3 de enero 2003 - 00:00

Mujeres en escena a lo largo del siglo

Betiana Blum
Betiana Blum
Betiana Blum es una de las cinco protagonistas de «Porteñas», la pieza de Manuel González Gil y Daniel Botti que se estrenará a mediados de enero de 2003, en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza. La actriz encarnará esta vez a una influyente aristócrata del 1900, que recibe en su casa a un grupo de mujeres de diferentes clases sociales (interpretadas por Virginia Lago, Susú Pecoraro, María Valenzuela y Carolina Peleritti) con quienes irá recorriendo el siglo hasta llegar al año 1985.

A dos años de haber estrenado «Monólogos de la vagina» junto a Alicia Bruzzo y Andrea Pietra -y de darlo a conocer por todo el país-Betiana Blum decidió formar parte del elenco de «Porteñas». «Tenía muchas ganas de hacer algo argentino, porque es tanto lo que nos está pasando que quise poner mi energía al servicio de algo que ofrezca un espacio de reflexión y de diversidad ideológica», dice. Sus compromisos televisivos hicieron el resto. A punto de estrenar una nueva tira diaria de ambiente gitano, que comenzará a salir al aire el próximo 6 de enero, la actriz deberá permanecer en Buenos Aires cumpliendo una rutina de grabaciones.

Periodista: ¿Esta sería la versión femenina de «Porteños», un espectáculo dirigido también por González Gil?


Betiana Blum
: No hay comparación posible entre las dos obras, de la misma manera que no la hay entre un hombre y una mujer. Somos totalmente distintos. Además, lo que ocurrió con nosotras durante el siglo XX fue una revolución, más fuerte que la que vivieron los hombres. La obra muestra nuestro despegue, partiendo de una época en la que las mujeres se definían a sí mismas como «la señora de», porque en ese entonces la identidad de la mujer estaba puesta en el marido. Incluso, uno de los personajes pregunta: «¿Alguna de ustedes va a ser un voto distinto al de sus maridos?». Hoy suena increíble, porque después la mujer logró superar vallas como acceder al voto y a nuevas profesiones. Por eso yo, que estaba haciendo «monólogos» y podría haber seguido más tiempo, terminé aceptando la propuesta de Manuel González Gil.

P.: ¿De qué trata la obra?

B.B.: Es un encuentro entre mujeres que arranca en la semana roja de 1909, cuando la manifestación encabezada por socialistas y anarquistas es reprimida violentamente por la policía. Amalia, mi personaje, pertenece a una clase social muy alta, a esos apellidos que abren todas las puertas y su marido es senador en el Congreso. Cuando empieza la obra ella está empeñada en traer a Buenos Aires a los Ballets Rusos, con Nijinsky y Ana Pavlova, y para pagar los gastos se le ocurre hacer un desfile militar a beneficio. Por eso cita a la señora del teniente coronel del Regimiento de granaderos a caballo ( Virginia Lago) y en todo esto la ayuda una amiga feminista ( Susú Pecoraro). Ella le agrega al proyecto el contexto social ya que parte del dinero de la recaudación se destinará a un hogar para niñas abandonadas.

•Representación

P.: ¿Están representados todos los sectores sociales?

B.B.:
Sí, todas las áreas están cubiertas. Como en la ciudad se está desatando la semana roja, entra a la casa un anarquista herido con su mujer (María Valenzuela), quien está tratando de salvarle la vida. En ese mismo momento aparece también la mujer del almacenero ( Carolina Peleritti) que me trae el café instantáneo que encargué a Paris. Ahí nos conocemos todas y a partir de ese encuentro seguiremos encontrándonos a través de los años, creando un espacio de convivencia, divergencia y tolerancia.

P.: ¿Qué hechos históricos se evocan?

B.B.:
Luego de la semana roja aparece el primer simulacro del voto femenino, en 1920. Después, el asesinato de Bordabehere en el senado en 1935, la concreción del voto femenino en el 51, el cordobazo en el 69, la dictadura militar en el 77 y el último cuadro ya es el comienzo de la democracia, cuando Alfonsín da su famoso discurso. Después hay una especie de epílogo pero la obra termina en 1985.

P.: ¿Cómo definiría a cada una de estas mujeres?


B.B.:
Todos los personajes de la obra tienen grandeza y muestran la gran capacidad de la mujer de elegir el costado humano, cuando las papas queman. A mí me tocó interpretar a una mujer muy educada y diplomática que tiene el don de equilibrar los extremos y de defender ese espacio neutral -creado de manera natural en su casa-que hace que todas lleguen juntas a la democracia.

P.Ya sea en cine o en televisión, es más habitual verla interpretar a mujeres seductoras, apasionadas y con un costado algo grotesco antes que papeles decididamente dramáticos.


B.B.:
Bueno, a lo largo de mi carrera hice muchos papeles dramáticos, pero no me detengo en la diferencia de géneros. De pronto, una escena dramática puede hacer que la gente se ría y no porque surja algún chiste sino porque los humanos cuando atravesamos situaciones muy terribles solemos hacer cosas muy insólitas. Y, al revés, las situaciones muy cómicas por ahí esconden realidades trágicas o patéticas. Entonces, trabajar desde esa conciencia me permite atravesar con comodidad una escena dramática o graciosa, porque más que hacer drama o comedia, lo que intento es recrear la vida con toda su complejidad.

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