle Grande, la Orquesta de Cámara Mayo dio un bucólico concierto que llenó de música este paraíso natural. En otra simpática bodega, el guitarrista Víctor Villadangos dio un recital ejemplar con obras de compositores argentinos, seguido de una gran cena con comidas típicas, al final de la cual se declaró al director Pedro Ignacio Calderón embajador turístico y cultural de Mendoza.

Los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional convocaron más público del que los cálculos más optimistas podían imaginar; dio la sensación de que toda Mendoza se citó frente al escenario armado por
Enrique Bordolini, del Teatro Colón, para disfrutar de un programa en el que sobresalieron las obras alusivas a la festividad, como el «Festival del Viernes Santo», de « Parsifal» de Wagner, o « La gran Pascua Rusa», de Rimski-Korsakov, aunque todos terminaron alegremente palmeando la «Marcha Radetzky», de Johann Strauss.

Con el mismo programa se presentaron el sábado en el inmenso predio de la champagnera de la familia Bianchi, excelentes anfitriones; se dispusieron 2.800 sillas, pero Seguridad dio ingreso a 8.500 personas y otras 500 escucharon desde la ruta en sus autos: el concierto finalizó con el público de pie y admirando una deslumbrante batería de fuegos artificiales, toda una fiesta.

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