31 de diciembre 2002 - 00:00

La fotografía nueva y Norberto Puzzolo

La fotografía nueva y Norberto Puzzolo
En el Museo Nacional de Bellas Artes se inaugurará una muestra de fotografías de Norberto Puzzolo, el próximo 22 de enero, a las 19. Puzzolo, que integró el Grupo de Rosario, liderado ideológicamente por Juan Pablo Renzi en los años 60, se sirve de la palabra para reflexionar sobre la fotografía. El medio lo fascina por «su ambigüedad tan disimulada detrás de la máscara de la documentación». En junio de 1968, como la Embajada de Francia enmendó el reglamento de los Premio Braque para modificar, llegado el caso, las obras presentadas, repudiaron el concurso los 15 artistas del Grupo de Rosario que habían sido invitados.

Lo señalaban «como el comienzo de una actitud latente ya en anteriores propuestas para un arte de vanguardia». El Grupo inició el Ciclo de Arte Experimental, con una marcada tendencia conceptual, «destinado a enfrentar el parasitismo y el pasatismo de la cultura mermelada». Cada quince días, los miembros del Grupo exhibieron sus propuestas individuales en Rosario y sentaron las bases de un arte crítico.

A fin de aquel año inauguraron la Primera Bienal de Arte de Vanguardia («Tucumán Arde»), con una documentación -películas, reportajes, grabaciones y fotografías-sobre las condiciones de vida en Tucumán. La originalidad superaba al conjunto de los símbolos documentados para crear la acción estética, ya que la obra trascendía la simple información de las secuencias de los testimonios sociales. «Se dirá que lo que proponemos no es arte -señalaban los artistas del grupo-. Pero ¿qué es el arte? Nosotros queremos restituir las palabras, las acciones dramáticas, las imágenes, a los lugares donde sean útiles».

El conceptualismo a nivel inter-nacional inauguró el discurso artístico que ejemplificó las contradicciones de la modernidad y desarrolló, a la vez, nuevos caminos para la indagación sobre el arte y sus funciones. Desde los años 70, la avanzada posmodernista se manifiestó en la fotografía, a partir de artistas como Gunter Brus (1965), Michael Journiac (1969), Dennis Oppenheim (1970), Nancy Holt (1972), Arnulf Rainer (1972), Gina Pane (1973), Dieter Appelt (1979), y los artistas del Land Art Robert Smithson (1969), Michael Heizer (1969) y Walter De María (1977).

Si bien los conceptualistas norteamericanos como Joseph Kosuth, Lawrence Weiner o el grupo inglés Arte y Lenguaje no utilizaron específicamente la fotografía, podríamos asegurar que han desarrollado indiscutibles relaciones ideológicas y formales con los grandes fotógrafos de los 60 y 70. En el posmodernismo se produciría un desplazamiento de la «producción a la reproducción», como lo había anticipado Roland Barthes, en su libro sobre la fotografía.

Esta ha ido poniendo en cuestión el campo del arte desde su interior, modificando sus categorías fundadoras y rechazando al modernismo. Con la capacidad de reproducir y trabajar en serie, posibilidad inherente a la naturaleza propia de la gráfica, el cine o la fotografía, subyace su poder de hacer vacilar las nociones clásicas de autor, obra y originalidad.

El filósofo italiano
GianniVattimo analiza el hoy legendario ensayo de Walter Benjamin, el eminente pensador alemán, sobre la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, publicado en 1936. Para Vattimo, no se ha puesto demasiada atención en la clave del escrito de Benjamin: que las nuevas condiciones de reproducción y goce artístico que se dan en la sociedad de los medios de masas, modifican de manera sustancial la esencia misma del arte, su forma de representarse.

Para el filósofo berlinés el aura es «la manifestación irrepetible de una lejanía y atañe al valor ritual, cultural de la obra de arte». Por eso reprocha al siglo XIX no haber sabido «responder a las nuevas técnicas con un nuevo orden social». De ahí su intento de definir un arte auténticamente moderno que pusiera a su servicio los avances de la tecnología.

• Reproducción

La reproducción se distingue inequívocamente de la imagen. En ésta, la singularidad y la perduración están imbricadas una con otra, de manera tan estrecha como en la reproducción lo está la fugacidad y la posible reiteración. Las más antiguas obras de arte nacieron al servicio de un rito, de un culto, primero mágico y luego religioso. La obra actual no se desliga de la función ritual. Por consiguiente, la reproductibilidad técnica libera a la obra de su existencia en un rito.

Es posible obtener muchas copias de un negativo fotográfico; sin embargo, preguntarse por la copia auténtica carece de sentido alguno. La experiencia estética parece haber sido siempre descripta en términos de integración. Pero la experiencia estética de la sociedad actual es esencialmente oscilante, ambigua, como la existencia en general.

«¿Por qué el catálogo de una muestra de obras fotográficas debe contener la palabra (escrita)? Quizá porque la palabra es siempre parte de la obra. Utilizada para connotar en el caso del epígrafe que acompaña a la foto periodística, para nombrar a la obra en el título, o para analizarla o criticarla, la palabra también sirve para discurrir e investigar sobre el propio quehacer», ha señalado
Puzzolo.

El posmodernismo en fotografía es el campo en el que más se asistió al triunfo generalizado y gozoso de citas, de la fotografía llamada «puesta en escena».Ya en su misma esencia como medium, destinada a la masa, como lo había justamente diagnosticado
Walter Benjamin, la fotografía contemporánea se reveló como uno de los factores más poderosos de la deconstrucción de la mitología modernista.

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