Pareciera que los años están amansando a Charly García. Ya no satura con los habituales desplantes, como abandonar un Gran Rex a poco de comenzado un show, tomarse un taxi a su casa y dejar a la deriva al público durante horas. Tampoco arroja micrófonos o guitarras, ni patea amplificadores ante una audiencia que festeja cada ocurrencia del músico, siempre y cuando la locura se complete con un recital digno. Por fortuna, hace tiempo que Charly no es noticia por delirios como tirarse de un octavo piso a una pileta, o quedar detenido en el exterior por defraudar con sólo seis minutos de recital a diez mil espectadores.
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En cambio, cuando hizo sus últimas apariciones, fue para recibir premios (volvió a ganar varios «Gardel»), tocar junto a Fito Páez en su último show o visitar al elenco de «Resistiré» en el teatro, cuando se emitió el capítulo final. Aunque había plantado al elenco de esa novela (de la que se delcaró fan) cuando iba a grabar una participación especial, por tratarse de Charly lo perdonaron y lo recibieron en el teatro como a un ídolo.
Las últimas presentaciones de Charly tuvieron locuras -si no, no serían dignas de un auténtico García-pero se disfrutaron de principio a fin gracias a la excelencia de sus extensas apariciones. Los caprichos del show del sábado no fueron más allá de la obligada impuntualidad (terminó de ensayar ese día a las 2 de la tarde). Así, pidió que lo fueran a buscar a su casa en Palermo a la hora en que comenzaba el recital, 21.30 y fue por eso que se retrasó el ingreso, con una cola que se extendió seis cuadras.
El resto es conocido: a más de una hora de recital hizo un intervalo, eligió para entretener al público DVDs de la última colección de «Los Beatles» y de «The Wall», pero lo proyectó con defectos, repeticiones y se ganó el abucheo de sus incondicionales. Aunque cantaban «Esta es la banda de Say no more», aguantaron con paciencia pero chiflaron la hora en que estuvo ausente, entre el cierre y el bis. La nueva excentricidad fue la presencia de Celeste Cid, sentada en el escenario durante todo el recital. El músico ha de estar comprobando su umbral de «resistencia».
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