31 de octubre 2001 - 00:00
"Para Bernard Shaw la inteligencia era sólo masculina"
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Norma Aleandro.
P.: También se burlaba de la convenciones amorosas.
N.A.: A él sólo le importaba la mente filosófica, rechazaba todo tipo de romanticismo. Y en esta obra lo plantea como algo inferior que remueve los instintos más animales del hombre. Desde una mirada superficial podría decirse que Shaw fue un misógino, pero en realidad lo que sostiene es que la mujer es poseedora de la fuerza vital, algo así como la idea de Dios para este ateo socialista, y tiene a su cargo la supervivencia y el perfeccionamiento de la especie. ¿Eligiendo a quién? Al hombre más apto y más capacitado para tener hijos aun mejores. Sacado de contexto suena a ese pensamiento extremista en donde abrevaron dictadores atroces. Es esa idea del hombre perfecto, de una raza superior..., pero Shaw no llega a ese extremo porque sus objetivos estaban impregnados por un sincero humanismo.
P.: Es una cuestión de épocas.
N.A.: Sí. En sus tiempos estas teorías querían decir otra cosa que la que entendemos hoy. A él le molestaba todo lo que implicara sentimientos o grandes pasiones, por eso rechazaba a Shakespeare. Shaw era muy austero, espartano, diría yo.
Virginidad
P.: Dicen las malas lenguas que a pesar de su matrimonio murió virgen.
N.A.: Cuando todavía era bastante joven, él aclaró en un reportaje haber sido muy mujeriego, negando las acusaciones de homosexual que circulaban por ahí.
P.: ¿Al extremo de tener que aclarar su elección sexual?
N.A.: Dijo que el tema de la homosexualidad no lo perturbaba, pero que igual hacía esa aclaración. Y yo le creo, porque él siempre decía todo lo que pensaba, incluso sobre sí mismo. En cuanto a su posición frente a las mujeres, no lo veo como un misógino tan cerrado como August Strindberg.
P.: Pero alguna identificación tendría, porque le donó el dinero de su Premio Nobel. Además, la obra muestra cómo un hombre inteligente cae en las redes de una mujer astuta y bastante manipuladora.
N.A.: En las obras de Shaw la inteligencia siempre está puesta en los hombres, sobre todo en «Hombre y Superhombre». Y la astucia de la mujer es una forma de la inteligencia, un rasgo dictado por la naturaleza y por la fuerza vital. No es algo que él muestre como un valor femenino, en eso se diferencia mucho de Ibsen al que admiraba profundamente. Shaw no luchaba por ese tipo de feminismo, para él la mujer sólo tiene una tarea: elegir al individuo más apto para la reproducción. No es un pensamiento demasiado brillante, pero llegué tarde para discutírselo.
P.: ¿No resulta algo anacrónica esa obsesión de la protagonista por llevar al altar a un hombre que odia el matrimonio?
N.A.: Esa fue una de las razones que me llevaron a respetar el contexto histórico. Aproveché para mostrar los rituales de principios de siglo y algunas ceremonias muy femeninas. Ellas se visten, se preparan, tocan el piano, cantan canciones para después aparecer ante los hombres como seres soñados. En esa época, ellos necesitaban ese tipo de mujer, no una mujer discutidora o que expresara abiertamente sus ideas. Esto es lo que muestra Shaw y me parece bien que sea el público el que juzgue, para eso están los clásicos.
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