12 de abril 2001 - 00:00

"Monkeybone" es escatológica, pero espectacular en su forma

Brendan Fraser protagoniza Monkeybone
Brendan Fraser protagoniza "Monkeybone"
Este delirio pesadillesco demuestra que no hay géneros buenos o malos, sino películas buenas o malas. Desde hace dos o tres años, con el éxito de «Loco Por Mary», el tono flatulento y escatológico de las comedias tontas para preadolescentes ha subido en tono, sin que necesariamente suba el nivel creativo de cada nuevo film del subgénero, sino más bien todo lo contrario.

Pero «Monkeybone» combina las guarradas características de este tipo de cine con una imaginación formal asombrosa. El director Henry Selick («El Extraño Mundo de Jack», «Jim y el Durazno Gigante») ahora demuestra que es un autor por derecho propio, desde el momento en el que la indescriptible imaginería desplegada en este film tiene muchos puntos de contacto con su cortometraje para los cines interactivos IMAX.

Si logró hacer una pequeña obra maestra partiendo de la caricatura de un mono que está orgulloso de sus erecciones incontrolables, es porque Selick potenció este tipo de elementos para que jueguen a su favor y no para que sean una limitación. Por eso «Monkeybone» tiene una libertad creativa, un vuelo formal y un estilo del humor surrealista y decididamente negro que puede ser comparado con los Monty Phyton, Buñuel o Ken Russell, y que además puede ser un excelente entretenimiento para teenagers.

Brendan Fraser pierde todo resto de temor al ridículo al interpretar al autor de la caricatura «Monkeybone», un hombre tímido enamorado de su único amor, Bridget Fonda, que no termina de asimilar el éxito de su dibujo, y niega cualquier posibilidad de merchandising de la salvaje criatura. Un accidente deja su cuerpo en coma, mientras su espíritu deambula en el Downtown, un parque de diversiones donde los espíritus de gente en su estado esperan angustiados el pase de salida a su vida anterior, o la visita de Whoopi Goldberg, es decir la Muerte.

Eficacia

Cada escena tiene una nueva imagen o un gag de una eficacia implacable (a veces acompañado de una audacia y una agresividad no apta para todo público, a pesar del erróneo doblaje al castellano). Hay zombies gimnastas, gases alucinógenos, abejas sexys y un calabozo en el que conviven Edgar Allan Poe y Stephen King (que se divierte interpretándose a sí mismo).

Y lo mejor es que todo esto está realizado con más maquillajes y mejor animación computarizada que los burdos efectos digitales de los que suele abusar el Hollywood reciente.

El único problema es el mencionado doblaje, que priva de la voz de
John Turturro y condena a esta joyita a un fracaso comercial casi seguro, ya que el público al que está destinado está en condiciones de leer subtítulos, y por otro lado un chico de 12 o 13 años difícilmente quiera entrar a un cine a ver algo marketineado como un producto infantil. Algo que sin duda «Monkeybone» no es.

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